jueves, 27 de noviembre de 2014

EL ANTI-MITO





                                                                 
                            Tofaus


Octavio Acosta Martínez
octaviocultura@hotmail.com
    Twitter: @snittker.com

     Estoy escribiendo una historia y provisionalmente les adelantaré algo. Bajo una supuesta política de mercadeo diríamos que estamos en la fase promocional.

     Concebí esta historia inicialmente como un cuento, pero ella se ha independizado de mi voluntad, adquirió su propio vuelo y paulatinamente se ha venido convirtiendo en una novela. Por lo menos eso es lo que pretende. Espero que de darse así, me tenga un poco de consideración y no alcance a pasar de un solo tomo.

     Se trata de la vida de un joven, alto, delgado, de amplia cabellera, musculatura moderadamente marcada, mirada un poco inocente, como de niño. En fin, esas características físicas que en general son del agrado de las mujeres. Además, con una buena preparación intelectual. 

     Pero este joven tenía el defecto de la impaciencia, característica ésta por la que muchos se lanzan al precipicio sin antes ponerse el paracaídas. La impaciencia de nuestro héroe se manifiesta en un deseo irrefrenable de llegar pronto a la vejez para así, disfrutar las delicias que, según lo que había leído, le otorgan a los viejos.

     Efectivamente, además de numerosas cadenas de jubilados que recibía en sus cuentas de emails...-No, él no era jubilado, sino su padre -profesor jubilado de la Universidad-, y quizás a través de éste le llegaban esos correos-,... ¿Decía...? ¡Ah! ¡Sí!... Y también en facebook, del cual prácticamente era un devoto, le llegaban constantemente frases  de grandes pensadores, como Paulo Coelho, por ejemplo (no sé en realidad cuál será la talla de Coelho), y videos muy bien montados en PowerPoint, con fondo musical de Richard Clayderman -el pianista de las quinceañeras y de los viejos edulcorados-, donde se muestran la belleza, la bondad, la poesía, la espiritualidad, el descanso filosófico, la recolección de todos los saberes de la vida. En definitiva: todo lo inherente al disfrute de esta etapa, la última de la vida.

     "De la vida de los seres humanos" -quizás la aclaración sea innecesaria-, porque de la vejez de los animales, los veterinarios, que son los que saben, no dicen nada. Sólo sé que en un determinado momento, los dueños (de los animales domésticos; los callejeros y los que viven en el monte quedan a expensas de lo que la naturaleza haga con ellos) se los llevan a ellos, a los veterinarios, para que los sacrifiquen. Claro, no se trata de ningún espíritu asesino expresado en animalicidio, sino todo lo contrario. Es por un sentimiento humanitario -o animalario- que se recurre a esta drástica práctica. Lo que se busca en verdad, es evitarles este último sufrimiento mortal a sus mascotas. Por eso deduzco que la vejez de los animales no debe ser tan placentera como la de los humanos, para quienes el "sacrificio" es algo que está totalmente condenado. Incluso para aquellos casos cuando es la propia persona, candidata inmediata al viaje eterno, quien lo pide a gritos (si puede gritar). La eutanasia -así la llaman, no es ninguna maracucha- está prohibida. Sobre todo por la iglesia, que es especialista en prohibir todo.

     El joven del cuento, cuyo nombre es Tofaus...Paréntesis 1: (ya era hora de que lo dijera), Parentésis 2: (tampoco es maracucho)..., estaba dispuesto a cualquier sacrificio (¡qué contradicción!) con tal de adelantar etapas y acercarse de una vez al tan codiciado goce senil. Así fue como llegó a contactar al gestor adecuado que le suministraría este servicio, ...¡el Diablo!

     El Diablo, Satanás, Lucifer, Bush,...¡perdón! Lo escuché tanto que se me quedó... Ése, el propio Demonio, que como bachaquero en supermercado no pierde la oportunidad de sacarle partido a todas las situaciones, se le presentó a Tofaus para decirle que él tenía el poder de llevarlo inmediatamente a la vejez, para lo cual le ofrecía sus servicios.

     -¿Puedes hacer eso?- preguntó al desconocido, una vez superada la sorpresa de la inesperada presencia.
      Cuando sucedió esto, Tofaus estaba en su estudio, frente a la computadora, revisando precisamente los mensajes de sus amigos de facebook.

     -¡Claro! -respondió el Diablo- Yo puedo hacer cualquier cosa que me pidas.
     Sonaba un poco arrogante, pero convincente por la fuerza y seguridad que le daba una larga experiencia.

     -¿Es que acaso eres Dios?-preguntó inocentemente Tofaus.
     Esta ingenuidad era comprensible en Tofaus, por cuanto el Diablo estaba vestido de civil y él no lo reconoció enseguida. Pero el Diablo no se sintió muy agradado con la pregunta.

