viernes, 21 de diciembre de 2012

                 
ABSTENCIÓN
LAS FALSAS ASEVERACIONES

Octavio Acosta Martínez



            Tarea difícil ésta para mí, el tratar de escribir algo sobre política en esta época (hoy es 21/12/12) cuando estamos en los preparativos para la elaboración de las hallacas, las gaitas y aguinaldos inundan el ambiente y nos encontramos en el clásico corri-corri previo a la noche del 24. Pero es que cuando enciendo el televisor y sintonizo un canal nacional, o leo la prensa escrita, el tema siempre está ahí: el análisis de los resultados de las elecciones para gobernadores. Y dentro de éste, el fenómeno de la abstención y su incidencia en dichos resultados, surgiendo ella como la gran culpable de la derrota de la propuesta (¿hubo una “propuesta”?) de la tolda opositora. Como desde antes de este último proceso electoral me he sentido bombardeado por un discurso tendente primero, a disuadirme(nos) de cualquier intención abstencionista, y después a calificarme(nos) –más bien “descalificarme(nos)”- y culparme(nos) por el fracaso obtenido, siento como la necesidad de referirme a algunos de estos argumentos esgrimidos. Dado que dentro la división del trabajo casero inmediato me corresponde la honrosa tarea de limpiar las hojas para las hallacas, iré directamente al grano para salir rápido de esto…

         La indiferencia. Es una forma simplista de ver las cosas si se piensa –y se dice- que la abstención es un acto de indiferencia. ¿Por qué no pensar que es la impotencia de no encontrar opciones válidas en el menú electoral que se presenta? Muchas veces he ido a un restaurante y no ha habido nada de lo que he deseado comer. Por las razones que sea el restaurante me presenta unas pocas opciones, todas de mi total desagrado, sabiendo además que cualquiera de ellas es mala para la gastritis que he sufrido durante mucho tiempo ¿Qué haría usted en mi caso? ¿Comería obligado cualquier cosa? Yo no, si quienes me acompañan desean hacerlo, que les aproveche. A mí, particularmente me cae muy mal el pollo y también me hacen daño los amelia chávez ¿Indiferencia? La abstención, como fue mi caso –y sospecho que el de algunos miles más- fue un acto de inconformidad y de rechazo, de no identificación con ninguno de los líderes que me presentaron en el menú. Quizás en otro Estado habría tomado una decisión diferente, pero no aquí en Carabobo donde la abstención, por cierto, sobrepasó ligeramente el 50%  (por encima de la media nacional). Los analistas políticos  deberías estudiar estas cifras y darles una explicación ¿Será que hay un 50% de “indiferentes” en este Estado?

         El deber de votar. Entiendo que votar es un derecho, pero ¿es también un deber? Y si es un deber ¿de qué tipo lo es? Por lo menos legalmente no. Obligatoriedad y derecho no son la misma cosa. Hubo un tiempo en que sí lo fue y era castigado si no se hacía. Por ejemplo, uno tenía que presentar un comprobante (calcomanía sellada en la cédula, u alguna otra cosa) ante la taquilla de un Banco para poder cobrar el sueldo. Tampoco podía firmar ciertos documentos ni viajar. Por alguna razón estas medidas fueron abolidas y el votar se convirtió en un acto de voluntad individual ¿Cuál habrá sido la razón para eso? Hay muchas, tema para otro debate que asumiremos en su debida oportunidad. Por ahora dejo el planteamiento de que la abstención es un derecho tan legítimo como el de votar.
¿Será un deber político? Depende del contexto y del votante. Mi abstención fue una postura política, de protesta, ante el chantaje a que se me quiso someter: o comes pollo o te pintas de rojito.
Datos adicionales para el análisis. En dos países que son considerados como ejemplos de estabilidad democrática en el mundo, Estados Unidos y Suiza, los niveles de abstención están alrededor del 50% en uno y sobrepasa el 40% en otro ¿Tendrá la abstención una interpretación única dondequiera que se presente?

         “Si no votas, después no tendrás derecho a reclamar nada”.  Éste es uno de los argumentos  más curiosos de los que he escuchado. Si no voto pierdo todos mis derechos. Cualquier cosa me pueden hacer, cualquier cosa me puede pasar. Me pueden atropellar, pueden abusar de mí y de mi familia, me pueden cobrar lo que sea por cualquier cosa, me pueden atracar en la calle, me pueden cortar la luz y el agua cuantas veces quieran, me pueden cobrar los precios más exorbitantes por cualquier bien, me pueden cerrar las puertas para cualquier gestión oficial ya que aparezco en una llamada Lista de Tascón… y pare usted de contar; pero yo no tengo derecho a reclamar, por el sencillo hecho de que ejercí el derecho que tengo de abstenerme.  Pienso quebajo este argumento a los gobiernos autoritarios debería convenirle altos índices de abstención, así tendrían menos personas con derecho a reclamar nada. Francamente, éste es un argumento en el que no vale la pena desgastar neuronas para refutarlo, y si lo menciono es porque en el extraño mundo de “aunque usted no lo crea” constantemente aparece.

