lunes, 27 de julio de 2015

UN MENSAJE A GARCÍA



ESTRATEGIA PARA FORMAR IMBÉCILES




Algunas pequeñas indicaciones

     "Un mensaje a García" es un texto muy conocido y, paradojícamente, es de lo menos conocido que he podido encontrar dentro de las cosas a las que se alude con mucha frecuencia. Siendo así, y dado que considero importante conocerlo, me he permitido elaborar este pequeño trabajo dividiéndolo en tres partes: en primer lugar, he copiado aquí el resumen que aparece en esa enciclopedia libre y colaborativa que me ha sido de tanta utilidad, llamada Wikipedia. Allí, en forma resumida y precisa explica en qué consiste este mensaje. En segundo lugar, está mi elaboración propiamente dicha. En ésta hago un análisis crítico-valorativo-ideológico del susodicho mensaje. Finalmente, en la tercera parte, simplemente inserto el mensaje y su introducción, tal como lo escribió Hubbard.


       Me permito, para mejor provecho, recomendar la lectura en el siguiente orden:
        
  1. Lectura del resumen de Wikipedia. Así tendrán una primera aproximación acerca de qué supuestamente trata el mensaje.  
  2. Lectura del mensaje tal como lo escribió Hubbard, presentado como un Anexo en la tercera parte.
  3. Lectura de mi propia opinión sobre el mismo,  en el que pretendo derribar el mito que se ha creado al respecto.                  

       Lo recomiendo de esta manera, porque seguramente mucha gente no habrá tenido la curiosidad de leer el texto original, y quienes sí lo han hecho seguramente lo habrán olvidado o pasado por alto detalles que considero son fundamentales.


Resumen de Wikipedia
Un mensaje a García (A Message to Garcia en el inglés original) también conocido como La carta a García o simplemente Carta a García, es un ensayo escrito por Elbert Hubbard en 1899, en el que en primer término relata brevemente la anécdota del soldado estadounidense Rowan, que es llamado para entregar de parte del presidente de Estados Unidos, un mensaje al jefe de los rebeldes, oculto en la sierra cubana, en el curso de la Guerra hispano-estadounidense a fines del siglo XIX.   Hubbard resalta el hecho de que Rowan recibe el mensaje y se limita a entregarlo a pesar de que nadie le proporcionó información ni medios para encontrar a García, para lo cual Rowan recorre a pie la isla de Cuba de costa a costa. Ante esto, Hubbard propone por medio de otros varios ejemplos, que la aplicación para cumplir inmediatamente con la tarea encomendada, sin reticencias y sin vacilaciones, es el principal valor para conseguir el éxito, sobre todo en el trabajo, aún más que el talento o la erudición. Concluye sosteniendo que el mundo necesita «muchos Rowan» y que existen pendientes por entregar muchos «mensajes a García», en aplicación de la máxima «hacer bien lo que se tiene que hacer».   De acuerdo con el experto en lingüista Charles Earle Funk, «carta García» ha sido usada en la cultura popular como una expresión que incita a realizar tareas difíciles. En general, es un escrito que destaca la importancia capital del compromiso y de la voluntad de ejecutar las tareas que uno asume en el trabajo y en la vida. Sin embargo también existen personas que piensan que sobrevalora el poder de la autoridad y asume la sabiduría de aquellos que están arriba en la pirámide social.1  



Análisis crítico-valorativo-ideológico

         Hace mucho tiempo, en mis ingenuos años de juventud, creí que el Mensaje a García era una de las cosas que mejor se habían escrito para incitarnos a ser cada vez mejores, impulsarnos a desarrollar un gran espíritu de sacrificio y disponernos siempre a cumplir con lo que debíamos cumplir, sin buscar explicaciones y justificaciones que retardaban las soluciones a las que  aspirábamos. Un tiempo más tarde, y después de  embarcarnos en un Programa de Desarrollo de Habilidades del Pensamiento en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Carabobo, se me ocurrió leer con bastante detenimiento este mensaje con la idea de ver la forma en que lo podría utilizar como un material importante para el mismo. ¡Tremenda sorpresa! Ante aquella aberración no podía creer que yo alguna vez hiciera apelación de ella para incitar al seguimiento de ciertas conductas entre quienes me rodeaban. Me di cuenta que el bendito Mensaje a García no era sino un vil panfleto diseñado para formar imbéciles que no pensaran y que sólo se limitaran a cumplir órdenes sin hacer preguntas y mucho menos prever las consecuencias de sus acciones. Desde entonces me dediqué a combatirlo siempre que tuve la ocasión y a utilizarlo ahora como contraejemplo de nuestra nueva estrategia de enseñanza.

