miércoles, 5 de marzo de 2014







LA SITUACIÓN ACTUAL DE VENEZUELA

POR QUÉ NO CREO EN DIÁLOGO

Octavio Acosta Martínez
Twitter@snittker


 
       
          Ya lo he dicho otras veces, no creo en el diálogo para la actual situación política de Venezuela. No es posible el diálogo porque no tenemos un interés común, un objetivo fundamental que nos impela a buscar acuerdos para su consecución.
       No queremos lo mismo, a menos que nos conformemos en la superficialidad de frases matraqueadas que por su generalidad y vaguedad no dicen nada: “queremos la paz”, “nuestra lucha es por la verdad”, “luchamos por la dignidad del pueblo venezolano”, “defendemos la patria y la independencia”, “¡lucha contra la corrupción, la inseguridad y el alto costo de la vida!”, “por el derecho a la libre expresión”,… Y pare usted de contar. Esto lo dicen todos y parecería paradójico que bajo estas consignas hubiera dos partes enfrentadas en un conflicto sin vías de solución. Un observador desprevenido del exterior se sentirá sorprendido al ver tal grado de enfrentamiento en Venezuela cuando tanto gobierno como oposición enarbolan las mismas consignas.  Quiere decir que hay algo más, algo que va más allá de las palabras cotidianas de conveniencia que se pronuncian para estar bien con la opinión. Hay una ética general tácitamente aceptada que pasa por enarbolar banderas cuyas causas no se practican en la mesa de toma de decisiones. No es posible imaginarse un gobernante que se confiese corrupto o que conociendo la corrupción desatada que se mueve dentro de sus propios colaboradores irrumpa en forma decidida para acabar con ella. No me imagino un presidente que diga: “Sí es verdad, la pobreza en Venezuela es galopante, pero no podemos acabar con ella porque ése es precisamente nuestro capital político. Lo que debemos es diseñar paliativos, planes asistenciales, algunos subsidios alimentarios, planes de salud sencillos, algún que otro plan de vivienda, pero sin acabar con el problema, para hacer que esta pobreza sea más tolerable y el pueblo sienta que hay un gobierno que se preocupa por él. Incluso, hacer de la pobreza una virtud y recaer sobre “los ricos” toda la carga de su precaria situación y la culpa de que no puedan salir de ella. Hay que otorgarle incluso un hálito religioso: “Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el Reino de Dios”. Los pobres constituyen la base de sustentación del gobierno, pero también hacen falta los ricos, para tener a quienes echarles la culpa del fracaso.
         No, un diálogo verdadero tendría que ir hasta el fondo de las cosas, a la esencia del fenómeno político que está sobre el escenario. Y eso no se va a lograr, porque la clase gobernante no puede, por razones estratégicas, destapar las cartas ocultas de su juego. Si nosotros las sabemos, por lo menos en sus aspectos fundamentales, es porque existe un proceso de observación inteligente y procesos deductivos que entrenados adecuadamente permiten leer “entre líneas” y descifrar los mensajes ocultos de las decisiones políticas.
         Pero el gobierno nos lleva varios pasos adelante gracias al hecho mismo de manejar los resortes del poder. Nosotros siempre vamos detrás, manejándonos en el campo de las interpretaciones y sentando protestas no escuchadas por las decisiones que ya el gobierno ha puesto en práctica. Y no se trata en este caso de un gobierno y un poder que se pare en consideraciones éticas ni morales para imponer su verdad y lograr sus objetivos hegemónicos. Por eso no creo en el diálogo.  Y tampoco lo quiero, si resultase que en aras de una supuesta paz tengo que aceptar que el país se desvíe por el camino incierto –quizás más bien cierto- de un modelo político fracasado que ha sido de funestas consecuencias en todas las latitudes donde éste se ha implantado. Para mí, el supuesto e idílico diálogo tendría que comenzar por la disposición comprobada del gobierno de no insistir en la implantación de este modelo socialista revolucionario bolivariano que más de la mitad de la población ha rechazado y una gran parte de la otra casi mitad no sabe siquiera de qué se trata. Pero sabemos que el gobierno no va a negociar su proyecto, la esencia de haberse mantenido allí durante 15 años.
         Por otra parte, es sumamente difícil dialogar con alguien a quien no se le puede creer nada, y eso es lo que me pasa exactamente con este gobierno: no le creo nada. En un hipotético acuerdo que se llegare con él su parte tendría que ser suministrada “al contado”, porque la experiencia, su carta de antecedentes, la experiencia acumulada con él, no me permite otorgarle el más mínimo crédito. Quizás debería hacer una corrección: sí le creo cuando amenazan con alguna medida que nos va a causar un mal o producir alguna molestia. Ahí son increíblemente efectivos.