         “No dejes que los demás decidan por ti”. Éste es otro principio esgrimido por los militantes del voto que me produce también bastante curiosidad. No debo dejar que los demás decidan por mí sobre lo que otros decidieron que yo debía decidir (¡cómo admiro a Morin!). ¿Quién decidió por mí que sería el pollo quien me debía representar? A mí no me preguntaron nada ¿y a usted? Yo llegué al restaurante y el mesonero me dijo “esto es lo que hay”, y lo que no dijo, pero quizás lo pensó: “lo toma o lo deja”. No extendamos esto, la pregunta que me hago es quiénes están decidiendo por mí sobre quiénes deben  ser mis candidatos.

         El argumento a golpes. No, no se trata de golpes de Estado, sino del vulgar golpe patotero. Me pasó, todavía no lo creo, pero como me pasó, lo cuento. Al fin y al cabo, ello forma parte de la escena política y de los argumentos con los que algunos participan. El viernes 13 antes de las elecciones un grupo de profesores universitarios calificaban de antemano a quienes no fueran a votar. Ya las encuestas vaticinaban que habría un alto índice de abstención. Como los calificativos no eran muy enaltecedores se me ocurrió pronunciar las palabras mágicas: “yo no voy a votar”. Pensé que así podría apaciguar un poco la emotividad reinante por el respeto a la disidencia que produciría uno de los presentes. Pensamiento equivocado. Los “argumentos” se redoblaron y fueron redireccionados hacia mi persona. Ante el inevitable intercambio verbal que se produjo, un profesor universitario jubilado, directivo de uno de los gremios que nos agrupan, se me abalanzó para golpearme. Por supuesto, me defendí, pero ahora no deja de admirarme el hecho de que no me liaba a golpes con nadie desde que estudiaba primaria.
¿Suena a chisme? Puede ser. Pero este suceso me ha producido hondas reflexiones sobre la realidad que estamos viviendo en Venezuela. Gran parte de la oposición anda enferma y amargada por las recientes derrotas electorales que hemos sufrido. Muchos no buscan explicaciones, sino culpables. Se producen reacciones violentas por doquier. ¿Qué esperar luego, si a la intolerancia le oponemos intolerancia y a la violencia, violencia? ¿Cómo criticar a círculos bolivarianos y motorizados patoteros si tenemos profesores universitarios que apelan a los golpes para limar sus frustraciones políticas? Un reconocido y galardonado artista plástico venezolano escribió por una de las redes sociales “Abstencionistas de pupú”, en la búsqueda de culpables para la derrota. Me recordé de Chávez con aquello de “su victoria de mierda”, ¿recuerdan? ¿Cuál es la diferencia entre una postura y otra? Solamente el bando donde se milita.

         En este sentido reconozco y saludo el esfuerzo que realizan algunos estudiosos serios por encontrar explicaciones y diseñar políticas alternativas. Es lo que hacen los profesores y otros profesionales del Observatorio Venezolano. Brindan argumentos y promueven la discusión. En la última entrega, Nelson Acosta, señala lo que no aparecía en el menú que nos entregó el mesonero (no hay “un relato político alternativo que rivalice con el oficialista”). El problema para la oposición es salir de Chávez y para eso hay que votar contra Chávez sin importar quien lo enfrente. Yo mismo he optado en ocasiones por esta solución desesperada, sólo que ya cansa, el agotamiento existe. Pero no hay propuestas de envergadura. Sólo se cae en el mismo asistencialismo que criticamos (aumentar el salario mínimo a 2500 bolívares, fortalecer las misiones; consignas abstractas, como aquella del “progreso”, y cosas similares).