     -¡Shiii! No ofendas -dijo el Diablo, llevándose el dedo índice de la mano derecha a los labios, indicándole que no hablara-. Dios hace de todo, pero con muchos errores. Constantemente tiene que estar reacomodando los entuertos que produce. Además, le gusta culpar a la humanidad por sus equivocaciones. Las de él, las de Dios, ¿me entiendes? Él hace algo mal y después le echa la culpa a los humanos, y los castiga por ello.

     El Diablo hizo una pausa, como para estudiar las reacciones de Tofaus, y luego continuó:
     -Conmigo no corres ese riesgo, conmigo estás garantizado, mi trabajo es perfecto. Lo que yo hago, hecho está, y nadie lo puede modificar. ¿Hacemos trato?

     Tofaus vaciló un poco. Ante lo inesperado de la situación y frente a la avasallante personalidad del Diablo, no atinaba a decir nada. Lo único que se le ocurrió, al rato, preguntar fue:
     -¿Y cuánto me costará eso?
     -Sólo tienes que darme tu alma cuando mueras- contestó el Diablo con tono de que se trataba de una minucia.
     -¿Tan caro?- exclamó Tofaus alarmado.
     -(¡Ya está! Comenzó el regateo) -pensó el Diablo. Y luego en voz alta: -Bueno, tú sabes cómo están las cosas ahorita, todo está muy costoso.Con la cantidad de religiones que ha proliferado es cada vez más difícil conseguir materia prima para las pailas...¡Digo! para hacer mi trabajo de vulcano. Sin embargo, te estoy dando el mismo precio de siempre, ¿tú no has leído? Puedes averiguarlo ahorita si quieres, aprovechando que estás metido en Internet. 

     El Diablo era un lince para negociar. Tenía casi a punto a Tofaus. Sin embargo, había síntomas de resistencia; por eso el Diablo, apelando a sus dotes de encantador de serpientes, adornó un poco más su oferta:
     -Fíjate que a cambio de eso no tendrás que hacer cola ni esperar todos los años que te faltan para llegar a la vejez. Tú me confirmas el trato,...con tu palabra me basta..., e inmediatamente tus deseos serán una realidad.

     Tofaus vaciló nuevamente, pero fue sólo un instante. Sus ansias de vejez eran muy grandes. Al fin y al cabo ¿qué podía perder? Si el Diablo no cumplía, él tampoco estaría obligado a darle su alma. Era palabra contra palabra. Así que levantó la mano, la dirigió hacia el Diablo, y le dijo:
     -Trato hecho, ¡chócala!

     El Diablo la chocó y enseguida se levantó una gran nube de humo que inundó todo el estudio, impidiendo incluso que el Diablo y Tofaus se pudieran ver. 


Cuando el humo se disipó, el Diablo estaba parado frente a un viejito sentado al otro lado del escritorio. Tofaus, perplejo, quiso levantar prontamente sus manos para palparse el rostro y confirmar si había cambios, pero el movimiento fue muy brusco -eso pensó él- y sintió un pinchazo en el hombro que frenó en el acto el movimiento, completándolo luego lentamente y con cierta dificultad.
     -Es el manguito rotador -advirtió el Diablo-, que tendrás que revisarte pronto. Y algunos problemas de circulación. Nada de  qué alarmarse, son problemas normales y propio de tu nueva edad. Recuerda que yo hago mis trabajos completos y como deben ser.

     Tofaus no le dio importancia a este pequeño inconveniente, pues rebosaba de contento. Había logrado abrir una trocha hacia la vejez. Este Diablo era un verdadero demonio. Quiso lanzar un grito de felicidad, un "hurra", una risa estridente que denotara el hallazgo de su nuevo estatus, pero cuando trató de hacerlo le reventó una tos por una fuerte carraspera en la garganta. Casi se queda sin respiración, pero eso no era nada comparado con los placeres que le aguardaban.

     El Diablo no tenía más nada que hacer y se dispuso a marchar.
     -Chao, me voy. El trabajo está hecho. Dentro de unos meses vengo a buscar tu alma.
     -¿Cómo "unos meses"? -replicó Tofaus- ¿Por qué tan rápido?
     A lo que el Diablo respondió:
     -Recuerda que ahora eres un auténtico viejo, tienes que acostumbrarte a esa idea. Ya no te queda tanto de vida. Aprovecha bien eso que te resta. Nos vemos.
     Y desapareció de la misma forma como había llegado.