            Hubbard (el autor del panfleto)  destaca como una virtud el que Rowan (el mensajero) no preguntara “¿En dónde lo encuentro (a García)?” ¡Mayor tontería! Eso es lo primero que yo hubiese preguntado, o quizás lo segundo, porque lo primero debería ser “¿Quién es García?” Me imagino que existirán muchos García y lo primero que debería, por lógica, hacer sería acotar el espacio de búsqueda. Ahora, si McKinley (el que envía el mensaje) no sabe dónde está, es otra cosa; pero sí debe saber quién es, porque él es el que envía el mensaje y saber (el mensajero) a cuál García buscar sería de una gran ayuda. De pronto se me vino a la memoria aquel viejo cuento del hombre que llegó a la Isla de Margarita de antes de la Zona Franca, buscando a Salazar. Después de varios intentos y preguntas un margariteño le dice: “En esta isla casi todo el mundo es Salazar. ¿A cuál Salazar busca usted?” El hombre le responde “A uno que es contrabandista”; a lo que el margariteño, riendo, replica “Pero hijo er diablo, si aquí todo el mundo es contrabandista” Me hubiese gustado ver a Rowan buscando a Salazar por la Isla de Margarita sin más información que la que dicho hombre llevaba sobre García.

            En nuestro Programa de Desarrollo de Habilidades del Pensamiento, le damos una gran importancia a las preguntas y hemos elaborado técnicas para hacerlas eficientes. A través de las preguntas vamos reduciendo la discrepancia que nos separa de la respuesta de un problema. Utilizamos la pregunta y enseñamos al estudiante a utilizarla. Muchos investigadores de las ciencias fácticas y de las ciencias sociales consideran más importante hacer buenas preguntas que el dar respuestas.


           Esto, por supuesto, es una forma de “filosofar” para decir que sólo a partir de preguntas apropiadas y bien formuladas podremos hacer avanzar el conocimiento. Los niños aprenden porque preguntan mucho y a los padres se les enseña a no menospreciar las preguntas de sus hijos. Luego, el hombre pierde su inocencia y su creatividad, y en su adultez le da pena preguntar para no pasar por ignorante. Como respuesta a esta actitud equivocada, alguien inventó aquello de "Quien pregunta algo que no sabe, pasará por tonto e ignorante durante un momento, pero quien no pregunta será un tonto e ignorante toda la vida."

           También me viene a la memoria la primera lección del libro de Margarita Amestoy de Sánchez “Procesos Directivos, Ejecutivos y de Adquisición de Conocimiento” ¿Han leído la historia de la dama de negro? No importa si no lo han hecho.


Lo importante ahora es que la estrategia para solucionar el problema es precisamente a través de preguntas con respuestas dicotómicas. Y varios textos antes, para hacer una descripción se recomienda preguntas como “¿Qué es?”, “¿Para qué se usa?”, “¿Qué tiene?”, etc. Hubbard, en cambio propone la prueba de buscar en una enciclopedia acerca de la vida de Corregio y hacer luego un breve memorándum. Lo malo es que el mandatario pregunte quién fue Correggio, si vive o está muerto, etc.; él debe saber quién fue o es Correggio. Claro, Hubbard es vivo, porque escogió un apellido perteneciente al único personaje que uno encuentra en las enciclopedias corrientes, ¿pero eso lo sabe el mandatario antes de buscar? Imaginemos que nos pone el mismo ejercicio, pero ahora con Bach ¿A cuál Bach se referirá? En mi enciclopedia tengo a Johann Sebastian, a David Josej, a Fritz, a Hans, a Carl Philipp Emmanuel, a Wilhelm, a Johann Nikolaus, a Johann Ludwig, Johann Christoph (hay dos Johann Christoph), y para abreviar, unos quince músicos más de apellido Bach. Pero tampoco me ha dicho Hubbard que se trate de un músico, pudiera tratarse de  Richard Bach, el autor de “Juan Salvador Gaviota”. Este último no aparece en mis enciclopedias sobre música;  quizás sea posible encontrarlo en una enciclopedia sobre literatura, o también en una enciclopedia general muy completa y actualizada. El asunto es que tampoco se debe preguntar en cuál enciclopedia buscar. Ante esta situación, y si yo no tengo la virtud de adivinar el pensamiento, optaría por hacer un memorándum por cada Bach que encuentre y se los entregaría a Hubbard para que él escoja el que le interese. El ideal de este autor es una especie de Rambo de la información y del trabajo que a punta de un voluntarismo irracional llegue a resultados satisfactorios.

            Hubbard menosprecia también la necesidad que tiene el individuo de saber dónde encaja su trabajo. No debe saber qué uso tendrá la información que esté buscando, quién la va a usar, a quién va a beneficiar y a quién va a perjudicar. Él sólo debe limitarse a buscarla y entregarla. La experiencia de los científicos que llegaron a la bomba atómica fue por lo demás dramática cuando descubrieron el uso que de ella se hizo. A mí particularmente me gusta saber siempre dónde encaja mi trabajo. No soy el ideal de Hubbard.