         No puedo extenderme, me están esperando para limpiar las hojas. Me voy a permitir dejar planteados lo que para mí son algunos axiomas fundamentales: Uno, la oposición carece de propuestas y se impone la necesidad de elaborarlas. Lo difícil es precisamente saber o determinar cuáles serán esas propuestas. Dos, hay que caracterizar muy bien, PREVIAMENTE, el contexto social y político donde se ofertarán dichas propuestas. Si no se hace esta caracterización será imposible que por obra del azar echemos un pegón y demos justamente con la (s) propuesta(s) idónea(s). Tres, tenemos un pueblo de muy baja cultura política (este punto lo pienso discutir en otro trabajo). Si seguimos con el cuento de que “el pueblo es sabio y no se deja engañar”, “el pueblo ha aprendido”, “el pueblo sabe lo que quiere”, “el pueblo nunca se equivoca”, “el pueblo sabe lo que es bueno y lo que es malo”,  y cosas por el estilo, muy difícilmente vamos a dar con una propuesta válida. Yo creo que este pueblo, el gran elector, no es sabio, todos los días lo engañan, no ha aprendido nada y se equivoca todo el tiempo. Es más, está mal y no sabe que está mal. Y en las ocasiones singulares que siente que está mal, le atribuye esto a causas “sobrenaturales” o a otras, muy terrenales, pero totalmente divorcias de las verdaderas. Pienso que esto mucha gente seria lo sabe, pero no lo dice por lo impopular que suena. Y el político que tenga el guáramo para reconocerlo y decirlo está perdido. Como no soy político, por lo menos de la clase que siempre aspira a gobernarnos, y no aspiro a nada de eso que llaman poder y que tanto gusta, no me importa decirlo. Pero si alguien se considera un científico social de cierta seriedad y quiere producir una doctrina para el cambio tiene que considerar esta variable. Al político de oficio le quedan dos caminos: o acepta que el pueblo es así y elabora el discurso que de acuerdo a esta caracterización a este pueblo le gusta escuchar (lo que hace Chávez muy bien), o lo rechaza, trabaja para moldear otro hombre venezolano y elabora políticas para este nuevo hombre. Reconozco que la primera de las opciones es la más fácil y es a la que han apostado todos los gobernantes exitosos que hemos tenido. Sobre todo este último se ha llevado la medalla de oro. Pero yo me anoto en la segunda. De ser exitosa habríamos hecho -¡ésa sí!- una verdadera revolución.

         Espero que nadie me venga a caer a golpes por estas opiniones.


                               ¡Feliz Navidad!  o  ¡Feliz Fin de Mundo!


(La profesía de los Mayas se parece a la de muchos políticos que apostaron al triunfo en las elecciones) 







miércoles, 12 de diciembre de 2012



                                       LA DESPEDIDA
Octavio Acosta Martínez


     No, no estoy despidiendo a nadie, a pesar de la actualidad bolivariana. Se trata de la Sinfonía No 45 de Franz Joseph Hayn, "La Despedida", o "sinfonía de los adioses", como también es conocida; o "Farewell", su nombre en inglés.

Sucede que hoy 12/12/12/ (singular día) estoy recibiendo un grupo de discos que compré en Amazon, entre los cuales se encuentra dicha obra.




     Ésta tiene una historia curiosa dentro de ella y tiene otra historia muy particular para mí. ¿Cuál es su historia interna?

     Fue compuesta para el príncipe Nikolaus Esterházi, mentor de Haydn para el año 1772. En esa oportunidad, el príncipe fue a pasar una temporada en su castillo de Esterháza, Hungría. Y como en esa época ho había equipos de sonido Sony, ni Samsung, ni siquiera un modesto Panasonic, para distraerse mientras no hacían nada, la nobleza llevaba consigo su propia orquesta. La orquesta de este príncipe estaba dirigida nada menos que por Haydn.


 

     Los músicos dejaron sus familias, sobre todo sus mujeres, en Eisentadt, por lo que no contaban con otra distracción que andar tras el príncipe para donde él quisiera pasear. Para colmo, la temporada se prolongó más de lo esperado y el príncipe no daba muestras de querer regresar. Los músicos no sabían como expresarle sus angustias sin que sonara a un irrespetuoso "¡ya basta!". Pero Haydn tuvo una idea genial y utilizó el lenguaje que él mejor dominaba: la música. Así, compuso una sinfonía con los clásicos cuatro movimientos para la época, con la particularidad de que el cuarto termina en un adagio donde cada músico, de acuerdo a un orden establecido, deja de tocar, apaga la vela de su atril (en eso, cuando ho había Cadafe, ya se parecía mucho al momento actual) y se retira. Al final sólo quedaron tocando dos violines con sordina, uno por el propio Haydn y otro por el concertino. Dicen las crónicas que el príncipe comprendió la indirecta -era un príncipe inteligente-, se sonríó y le dio vacaciones a los músicos, regresando éstos a tocar otros instrumentos en Eisentadt. Por eso a esta sinfonía se le conoce con los nombre que he dado arriba.

    ¿Cuál es mi propia historia? Cuando la escuché por primera vez yo era un estudiante de ingeniería y vivía en una residencia estudiantil en la Ciudad Universitaria de Caracas. Estaba dando mis primeros pasos en la apreciación de la música académica y asistía a todos los conciertos que se presentaban en el Aula Magna. En esa oportunidad (1961, 62, ..., por ahí) se presento allí el Festival Casals, con su propia orquesta, dirigida por Pau Casals. La despedida de este festival se hizo con la interpretación de esta sinfonía, representada tal como se hizo ante el príncipe. Los músicos sólo utilizaron velas en sus atriles para alumbrar las partituras, las fueron apagando y se marchaban, etc. Fue impresionante el Aula Magna a oscuras, mientras se escuchaba el sonido débil de los dos violines con sordina al final. Fue realmente una despedida muy emotiva, dejando un recuerdo imperecedero en mí.