MIS CONDICIONES PARA EL DIÁLOGO QUE NO SE VA A DAR
         Vamos al terreno práctico. ¿Cuáles serían mis condiciones mínimas para iniciar un diálogo? Establecerlas es fundamental, las partes que dialogan lo hacen sobre la base de una plataforma mínima que debería cumplirse para que el intercambio sea fructífero y no se convierta en un saludo a la bandera, como lo han sido tantos, en Venezuela y en el mundo. Éstas serían las mías:
1.      Revertir las medidas tomadas para imponer el modelo político bajo la denominación de Socialismo del Siglo XXI. Esta reversión deberá materializarse en
·        Aceptación del gobierno de revertir las leyes y modificaciones de leyes que fueron rechazadas en el Referendum Constitucional de 2007, e introducidas luego en diferentes leyes orgánicas posteriormente aprobadas, algunas de ellas bajo régimen de Ley Habilitante.
·        Compromiso del Tribunal Supremo de Justicia de declarar la nulidad de estas leyes y/o sus modificaciones, aprobadas luego de haber sido rechazadas en dicho Referendum Constitucional.
2.    Este punto anterior es fundamental para el inicio de cualquier diálogo; por supuesto, considerando que yo fuera uno de los dialogantes. No puedo de ninguna manera aceptar que la voluntad de un electorado, claramente expresada en un proceso de votación para el que fue convocado, sea descaradamente burlado aprovechándose de una mayoría legislativa con una caprichosa interpretación de sus funciones. El desconocimiento de una voluntad expresada siguiendo todas las pautas establecidas para la participación democrática incide en la pérdida de la fe en el voto y hace que el ciudadano busque soluciones por otras  vías alternativas (la protesta de calle, por ejemplo). La desobediencia civil comienza a perfilarse como una alternativa válida. No puedo comprometerme, si ello forma parte de las exigencias del gobierno, a aceptar el levantamiento de una protesta activa en la calle bajo la aceptación por mi parte del violentamiento de la voluntad expresada en las urnas.                                                                                                              
El desconocimiento de la voluntad expresada en el Referendum Constitucional es aún más grave que el burdo manejo que se dio al resultado de la última elección presidencial, a la auditoría chucuta con que se respondió al candidato supuestamente derrotado. Por lo menos en este caso queda la duda sobre la idoneidad del proceso y sobre la verdad del verdadero resultado si la elección hubiese sido limpia y transparente. Pero en el referéndum Constitucional de 2007 no hubo duda alguna: las modificaciones fueron rechazadas y así fue reconocido por el CNE y por el Ejecutivo proponente. ¿Cómo es que posteriormente fueron introducidas por gotas en leyes subordinadas a la Constitución?
3.    Reconocimiento del gobierno de que no hay independencia de poderes y compromiso de su parte a dar los pasos necesarios para restituirla. Esto pasaría por:
·        Renovación del CNE, TSJ, Fiscalía General, Contraloría general, Defensoría del Pueblo. Diseñar procedimientos con la participación de la oposición organizada de tal manera que ambas partes, gobierno y oposición, lleguen a un consenso sobre la idoneidad e independencia de los nuevos representantes nombrados.
·        Diseñar mecanismos idóneos en el funcionamiento de la Asamblea Nacional para acabar con la aplanadora sistemática de una mayoría sobre una minoría que nunca tiene derecho a nada y sus puntos de vista jamás son escuchados, mucho menos tomadas en consideración sus propuestas.  En la actual Asamblea Nacional hasta las tribunas oficialistas hablan y actúan mientras se le coarta a la oposición el derecho más elemental que puede tener allí un diputado elegido por un sector de la población: el derecho a ejercer la palabra.
En estos dos subpuntos anteriores tampoco creo que el gobierno y demás poderes del Estado vayan a hacer concesión alguna. Precisamente este juego a cuadro cerrado que ellos realizan es lo que garantiza la imposición de su modelo socialista por las vías “legales” heredadas de la democracia, aplicándolas en forma descaradamente arbitrarias. Yo no dialogo bajo la condición de aceptar este esquema.
4.    Eliminación de la variable Cuba. ¿Qué hacer con Cuba? Cuba está en el centro del problema. ¿Habría que introducir a Cuba en la mesa de diálogo? Por supuesto que no, esto es un problema de soberanía. Pero Cuba está ahí. Cuba se está jugando la vida en la revolución bolivariana. El difunto y su chavismo fue la tabla de salvación que le mandó Dios (es un decir) a la revolución cubana, cuyo fracaso había alcanzado niveles que la ponía al borde del naufragio definitivo. Pero llegó el comandante (el venezolano) y mandó a parar. Ahora Cuba está metida en Venezuela hasta los tuétanos. Ella está en las decisiones estratégicas fundamentales, pero no aparece directamente en la escena. ¿Cómo realizar un diálogo sin considerar esta variable? ¿Qué tratamiento dar a variables ocultas e inconfesas como la presente? El asunto está que con su desconocimiento, con hacerse el loco, no se podrá llegar a nada verdaderamente relevante. No me imagino al bigotúo de Miraflores, sentado en una mesa de diálogo con la oposición y llegando a acuerdos sustanciales con ésta sin levantarse de la mesa a realizar consultas,… ¿Con quién? No quiero insistir mucho sobre esto porque se trata de una realidad que todo el mundo conoce, aunque no sé si todos la habrán ponderado en sus verdaderas dimensiones. Pero nada más que por esto, creo que el diálogo es imposible.
5.     Hay otros puntos que considero menos relevantes, aunque tienen su importancia, sobre los que sería posible “dialogar” y obtener algunos acuerdos con el gobierno. Sería posible llegar a un acuerdo sobre los presos políticos, incluso la liberación de Simonovis. Sería posible lograr la liberación de Leopoldo López. Sería posible obtener ciertos espacios en los medios de comunicación y se podrían detener algunas medidas de censura impuestas a ellos. Sería posible lograr del gobierno el aguaje de investigar ciertos excesos de las fuerzas del orden y prometer castigo a los culpables “vinieren de donde vinieren”. Sería posible emprender algunas medidas de abastecimiento. Sería posible acentuar medidas contra la inseguridad. Otro aguaje posible es el de combatir la corrupción. De hecho, el mandato bajo Ley Habilitante que goza el bigotúo de Miraflores, fue dado precisamente para acabar con la corrupción. No sé si dentro de las variables de la inseguridad está contemplada el exceso de las fuerzas policiales. Para mí la diferencia que hay entre que me atropelle y/o me mate un delincuente común, o lo haga un guardia nacional, es irrelevante, de todas maneras voy a quedar bien muerto.