Hannah Arendt
               Quien me imagino que sí sería un buen ejemplo para su ideal es el tristemente célebre Adolf Eichmann, Teniente Coronel de las SS de Hitler, culpable de haber embarcado a millares de judíos en los trenes que los conducían a los sitios diseñados para el exterminio. Eichmann no era más que un simple burócrata, un hombre mediocre, ordinario, que sólo se limitó a ser eficiente en las tareas que se le encomendaron y a cumplir fielmente las órdenes que recibía. Y ésta fue su principal defensa en el juicio que se le siguió. Eichmann se limitó a llevar el mensaje a García. Les recomendaría, de paso, leer la historia que escribió sobre este hecho la filósofa alemana Hannah Arendt (1906-1975) en su libro "Eichmann en Jerusalén. Un estudio acerca de la banalidad del mal." También pueden ver la película que se filmó basada en esta historia.
                                                                                        
Portada del libro
          Tampoco importa para Hubbard el conocimiento: “No es erudición lo que necesita la juventud, ni enseñanza de tal o cual cosa, sino la inculcación del amor al deber, de la fidelidad a la confianza que en ella se deposita, del obrar con prontitud, del concentrar todas sus energías, hacer bien lo que se tiene que hacer: “Llevar un Mensaje a García”. Saber “lo que se tiene que hacer” no es una prerrogativa del individuo que ejecuta, sino de otro que manda. ¿Aceptarían ustedes que en la Universidad nos limitáramos a hacer con prontitud lo que los Decanos o el Rector nos ordenaran, sin derecho a preguntar porqué debemos hacer eso? Lo que Hubbard pretende es un autómata ejecutor de órdenes, un imbécil que no sepa porqué hace lo que hace, lo importante es que lo haga bien.

         Ni toma en consideración los estilos del pensamiento, cosa que comprendo perfectamente dada la época en que fue redactado el panfleto; pero hoy nosotros sí conocemos de qué se trata esto, lo que nos conduce a la necesidad de asignar funciones de acuerdo a dichos estilos. No deberíamos confiar comisiones sin tener en cuenta que existen diferentes estilos del pensamiento y que los individuos rinden según que sus funciones entren o no en sintonía con sus  estilos dominantes. De acuerdo a este nuevo conocimiento el mensaje de Hubbard es obsoleto. El menor de sus pecados. O en todo caso, para ser condescendientes, el pecado no sería de él. La gente escribe cuando le toca vivir. Este pecado en particular corresponde a quienes en los tiempos actuales recomiendan seguir el ejemplo de Rowan, para exaltar "la fuerza del compromiso y la responsabilidad".

            Hay otra cosa un poco más peligrosa en este Mensaje a García por cuanto, a mi entender, tiene una fuerte connotación de tipo ideológico-político. El Mensaje es eminentemente patronal. Los pobres patronos se sacrifican y realizan un gran esfuerzo por lograr que el trabajador ejecute bien su trabajo, por educarlos para que estén en aptitud de realizarlo en forma idónea. Sin embargo, los trabajadores a menudo no aprecian este esfuerzo y prácticamente obligan al pobre patrono a despedirlos. “Por propio interés, cada patrón procura conservar lo mejor que encuentra; es decir, a aquellos que pueden llevar Un Mensaje a García.”  Más adelante en su discurso, Hubbard dice: “Pero en medio de nuestro filantrópico enternecimiento, no debemos olvidar derramar una lágrima por aquellos que se afanan en llevar a cabo una gran empresa; por aquellos cuyas horas de trabajo son ilimitadas, pues para ellos no existe el silbato, por aquellos que a toda prisa encanecen, a causa de la lucha constante que se ven obligados a sostener contra la mugrienta indiferencia, la andrajosa estupidez y la negra ingratitud de los empleados que, si no fuera por el espíritu emprendedor de estos hombres, se verían sin hogar y acosados por el hambre”. Todo un poema empresarial con vista a la formación de un esclavo feliz, de incondicional sumisión a los mandatos del buen patrón sin cuyo espíritu emprendedor él se vería sin hogar y acosado por el hambre. Está claro que para Hubbard hay que romper la dicotomía patrón sacrificado/empleado inepto e inconsciente por la dicotomía patrón sacrificado/empleado obediente y complaciente. No hay que extrañarse, entonces, del porqué tan tremendo éxito de este panfleto entre los patrones de tantas empresas (George H. Daniela, del Ferrocarril Central de Nueva York, a nombre de Empire State Express, el Príncipe Hilakoff, Director de de los Ferrocarriles de Rusia, empresas de Alemania, Francia, España, Indostán, China y otros que siguieron luego). Más de cuarenta millones de ejemplares para el momento en que Hubbard  administraba su publicación, más de doscientos millones para el momento actual.