    Pocas semanas después la escuché como "melodía incógnita" en una Programa de radio que se llamaba "Fantasías Dominicales". Reconocí la obra, escribí una carta al Programa, resulté premiado en el sorteo entre los que acertaron y me gané un tremendo disco de la Deutsche Grammophon.

     Mucho tiempo de ahora, viejo y jubilado, he estado buscando esta sinfonía. No la había encontrado ni siquiera en los viajes que he realizado a países donde no existe control de cambio y, por supuesto, ningún problema para conseguir todo lo que se produce en el mercado. Incluso, diferentes intentos en Amazon habían resultado infructuosos por uno u otro motivo. Pero hoy, porfín, la tengo en mis manos. Bueno, voy a disfrutarla. Los invito a que la escuchen. No importa que no tengan el disco. Se meten en youtube y allí está. Es lo que yo había hecho antes, sólo que a mí me gusta "tocar", como los músicos de Eisentadt.

    




























    

miércoles, 14 de noviembre de 2012

MI PEQUEÑA HISTORIA CON EL COMANDANTE Y OTROS PERSONAJES

Octavio Acosta Martínez


I
         Hasta pocas semanas antes de las elecciones no sabía por quién iba a votar. Irene Sáez parecía muy buena y candorosa, además de bonita, pero una cosa es un municipio del este de Caracas, como Chacao, que se dejaba organizar, y otra cosa es Venezuela. Hay que tener guáramo para arreglarla.     

         Por Alfaro Ucero… ¡Por favor! ¿Hay que dar razones del por qué no? Él estaba en el centro de mi rechazo.

 Chávez era un militar que venía de dar un golpe fallido. Después que tomó el camino democrático se veía como una esperanza, lo que le estaba ganando gran popularidad, pero había algo en él, en su lenguaje, en su gesto, que me hacía dudar. Todavía era un desconocido para mí y con una tal incertidumbre se me hacía difícil tomar una decisión a su favor.

         Por su parte, Salas Römer en apariencia constituía una alternativa más democrática que se presentó como solución para acabar con el bipartidismo que estaba corroyendo las bases morales del país. Pero no me convencía, y me ahorraré también el por qué.


II
            Irene comenzó con una popularidad de 80% en las encuestas, lo que hizo que Copei muy oportunistamente la tomara como su candidata. Acción Democrática apoyó a su famoso “caudillo”, confiando en aquello de que cualquiera que fuera su candidato, por el mismo hecho de ser el suyo, y contando con su probada maquinaria para poner Presidentes, ya llevaba de entrada una ventaja a su favor. Salas Römer, ahí, con su caballo. Queriendo parecerse a uno de los héroes de la Batalla de Carabobo. Había otros candidatos, pero esos no cuentan para esta historia.

         Chávez comenzó a subir vertiginosamente en las encuestas e Irene a bajar, Acción Democrática no prosperaba y Salas Römer no convencía. A pocas semanas de los comicios el desespero invadió a los tradicionales representantes del estatus político venezolano. Y surgieron las acciones, desesperadas por supuesto.
         Acción Democrática mandó para el carajo (así, literalmente) a su máximo líder y caudillo para apoyar a Salas Römer. Lo mismo hizo Copei con la buenota de Irene. Salas Römer se convirtió automáticamente y de repente en el candidato de Proyecto Venezuela, de Acción Democrática y de Copei (aquellos contra los cuales insurgía como una alternativa). Recuerdo aquella ironía con la que Alfredo Peña lo machacaba en la entrevista:

         -Ahora volvemos con Henrique Salas Römer, candidato de Acción Democrática, Copei y Proyecto Venezuela.
         Y cuando regresaba de los comerciales:
         -Estamos conversando con Henrique Salas Römer, candidato de Acción Democrática, Copei y Proyecto Venezuela.
         Salas Römer se sonreía, evidentemente incómodo, quizás un poco acorralado y desenmascarado. Al fin y al cabo, no lo podía negar. Lo único que atinó a decir en una oportunidad fue
         -¿Y porqué esa insistencia?
         A lo que ripostó Alfredo Peña
         -¿No eres acaso el candidato de Acción Democrática, Copei y Proyecto Venezuela?
         Mejor no hubiera preguntado nada.

         Ahora, ¿cuál es la parte que me corresponde en esta comedia?...