¿CUÁL ES LA SALIDA?
         Hay varias, siempre hay salidas. Las salidas se acaban cuando decimos que no tenemos ninguna. Quizás tenga alguna para ofrecerles, lo que trataré en un próximo artículo. Mientras tanto tengo algunas certezas parciales. Una de ellas va en sentido negativo y la he expresado en este trabajo: no creo que sea posible diálogo entre dos modelos diferentes y antagónicos. No hay que confundir diálogo con negociación. La negociación sí es posible, pero para negociar con gobiernos autocráticos y dictatoriales hay que ir respaldado por una fuerza que los obligue a sentarse para llegar a ciertos acuerdos. No se trata de esa cuchufleta que se instaló en Miraflores para hablar sobre la paz. La historia ha enseñado que la contradicción se resuelve por la imposición de un modelo sobre el otro. Así que nuestra lucha tiene que ir en el sentido de rescatar y perfeccionar el modelo político democrático. Otra va en sentido positivo: mientras tanto (recalco el mientras tanto) y en aras de construir esa fuerza que obligue al gobierno a sentarse, escuchar y hacer reales concesiones, y finalmente lograr la verdadera transformación democrática, debemos mantener la protesta viva, activa, de calle que comenzó el 12 de febrero. Mantener la firme actitud de que no aceptaremos el modelo socialista con los fuertes matices fascistas que el gobierno trata de sostener. No aceptaremos ese modelo y no podemos escatimar esfuerzos para demostrarlo. Pese a todas las críticas que se han hecho a las protestas, algunas de ellas provenientes de nuestros propios aliados, algunas con fundamentos y otras impregnadas de la ingenuidad de un cuento de hadas, las protestas han producidos efectos altamente positivos (leer en La Braga Azul anterior PROTESTA PACÍFICA ¿QUÉ ES ESO?). No podemos cejar en ello. El rescate de la calle es fundamental. Esos son espacios que nos pertenecen y nos habíamos dejado quitar. Pero ahora estamos ahí y ahí debemos permanecer. De forma pacífica, como le gusta a tanta gente, pero también firme y decidida. Pero eso no basta, si algo ha demostrado este chavismo es su insensibilidad a todo movimiento de protesta, sea de la naturaleza que sea. Ellos pueden dejar que el país se vuelva añicos sin dar su brazo a torcer en su loco y anacrónico proyecto. Por eso hay que hacer algo más. Hay que poner las neuronas a trabajar, para eso tenemos tantas en el cerebro. Hacer una vigilia colectiva de neuronas para parir la salida que necesitamos. Siempre hay una salida. De eso trataré ¿ya lo dije? en el próximo artículo.