            Lo que se espera en definitiva de este Mensaje queda muy bien expresado en el penúltimo párrafo de la presentación de Hubbard:

“Durante la guerra entre Rusia y Japón, cada soldado llevaba consigo un ejemplar del “Mensaje a García”. Los japoneses encontraron estos folletos en manos de los prisioneros y, pensando que tendrán algún mérito, los tradujeron al japonés. Y por orden de Mikado se dio un ejemplar a cada empleado del gobierno japonés, civil o militar.”

Éste es el ideal de Hubbard, un individuo con mentalidad de soldado que no necesite pensar, sólo ejecutar las órdenes que se le den, un alto sentido del deber, “deber” establecido por una escala de valores donde él no tiene nada que decir, sino sólo aceptar. Un individuo acrítico, todo lo contrario de lo que pretendemos obtener en nuestras Universidades. No puedo evitar el recuerdo  del desprecio que sentía Einstein por todo lo que representaba la casta militar, a la cual se refirió como que la naturaleza se equivocó al ponerles un cerebro, “sólo les bastaba con una columna vertebral.”

            Por estas razones, me alarmo cuando leo de vez en cuando artículos donde se alaba el contenido de este mensaje y se insta a seguirlo. El Mensaje a García no es “un mensaje de fortaleza”, como afirman algunos, es un mensaje de sumisión. No se lo podemos recomendar a nuestros jóvenes; en todo caso, les podemos decir: “Lleven este mensaje a García, pero no para acatarlo, sino para que les sirva siempre de contraejemplo de aquello que deseamos realmente de ustedes". Debemos analizar bien este mensaje, decodificarlo y descubrir la maldad en él oculta, y la no tan oculta también. Nosotros somos militantes de la Operación Salmón, nadamos contra la corriente para difundir una estrategia educativa que lleve a la máxima explotación de las facultades mentales. No queremos un alumno obediente y sin preguntas; todo individuo tiene el derecho de saber para qué hace lo que hace, y si nadie se lo dice tiene que preguntarlo, y exigir una respuesta. No puedo pretender pedirle a un alumno que me redacte un breve resumen sobre la vida de Corregio sin esperar la pregunta “¿quién es Corregio?” Yo también lo preguntaría si no lo sé, y también me gustaría saber para qué lo voy a hacer. Es posible que Corregio no esté dentro de mi espectro de intereses, así como no están muchos otros personajes, por más importantes que sean, y necesitaría de una buena justificación para invertir mi tiempo en una tal averiguación.

            He podido observar que muchos de quienes generalmente en nuestro medio han hecho apelación al Mensaje a García, son personas animadas con la mejor intención. Lo que pretenden combatir es la flojera e incentivar el amor por el trabajo; ése es el caso también de muchos de mis más apreciados amigos, algunos de ellos con años predicando por diferentes medios por un desarrollo del pensamiento y suministrando importantes estrategias y valores para lograrlo; pero debemos tener mucho cuidado con los mensajes que emitamos, porque algunas veces se nos cuelan “virus cognitivos” que nos pueden dañar el esfuerzo realizado. Creo que esto ha sucedido varias veces con el bendito Mensaje a García, herramienta contraproducente por lo reaccionaria en lo ideológico y peligrosa en lo cognitivo, además de obsoleto. Quizás esté yo desestimando aspectos que se me ocultan, por lo que les extiendo una invitación a los lectores a leer cuidadosamente dicho mensaje, el cual transcribo a continuación, en el Anexo, para que lo tengan a la mano (espero que hayan seguido mis indicaciones iniciales). Me gustaría luego, como siempre, recibir las opiniones que esta lectura pudiera originar.
           
           

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Anexo



UN MENSAJE A GARCÍA
 Elbert Hubbard




          Esta pequeñez literaria "Un mensaje a García" fue escrita una noche, después de la hora de la cena. Era el 22 de febrero de 1899, aniversario del natalicio de Washington, y ya íbamos a entrar en prensa con el número de marzo de nuestra revista PHILISTINE. Brotaba candente de mi corazón. Escrito cual fue, después de un día pesado dedicado a tratar de enseñar a ciertos indolentes moradores de la ciudad a abandonar aquel estado letárgico en que se encontraban y a infiltrarles radioactividad.

          La idea original surgió durante una pequeña discusión, cuando tomábamos el café, en la cual mi hijo Bert lanzó la idea de haber sido Rowan el verdadero héroe de la guerra de Cuba. Rowan salió solo y realizó su propósito: llevó el mensaje a García. Como un destello de luz vino entonces a mi mente la idea: "Es verdad -me dije- el muchacho tiene razón. Héroe es aquel que cumple su cometido, el que lleva el mensaje a García."