III
        Pues, que eso fue lo que terminó por decidirme.
         -¡Voto por Chávez! –dije con arrechera.
         No pude resistir el asco que me produjeron esos dos grandes partidos. Mi rechazo hacia ellos ya era histórico y yo sabía lo que eran, pero esta faceta de abandonar a su propia gente ante una situación adversa, esta deslealtad, era sencillamente asquerosa ¿Qué podían esperar quienes estaban fuera de su confraternidad, es decir, el resto de Venezuela? Por otra parte, el candidato insurgente, el que se presentaba como una nueva imagen para refrescar el paisaje político del país demostraba que la ambición de poder es un mal universal. Con este apoyo se sintió ganador y no pudo rechazar tal ofrecimiento. Así fue como voté por Chávez esta primera vez. ¿Habré sido yo el único que reaccionó de esta manera? ¿Será que mi actitud no tuvo ningún valor estadístico? Particularmente he afirmado, y aún lo sigo creyendo, que este último accionar de los partidos tradicionales terminó por asegurar, muy al contrario de los que ellos pensaban, el triunfo del comandante de la boina roja.

         El resto de la campaña se dio como todos sabemos. Los dos partidos no tuvieron tiempo de recoger las pancartas y afiches regadas por toda Venezuela, donde mostraban el apoyo a sus ex. Recuerdo una pancarta, colocada de acera a acera en la Avenida Universidad de Naguanagua, donde un joven dirigente regional, ex-Presidente de la Federación de Centros Universitarios y conocido tira-coñazos de la Universidad, mostraba oportunistamente también, su apoyo a Irene Sáez, desde cuando ésta estaba en el tope de su nivel de aceptación. Este dirigente, al igual que los partidos mencionados, se “iluminó” (para el otro lado) y corrió en apoyo a Chávez cuando fue éste quien estuvo en el tope. Pero se le olvidó quitar la pancarta, la que estuvo colocada allí durante muchos meses después del proceso electoral.


IV
         Después vino la Constituyente. En sus primeros meses de Gobierno Chávez comenzaba a mostrar los verdaderos aspectos de su personalidad. Seguramente siempre los tuvo, pero como no contaba con tanta difusión ante los medios, ellos permanecían ocultos para la mayoría de la población. Seguía pregonando la necesidad de una Constituyente como el gran remedio para todos los males del país. En esto fue siempre consistente y más machacante que Alfredo Peña en su programa. No terminaba yo de entender esto de la Constituyente como panacea, pero voté por su convocatoria, ¿cómo no iba a hacerlo? El candidato la planteó durante toda su campaña y ahora lo hacía como Presidente. Si alguien le daba su apoyo para llegar a la Presidencia ¿cómo negarle la herramienta fundamental que siempre pidió? ¿Cómo lanzarlo al ruedo sin darle el capote y la espada que estaba “necesitando”? ¿Qué sentido tenía lo primero sin lo segundo? Había que darle al menos el beneficio de la duda y votar por la bendita Constituyente para ver qué era lo que iba a hacer con ella.

         Luego vino el proyecto de Constitución y la parodia de discusión que se dio a su alrededor. Aquí comenzaron mis reales y definitivas divergencias con el comandante. Dos cosas no me gustaban del mismo (del proyecto):
         Una, el cambio del nombre a República Bolivariana de Venezuela. Sí, es verdad, todos somos bolivarianos, por lo menos lo éramos hasta ese momento, ahora lo dudo. Pero una cosa es que lo seamos por razones históricas, y otra cosa es que se bautice al país con el nombre, o el apellido, de un movimiento político particular. Las palabras tienen su vida, y vida significa desarrollo, evolución, y también muerte. A partir de Chávez la palabra “bolivariano” no tuvo la misma significación de antes. Ahora es el nombre de un grupo cuyas intenciones iniciales pudieron ser muy nobles (eso creímos), pero lo que se le había otorgado no era un título de propiedad del país. Además, ¿es que este nombre es fundamental para las transformaciones que se esperaban con esta nueva Carta Magna?  Mucha gente pensó que no, pero el comandante pensaba lo contrario, y el comandante estaba comenzando a mostrar que cuando él pensaba nadie tenía derecho a rechistar.
         Dos, la inclusión y tratamiento que se le daba a las comunidades indígenas y a su cultura, con rango constitucional.
-¿Cómo, Octavio? ¿Estás en contra de algo tan noble? ¿Un reconocimiento a algo que nunca se había hecho? ¿No te parece un acto de justicia? ¿La reivindicación de una minoría olvidada?
-Sí, eso es correcto, pero la raza indígena no fue la única que concurrió a la conformación de nuestro mestizaje. También están los negros. Es verdad, los indios vivían aquí, constituyen lo “autóctono”. Pero los negros fueron traídos a la fuerza, sin que su voluntad contara para nada. Ellos también fueron maltratados, vejados, esclavizados. En contra prestación, además de su trabajo aportaron su cultura. Hoy tenemos comunidades negras diseminadas por toda la costa de Venezuela, con sus ritmos, sus cantos, sus tambores, sus santos negros, su propia brujería. Todo eso forma parte de nuestra cultura. Nada nos identifica tanto en el mundo como nuestra música afrocaribeña. Los negros también son nuestros, ¿por qué no está considerada su cultura en ese proyecto de Constitución? Está muy bien el reconocimiento a los indígenas, pero si se excluye a otra de las razas concurrentes en la formación de nuestra nacionalidad venezolana, ello tiene un nombre: discriminación. Considero que esta Constitución es discriminatoria de una raza y por eso no estoy de acuerdo con esta parte.