     Tofaus quiso retener al Diablo para hacerle una última pregunta:
     -¡Espera!
     E intentó levantarse rápidamente de su asiento, como estaba acostumbrado, pero un fuerte estirón entre la cadera y el glúteo le hizo volver inmediatamente a su silla. Se levantó después -el Diablo ya había desaparecido-, poco a poco, y salió de su estudio. Atravesó despacio la sala y se dirigió hacia la puerta de salida. Quería saber cómo se veía el mundo bajo la mirada de la experiencia.
Estaba ansioso por verificar si los rayos del sol se filtraban cálidamente entre las ramas de los árboles y unas bellas mariposas de todos colores revoloteaban alrededor, mientras las notas del piano de Clayderman salían de entre las blancas nubes y se esparcían por el cielo. Si los árboles presentaban coloraciones entre anaranjadas, verdosas, marrones y ocres, como en los inicios del otoño, y las flores se abrían con goticas condensadas en sus pétalos, mientras las mariposas se paraban en ellas para cumplir con el rito de la polinización.


 Y si cerca había algún riachuelo de aguas cristalinas, mientras a lo lejos se observaba un salto que parecía de postal, pero no era postal, sino la naturaleza sonriéndole a la vejez, tal como él lo había visto en tantos videos que le habían enviado los jubilados.


     Cuando salió ansioso al porche, estaba comenzando a llover y se topó con el hombre que sacaba la maleza y cortaba la grama del jardín. Al verle, éste lo saludo respetuosamente y le dijo:
     -Cuidado, jefe, que está lloviendo. No se vaya a mojar, no sea que coja un resfriado.
     Tofaus, entonces,...
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     Amigos, les dije que sólo se trataba de un adelanto promocional, para que tengan una idea de lo que será el cuento, o la novela, o lo que salga, de esta historia de Tofaus, el anti-mito...¡Ajá! ¿Y porqué "anti-mito"? Casi se me olvidaba decirles.

     Una vez un tipo llamado Goethe escribió la historia de Fausto. En realidad el Goethe éste, no inventó a Fausto ni el fulano pacto con el Diablo. Esta historia ya existía e incluso parece que Fausto fue un personaje real. Varios habían escrito sobre él, pero fue Goethe quien lo convirtió en un ícono de la literatura universal. Ustedes conocen la historia:
     Fausto, un viejo profesor, con mucho conocimiento en varias áreas científicas y humanísticas, pero frustrado y amargado por lo que dejaba atrás, por lo que no había aprovechado, y por lo que ya no volvería, hizo un pacto con el Diablo para recuperar su juventud, pero con el conocimiento de viejo, y aún más.¡Vaya una aspiración! Un contrasentido, un absurdo, ¿quién entiende al hombre? ¡Querer volver a la juventud cuando se está en la mejor época de la vida!

     Pero más inexplicable fue el impacto que esta obra produjo. No sólo en lo literario, como les dije, sino como representación nata de anhelos reprimidos, de frustraciones, de valores éticos y morales controvertidos, de la necesidad inagotable de amor y de placeres. El personaje sobrepasó la obra que lo catapultó y se convirtió, él mismo, en un mito del hombre de la modernidad. ¿Quién entiende el mundo? Los valores están todos trastocados.  Por eso estamos como estamos.
     ¡Pues, no! Hay que destruir esto, es menester acabar con ese mito. Y lo mejor para acabar con un mito es crear un anti-mito. Ésta es la razón que me ha llevado a crear el personaje de Tofaus y mostrarlo como el anti-mito necesario. Este anti-mito expresa el verdadero sentir humano y no lo que desadaptados, como el tal Goethe, artificialmente han creado.

     Pero ustedes, amigos, tendrán que revestirse de paciencia y esperar que termine mi historia. Como les dije, Tofaus cogió vuelo y está exigiendo ahora una novela. Si al otro le hicieron una, ¿por qué no a él? Todos los días le sucede algo nuevo para que yo lo escriba, es un chantaje.

     Ayer, por ejemplo, fue a orinar y le sorprendió que a pesar de las irreprimibles ganas que le apremiaban, sólo le salía un chorrito. Casi tuvo que cantarle una canción de cuna al bichito aquel para que se relajara, pues él creía que era debido a la tensión psicológica, producto de la nueva situación. Se tardó como 10 minutos con aquel minúsculo chorritico. Él, que lanzaba un chorro de hasta 5 y 6 metros, y hacía competencias con los amigos para ver quien lo lanzaba más lejos. Pero ayer mismo se enteró que hay una cosa llamada próstata y ahora quizás tenga que operársela, haciéndose, por supuesto, su respectiva biopsia para determinar si lo que tiene es benigno o maligno. Así, cada día disfruta Tofaus alguna nueva de esas maravillas de la vejez, queriendo a su vez, compartir esta alegría con los demás. Por eso me incita a escribir, y escribir, y escribir. Me tiene preso este Tofaus, el Fausto al revés, el anti-mito.