           Levanteme entonces de la mesa y escribí "Un mensaje a García". Tan poca fue la estimación que dimos a este artículo que se publicó sin encabezamiento en la revista. Hízose el reparto de la misma y poco después comenzaron a llegarnos pedidos de una docena, cincuenta, cien ejemplares adicionales del número de marzo de PHILISTINE; y cuando la Agencia Distribuidora American News Company pidió mil ejemplares, pregunté a uno de mis empleados cuál era el artículo que había levantado tanta polvareda. "Eso de García", me contestó.

          Al sía siguiente se recibió un telegrama de George S. Daniels, del Ferrocarril Central de Nueva York, que decía: "cotice precio para cien mil ejemplares del artículo Rowan, en forma de folleto. Anuncio tren express del Estado Imperial al respaldo. Diga cuándo puede hacerse la entrega". Contesté cotizando precio y diciendo que podía entregarlos en dos años. Nuestras facilidades de impresión eran pocas, y cien mil ejemplares parecían una empresa magna. El resultado fue que le concedí permiso al señor Daniels para que reprodujera el artículo como quisiera. Lo hizo en forma de folleto, en edición de medio millón de ejemplares. Distribuyó una edición y, además, el artículo fue reproducido en más de doscientas revistas y periódicos. Ha sido traducido a todos los idiomas. Cuando el señor Daniels se ocupaba de la distribución de "Un mensaje a García", el príncipe Hilakoll, director de Ferrocarriles de Rusia, se encontraba en este país. Era huésped de honor de la Compañía del Ferrocarril Central de Nueva York y viajaba por todo el país acompañado por el señor Daniels. El príncipe vio el librito; le interesó más por el hecho de que el señor Daniels lo estaba distribuyendo en tan grandes cantidades, probablemente, que por cualquier otro motivo. De todos modos, cuando el príncipe ruso regresó a su país, hizo que se  tradujera al ruso y se entregara un ejemplar a todo empleado de Ferrocarriles de Rusia.

          Tras éste vivieron otros países, y de Rusia pasó a Alemania, Francia, España, Turquía, la India y China. Durante la guerra entre Rusia y Japón, a todo el soldado ruso que fue a la guerra se le entregó un ejemplar de "Un mensaje a García". Encontrando los japoneses estos libritos en poder de los prisioneros rusos, llegaron a la conclusión de que debía ser algo muy bueno, y, por consiguiente, lo tradujeron al japonés. Y por orden de Mikado, se entregó un ejemplar a todo empleado civil o Militar del Gobierno japonés.

          Más de cuarenta millones de ejemplares de "Un mensaje a García han sido impresos. Se dice que es la circulación mayor de toda la historia del mundo que haya tenido un trabajo literario durante la vida de su autor, gracias a una serie de incidentes afortunados.


          En todo este asunto de Cuba hay un hombre que se destaca en el horizonte de mi memoria como el planeta Marte en su perihelio. Cuando se declaró la guerra entre España y  Estados Unidos (1898), era muy necesario comunicarse prontamente con el jefe de los insurrectos. Encontrábase García en la manigua de Cuba, sin que nadie supiera su paradero exacto. Era imposible toda comunicación con él por telégrafo o por correo. El presidente de los Estados Unidos tenía que contar con su cooperación, sin pérdida de tiempo, ¿qué hacer?
Alguien dijo al presidente: "hay un hombre apellidado Rowan que puede encontrar a García, si es que es humanamente posible encontrarlo". Se mandó a llamar a Rowan y se le entregó una carta para que, a su vez, la hiciera llegar a García.

          Cómo fue que este hombre, Rowan, tomó la carta, la cerró, la metió en una cartera de hule, se la amarró al pecho, hizo un viaje de cuatro días y desembarcó una noche en las costas de Cuba, en un bote sin cubierta. Cómo fue que se internó en las montañas y en tres semanas salió al otro extremo de la isla, habiendo atravesado a pie un país hostil y desconocido y entregó la carta a García, son cosas que no tengo especial deseo de relatar en detalle. Pero sí quiero que conste que MacKinley, presidente de los Estados Unidos, puso una carta en manos de Rowan para que éste la entregara a García. Rowan tomó la carta y no preguntó: ¿Dónde está García? ¡Loado sea Dios! He aquí un hombre cuya figura debe ser vaciada en imperecedero bronce y puesta su estatua en todos los colegios del país. No es erudición lo que necesita la juventud, ni la enseñanza de tal o cual cosa, sino la inculcación del amor al deber, de la fidelidad a la confianza que en ella se deposita, del obrar con prontitud, del concentrar todas sus energías, hacer bien lo que se tiene que hacer: "Llevar un mensaje a García".