Bueno, los argumentos no fueron tomados en cuenta y no se quitó ni se modificó nada de lo que allí estaba escrito. Las sesiones de discusión que se dieron en algunas regiones se convirtieron en realidad  en operativos de convencimiento para aceptar todo. Se inventó una figura para aquietar  estas divergencias parciales: aprobación con enmienda. “La Constitución tiene aspectos fundamentales para la reconstrucción del país y estos aspectos “menores” pueden ser considerados posteriormente mediante una Enmienda Constitucional, así que aceptémosla con enmienda.”

Algunos bolivarianos intentamos un último recurso: Éste es el proyecto de Constitución más largo que ha tenido el país. Tiene 9 Títulos, 33 Capítulos y 350 Artículos, además de una larga Exposición de Motivos. ¿No podría votarse por aspectos parciales? Para no hacer el proceso tan largo podría hacerse por Capítulos, o por Títulos. Así, cada quien podría dar su aprobación por los aspectos fundamentales solicitados y tener libertad para no aceptar aquello que se consideraba “menor”.
Pero no, para el comandante todos sus deseos son “fundamentales” (estábamos comenzando a conocerlo). Era todo o nada. El 15 de Diciembre de 1999 se sometió este proyecto a un Referéndum Consultivo con las únicas dos opciones: SI, para el todo,  y NO, para el nada. Dentro de la campaña por el SI el comandante manejó el siguiente razonamiento:

Si una persona es demócrata, honesta y partidaria de una transformación profunda en la estructura social y económica del país, votará por el SI, y si no es demócrata, apoya a los deshonestos y desea mantener la estructura partidocrática que ha hundido al país en la miseria, votará por el NO. Toda persona, en ejercicio de sus derechos políticos, o bien votará por el SI, o bien votará por el NO. Por lo tanto, toda persona en ejercicio de sus derechos políticos deberá elegir entre ser demócrata, honesta y partidaria de una transformación profunda en la estructura social y económica del país, o ser anti-democrática, apoyar a los deshonestos y partidaria de mantener la estructura partidocrática que ha hundido al país en la miseria.

         ¿Qué hacer ante semejante dilema? Apliqué una técnica: tomar el dilema por los cachos. Consiste en negar la premisa que tiene la conjunción. Rechacé la primera premisa: una persona puede ser honesta y todo lo que ahí se dice, y sin embargo estar en desacuerdo con el proyecto, si se toma como un todo. Es posible que se esté en desacuerdo sólo con una parte que se considere muy importante –el nombre de “República Bolivariana” y la política indígena, por ejemplo-, y si no se puede separar esta parte del todo, puesto que es “todo o nada”, entonces se rechaza toda la premisa (para negar una conjunción basta con negar una de sus partes); y si rechazamos toda la premisa estaremos refutando el dilema. Yo pude haber votado perfectamente por el NO sin que me quedara nada por dentro, pero opté por una solución octaviana: me abstuve de ir a votar, no quise rechazar aquello que sí me gustaba mucho. No voté en contra del comandante, pero tampoco voté a su favor. Era el principio de una rabiosa disidencia que se expresaría con el voto en contra en todos los procesos electorales sucesivos (además de las expresiones verbales que sólo pronuncio en la intimidad de mi familia y en reuniones informales con los amigos).

         El comandante es un experto en el manejo de este tipo de razonamiento, aportando un banquete de ejemplos para aquellos estudiosos de la falacia en sus múltiples manifestaciones. No sé cómo es posible que alguien pueda convencer a tanta gente con recursos tan pobres y elementales, y para mí la oposición que he practicado ha sido, además del manejo de un problema político, un simple y llano problema de la vulgar inteligencia mediante la cual clasificamos a los individuos.

         La tal “enmienda” nunca se dio. Si se dio una para reformar algunos Artículos en aras de permitir la reelección indefinida del Presidente. Es obvio que el comandante está claro en sus propósitos, para cuya consecución no se para ante ningún tipo de formulación, ni legal ni ética.