          El general García ya no existe, pero hay otros Garcías. No hay hombre que no haya tratado de administrar una empresa que requiera mucho personal, que, a veces no se haya quedado atónito al notar la imbecilidad del promedio de los hombres; la inhabilidad o falta de voluntad para concentrar su inteligencia en una cosa dada y hacerla. La asistencia irregular, la desatención ridícula, la indiferencia vulgar y el trabajo mal hecho parecen ser la regla general. No hay hombre alguno que salga airoso de su empresa a menos que, quieras o no quieras, o por fuerza, obligue o soborne a otros para que le ayuden, a menos que Dios Todopoderoso, en su infinita bondad, haga un milagro y le envíe el Ángel de Luz que le sirva de auxiliar.

          Tú, lector, puedes hacer esta prueba. Te encuentras en estos momentos sentado en tu oficina. A tu alrededor tienes seis empleados. Llama a uno de ellos y pídele lo siguiente: Tenga la bondad de buscar en la enciclopedia y hágame un memorándum corto de la vida de Corregio. ¿Crees tú que el empleado contesta: "Sí, señor", y se marcha a hacer lo que le pediste? Nada de eso. Te mira de soslayo y te hará una o más de las siguientes preguntas: ¿Quién era Corregio? ¿En cuál Enciclopedia? ¿Dónde está la Enciclopedia? ¿Acaso fui yo empleado para hacer esto? ¿No querrá decir usted Bismark? ¿por qué no lo hace Carlos? ¿Murió? ¿Hay prisa para eso? ¿No sería mejor que le trajera el libro y usted mismo lo buscara? Y me atrevería a apostar diez contra uno a que después que hayas contestado el interrogatorio y explicado la manera de buscar la información y porqué la necesitas, tu empleado se retira y obliga a otro compañero a que lo ayude a encontrar a Corregio; regresando poco después diciéndote que no existe tal nombre. Desde luego, puede darse el caso de que yo pierda la apuesta; pero, según la ley de las probabilidades, no debo perder.


          Ahora bien: tú sabes lo que tienes entre tus manos; tú no debes molestarte en explicar a tu auxiliar que Corregio está escrito con C y no con K, sino que, sonriente y de buen humor, le dirás. Está bien, déjelo. Y dicho esto te levantarás y lo buscarás tú mismo. Y esa incapacidad para obrar independientemente, esa estupidez moral, esa deformación de la voluntad, esa adecuada disposición para hacerse cargo de una cosa y realizarla, ésas son las cosas que han pospuesto para muy lejos en el futuro al socialismo puro. Si los hombres no actúan por su propia iniciativa para sí mismos, ¿qué harán cuando el producto de sus esfuerzos sea a beneficio de todos? La fuerza bruta parece necesaria y el temor a la rebaja de salarios el sábado, a la hora del cobro, o el despido, hace que muchos trabajadores y empleados conserven su trabajo o su colocación.


          Anunciad solicitando un taquimecanógrafo, y de diez solicitudes, nueve son de individuos que no tienen ortografía, y lo que es más, de individuos que no creen necesario tenerla. ¿podrían esas personas  llevar el mensaje a García? Mire usted -me decía el gerente de una gran fábrica-: Mire usted a ese tenedor de libros. Bien, ¿qué le pasa? Es un magnífico contable, y si se le manda a hacer una diligencia, tal vez la haga; pero puede darse el caso de que, antes de llegar a su destino, entre en varios bares, y cuando llegue a la calle indicada ya no se acuerde de lo que se le dijo. ¿Puede confiarse a ese hombre que lleve un mensaje a García?


          Recientemente hemos estado oyendo conversaciones y expresiones de muchas simpatías hacia los extranjeros nacionalizados que son objeto de explotación de fábricas y talleres, así como hacia el hombre sin hogar, que anda errante en busca de trabajo honrado, y junto a esas expresiones con frecuencia se emplean palabras duras hacia los hombres que están en el Poder. Nada se dice del patrono que se envejece antes de tiempo tratando en vano de inducir a los eternos descontentos y perezosos a que hagan su trabajo a conciencia; ni se dice nada del largo tiempo ni de la paciencia que ese patrono ha tenido buscando personal que no hace otra cosa más que matar el tiempo tan pronto como el patrono vuelve la espalda. En todo establecimiento o fábrica se tiene constantemente en práctica el procedimiento de selección por eliminación. El patrono se ve constantemente obligado a rebajar personal que ha demostrado su incompetencia en el fomento de sus intereses, y a tomar otros empleados. No importa que los tiempos sean buenos; este procedimiento de selección sigue en todo tiempo, y la única diferencia está en que cuando las cosas van mal, el trabajo escasea y la selección se hace con mayor rigor; pero afuera y siempre tienen que ir incompetentes e inservibles. Por interés propio, el patrono tiene que quedarse con los mejores, con los que pueden llevar un mensaje a García.


          Conozco un individuo de aptitudes verdaderamente brillantes, pero sin la habilidad necesaria para manejar su propio negocio, y que, sin embargo, es completamente inútil para cualquier otro, debido a la insana sospecha que abriga constantemente de que su patrono le oprima o que trate de oprimirle. Sin poder mandar, no tolera que se le mande. Si se le diera un mensaje para que lo llevara a García, probablemente su contestación sería "Llévelo usted mismo". Hoy este hombre anda errante por las calles en busca de trabajo, teniendo que sufrir las inclemencias del tiempo. Nadie que le conozca se atreve a darle trabajo, puesto que es la esencia misma del descontento. No entra en razones, y lo único que en él podría producir algún efecto sería un buen puntapié salido de una bota del número 44, de suela gruesa. Sé, en verdad, que un individuo tan deforme como ése, moralmente, no es menos digno de compasión que el físicamente inválido; pero en medio de nuestro filantrópico enternecimiento, no olvidemos derramar una lágrima por aquellos que se afanan en llevar a cabo una gran empresa, por aquellos que sus horas de trabajo son ilimitadas, pues para ellos no existe el silbato, por aquellos que a toda prisa encanecen, a causa de la lucha constante que se ven obligados a sostener contra la mugrienta indiferencia, la andrajosa estupidez y la negra ingratitud de los empleados que, si no fuera por el espíritu emprendedor de estos hombres, se verían sin hogar y acosados por el hambre. 

          Diríase que me he expresado con mucha dureza. Tal vez sí; pero cuando el mundo entero se ha entregado al descanso, yo quiero expresar unas palabras de simpatía hacia el hombre que sale adelante en su empresa, hacia el hombre que, aun a pesar de grandes inconvenientes, ha sabido dirigir los esfuerzos de otros hombres, y que, después del triunfo, resulta que nada ha ganado, nada más que su subsistencia. También yo he cargado con mi lata de comida al taller y he trabajado a jornal diario; y también he sido patrono y sé qué puede decirse de ambos lados. No hay excelencia en la pobreza, pero sé que los harapos no sirven de recomendación; no todos los patronos son incapaces y tiranos; no todos los pobres son virtuosos. Mis simpatías todas están con el hombre que hace su trabajo a conciencia cuando el patrono está presente, como cuando está ausente, y con el que, al entregarle una carta para García, tranquilamente toma la misiva, sin hacer preguntas idiotas  y sin intención alguna de tirarla a la primera alcantarilla que encuentra a su paso; o de hacer alguna cosa que no sea entregarla a su destinatario. Ese hombre no queda sin trabajo nunca, ni tiene que declararse en huelga para que se le aumente el sueldo. La civilización busca ansiosa insistentemente a esa clase de hombres. Cualquier cosa que ese hombre pida, la consigue. Se le necesita en toda la ciudad, en todo pueblo, en toda villa, en toda oficina, tienda, taller o fábrica. El mundo entero lo solicita a gritos: se le necesita para que pueda llevar un mensaje a García.

                    
     





5 comentarios:

  1. Y cuánta gente no anda pasando ese mensaje a García a Diario?podemos decir que hay cartas García de connotación política, religiosa, amorosa, educación de padres a hijos, cultural, moral, y la extiendo al infinito. Lo bueno está en siempre tener el poder mental de cambiar nuestros pensamientos y corregir nuestros errores, aunque a veces los mensajes a García le hacen la vida más fácil a muchos, pues a veces pensar mucho y creer menos nos hace la vida más dificil de llevar :D

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  2. Mi primer contacto con la historia del “mensaje a García” se remonta a mis tiempos de colegio, algún profesor (a) extraviado en el vericueto de la memoria lo mencionó y siempre asumí la historia como ejemplo de iniciativa y arrojo, es por ello que agradezco el alerta en cuanto a las interpretaciones implícitas del mensaje, cuando se busca un individuo crítico, plenamente consciente de su ubicación en este mundo. Es posible que la clave está en la manera cómo se construye ese empoderamiento personal y en las DHP pueden haber múltiples posibilidades.

    Es así que a medida que avanzaba en la lectura del texto recordé otro ¿una fábula, una parábola? …puede ser, la compartí hace un tiempo atrás con un grupo de trabajadores de una empresa que lamentablemente hoy en día está estatizada. Fue una experiencia de enseñanza- aprendizaje donde tuve la oportunidad de compartir funciones de facilitador y encontré propicia la ocasión de relatar el texto mencionado. El relato se llama “Ascender por resultados” y forma parte de una compilación de pequeñas historias acerca del liderazgo, publicadas en un libro llamado “La culpa es de la vaca”. Puede leerse en el siguiente link

    http://cuentosqueyocuento.blogspot.com/2008/03/ascender-por-resultados.html

    ¿Alguna relación de lo leído en su texto con el contenido del enlace?