V
         Después pasó lo que pasó, como el bolero, pero con importancia, al contrario del bolero. En el ejercicio del poder nefasto e increíble que nos hemos calado quedó demostrado que con el comandante era inútil discutir e imposible dialogar. Sólo quedaba una alternativa: sacarlo del poder. Pero el reto consiste en hacerlo con las herramientas que democráticamente son permitidas y eso, con el comandante, parece la misión imposible, porque esas herramientas, que él también debería usar, no las respeta. ¿Tengo que ahondar más en esto? Por eso hemos participado en todo tipo de elecciones, en las que se perdió el sentido mismo de “elegir”. Dejó de importar por quién se votaba, el objetivo se convirtió en derrotar a Chávez o impedir que éste avanzara y adquiriera más poder. Situación anómala para una supuesta democracia, que fue muy bien aprovechada por algunos representantes de la oposición para fines hegemónicos personales.

         En Carabobo tenemos a la familia Salas. El viejo Salas fue gobernador dos veces. Luego se lanza a la conquista de la Presidencia, pero se asegura de dejar a su hijo en la gobernación. Al principio nadie conocía a este hijo. ¿Qué hace el viejo para superar esta falla? Lo mismo que Chávez: le levanta la mano a su hijo. Su comando comienza a venderlo como “el pollo” para que quede claro que es el hijo del viejo. Le cambian el apellido materno, lo llaman Henrique Salas Römer en lugar de Henrique Salas Feo. Así, el viejo le traslada todos sus atributos y la identificación queda completa. Ahora el pueblo sabe que no está votando por un desconocido, sino por el propio viejo líder. Un proceso de manipulación bien orquestado para el inicio de una nueva dinastía. 

         Para este año de 2012 “el pollo” ha ocupado la gobernación en 4 (léase “cuatro”) oportunidades y ya está haciendo campaña para una quinta, en la cual se supone que “unitariamente” estamos obligados a respaldarlo. Dejó de ser un desconocido, tiene nombre propio y se le puede identificar por su nombre completo: Henrique Fernando Salas Feo. No necesitaría seguir llamándose “el pollo”, pero no conviene. “El Pollo” es una marca que ha adquirido su Goodwill y rinde pingües beneficios electorales. Entre los dos Salas tenemos entonces (seis) períodos de gobernación, lo que probablemente se extenderá.

         Los Salas, como toda hegemonía, juegan a cuadro cerrado. No hay que permitir que “el otro” anote, sea del oficialismo o de la propia oposición. En su turno de batear, siempre habrá detrás de ellos algún Salas o algún Feo en el círculo de espera. Hay que garantizar la sucesión, por una parte, e invadir todos los otros espacios de poder posibles, por la otra. El alcalde de Naguanagua es un Feo, primo del gobernador y con cara de muchachito bueno igualmente. Cuando se lanzó, o lo lanzaron, también era un desconocido, pero le levantaron la mano. Pasó el período de desconocimiento y ahora se podrá reelegir, lanzarse para otra alcaldía, diputado o lo que sea. Podría ser la carta a la gobernación para cuando el pollo no dé más caldo.

Las hegemonías tienen la característica de que se hacen indispensables. No hay solución fuera de ellas en los momentos coyunturales (curiosamente, siempre estamos en uno). Para las próximas elecciones regionales la coyuntura señala que es necesario, de vida o muerte, evitar que la gobernación de Carabobo caiga en manos del chavismo y la ÚNICA manera de evitarlo es votando por el pollo. No hay más que discutir.
Pero otra característica es que todos están obligados para con ellas, mientras que ellas no están obligadas para con nadie. En las pasadas elecciones de alcaldes, los Salas no apoyaron al candidato que se perfilaba como el real unitario para la Alcaldía de Valencia y lanzaron a su desconocida candidata, que no era Salas ni Feo, pero jugaba en el equipo y les era fiel. Le alzaron la mano, pero con una oposición dividida la mano de Chávez subió más alto. No importa, la alcaldía se perdió pero lo importante era que no surgiera una nueva dinastía. La hegemonía se mantiene.