    Podría decirse que sí, un jefe encomienda una tarea, espera un resultado y aspira que el producto de esa tarea sea la base para una acertada toma de decisiones, solo que en este caso no fue así al comparar la respuesta obtenida con otro personaje que entra en escena que sí asume lo que hace desde una perspectiva global y apela a un abanico de posibilidades para enfrentar la situación. También como una interpretación adicional se valora dentro del relato ciertos aspectos como la agudeza en la búsqueda de información, identidad y compromiso.

    Es posible que mi perspectiva esté muy ligada al campo del Desarrollo Organizacional pero creo que no todo puede verse tan en blanco y negro al señalar que el señalado mensaje orientará a la imbecilidad. Me causó ruido el término “imbécil” del sub-título realmente, aunque avanzando igualmente en la lectura del resumen de Hubbard, me encuentro con que éste de manera general señala … “No hay hombre que no haya tratado de administrar una empresa que requiera mucho personal, que, a veces no se haya quedado atónito al notar la imbecilidad del promedio de los hombres; la inhabilidad o falta de voluntad para concentrar su inteligencia en una cosa dada y hacerla.” Es decir, que el autor ya daba por sentada tal condición de negligencia en el promedio de los trabajadores ¿realmente era así?

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  3. No sé, me ubico en el contexto del tiempo, finales del siglo XIX, la corriente positivista en marcha, la revolución industrial en desarrollo igualmente, la administración científica de Taylor en su apogeo y todas las consecuencias que ésta última trajo en las relaciones patrono-trabajador.

    Con lo anterior quiero decir que puede tomarse distancia desde el campo del pensamiento al realizar las aclaratorias y advertencias correspondientes dentro de lo que es la esencia del mensaje con la finalidad de conjurar ese “virus” que menciona pudiera empañar el aspecto cognitivo del asunto en los estudiantes, aunque desde el hacer, el trabajo, usted mismo afirma lo siguiente … “He podido observar que muchos de quienes generalmente en nuestro medio han hecho apelación al Mensaje a García, son personas animadas con la mejor intención. Lo que pretenden combatir es la flojera e incentivar el amor por el trabajo; ése es el caso también de muchos de mis más apreciados amigos, algunos de ellos con años predicando por diferentes medios por un desarrollo del pensamiento y suministrando importantes estrategias y valores para lograrlo”.

    En las labores que efectué de supervisión de tareas tanto en la empresa privada en su oportunidad, como ahora en el ámbito público que es la universidad, resiento de ese individuo que es incapaz de hacer preguntas (los estudiantes de ahora, en su mayoría, se resisten a preguntar, noto conformismo y mucha mediocridad, incluso salpico hasta algunos de los colegas profesores) o peor aún que no aporta algo de su propio estilo e iniciativa para realizar con éxito la labor encomendada sin esperar que se les explique hasta el último detalle. ¿Dónde está el límite para inquirir o explicar algo para que efectivamente se activen los procesos del pensamiento en pro de ese individuo crítico o hasta qué punto debe ser detallada las condiciones de una tarea en particular donde el trabajador no pierda su capacidad de generar alternativas?

    Hubbard tuvo un final trágico, no sé si antes de morir ahogado en el naufragio del Lusitania durante el desarrollo de la Primera Guerra Mundial, haya tenido la oportunidad de reflexionar sobre el efecto que su mensaje podría haber tenido en una situación como ésta.

    Por cierto y siguiendo la esencia del texto…¿Cuál es la historia de la dama de negro? Apelé al buscador por todos conocidos y encontré una leyenda vinculada a la muerte, no sé realmente si es la que encaja dentro de este contexto.

    Gracias por la oportunidad.

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    1. Ya el comentario de por sí está bastante completo. Gracias por darle tal importancia.
      No he leído el contenido del link que insertaste, lo buscaré luego.
      No puedo evitar lo del "ruido". En muchas ocasiones es producido a propósito. Es una manera de sacudir al lector. Podría usar otra palabra, por ejemplo "estúpidos" ("Estrategia para formar estúpidos"), pero yo no sabría si sería menos ruidosa. Recuerdo a dos grandes pensadores en distintos campos. Uno es Einstein. En una ocasión dijo: "Hay dos cosas que considero infinitas: el tamaño del Universo y la estupidez humana. Y de la primera no estoy tan seguro". El otro es Bertrand Russell, quien dijo: "El hecho de que una opinión haya sido ampliamente extendida no es evidencia de que no sea absurda; de hecho, en vista de la estupidez de la mayor parte del género humano, es más probable que una creencia ampliamente extendida sea una tontería." Más ruidosos no pudieron haber sido, pero yo estoy totalmente de acuerdo con ellos.
      La historia de la dama de negro está en el libro que he mencionado. Yo lo he utilizado en cursos-talleres que he dictado a profesores. Se utiliza para luego ilustrar cómo los procesos cognitivos entran en la solución de un problema. Pero no importa, como dije, que el lector la conozco; sólo la mencioné para resaltar el valor de la pregunta.
      Gracias, nuevamente por la participación.

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