VI
En este jueguito entre chavismo y oposición estamos como el refrán criollo si no lo agarra el chingo lo coge el sin nariz, por lo menos en Carabobo (desde aquí escribo). Pero he decidido que con mi voto no se va a resolver este dilema. Muchos son los argumentos que he escuchado para hacerme entender que debo votar y además, por el pollo.
-Si no lo haces la gobernación va a caer en manos del chavismo.
Es verdad, o muy probable, pero si lo hago va a seguir en manos de los Salas. Estos, por otra parte, no constituyen ninguna panacea para resolver los problemas de Carabobo. Considero que ellos han hecho una gestión bastante gris, salvo algunos logros de maquillaje en algunas zonas. Naguanagua, mi municipio, es uno de los más feos  y desordenados que he conocido. Su imagen no tiene recompensas y los problemas locales son múltiples. Su policía es corrupta, de lo cual he sido testigo presencial y afectado directo. Si la oposición no es capaz de construir y ofrecer una alternativa mejor entonces no somos merecedores de mejor suerte. En Carabobo ya no se trata de elegir entre chavismo y oposición, sino de elegir entre hegemonías. El asunto es que conceptual y políticamente estoy en contra de cualquier hegemonía. Las hegemonías conspiran contra nuestra autonomía individual. Contra la libertad de pensamiento. Ni siquiera necesitamos pensar, porque hay alguien más arriba que lo hace por nosotros. Mi problema actual es salir de la hegemonía de Chávez y salir de la hegemonía de los Salas.
-Sí, pero de los dos males hay que elegir el menor.
Esta filosofía, que me parece un poco triste, algunas veces aplica. Por ejemplo cuando se trata de situaciones temporales en las que te permites un pequeño respiro para después coger impulso hacia soluciones definitivas. Para hacer esto se necesita tener una estrategia que ahorita no existe. En el presente caso lo temporal se hizo permanente y lo peor es que nos hemos acostumbrado a ello. Tenemos mucho tiempo eligiendo el mal menor y éste, sin darnos cuenta, se convirtió en algo estructural. Por otra parte creo que hay una falsa disyunción en la caracterización de la situación; no hay dos males, es el mismo mal con diferentes actores. Es posible que el mal Salas sea menor en este momento, pero seguramente habrás percibido que ha crecido ¿Y por qué ha crecido? Porque lo hemos alimentado. Si lo seguimos alimentando, seguirá creciendo y se hará más indispensable aún. Dependiendo de su capacidad gerencial  (para crecer, no para solucionar nuestros problemas) es posible que en un futuro ellos sean el mal mayor que nos obligue a escoger otro nuevo menor. Es un círculo vicioso en el que me niego a dejarme envolver.
-¿Qué debemos hacer entonces?
Ésa es una buena pregunta y no tengo la respuesta, pero puedo contribuir a buscarla. La búsqueda de la respuesta correcta es la tarea más importante que deberíamos acometer. Claro, no es solamente una cuestión de voluntad, hay que tener la capacidad que tal empresa exige. Y, por otra parte, debemos afrontar el gran obstáculo que siempre se presenta en todo problema humano: nosotros mismos. Hay que lidiar con la gran variabilidad de la condición humana. Algunas veces esta variabilidad es de una inmensa riqueza, pero otras veces es desastrosa y sus consecuencias más aún. Alguien podría decir en la actual “coyuntura”: “Yo tengo la respuesta y sé lo que hay que hacer: votar por el pollo”. No se podría descalificar una opinión como ésa. Lo más que exigiría es que me den las razones por las cuales debo hacerlo. De pronto me presentan un punto de vista que no había antes considerado. Por eso, y pensando en los demás, estoy dando mis razones. Pero, ojo, la decisión que he tomado es mi decisión y no pretendo imponerla a los demás, sobre todo cuando de inmediato no sé qué hacer en sustitución. Mi decisión está además matizada por la impresión, muy personal, que me produjo la experiencia que expuse al comienzo de este relato. Voté por Chávez como respuesta ante aquella actitud asquerosa y desesperada de los partidos del estatus cuando se agruparon alrededor de la figura del viejo cabalgante. Fue la oportunidad para salir de todos al mismo tiempo ¿Voy ahora a votar por éste, por su clan y por todo lo que antes rechacé, para salir de Chávez? El drama revivido de la serpiente que se muerde la cola. Sí, una vez lo hice, con el clásico “pañuelo en la nariz”, considerando que era un situación coyuntural, pero el cupo de coyunturas con las que vine equipado se me agotó. Por eso aclaro (otro “ojo”): me voy a abstener, pero no estoy pregonando el abstencionismo. Cada quien debe hacer aquello que su entendimiento y razón –como el polo margariteño –le dicte.





        





        


        



martes, 16 de octubre de 2012

LO QUE SE DICE Y LO QUE SE ESCUCHA

(A propósito de un artículo de Nelson Acosta Espinoza en el Observatorio Venezolano
             http://autonomiaspoliticas.blogspot.com   )

 Octavio Acosta Martínez


    Tarea difícil la de hacer un comentario a este escrito de mi amigo Nelson. Con su gran capacidad de síntesis, habilidad que ha adquirido  para cubrir las exigencias editoriales de las revistas para las que escribe, es capaz de introducir en poco espacio elementos de mucha complejidad, tanto para asimilarlas un lector común y corriente, como para otro tratar de “polemizar” en torno a sus planteamientos. ¿Por dónde empezamos?

    Parcialización del árbitro electoral. En primer lugar, y a riesgo de ser incluido en la lista de los “irresponsables”, opino que la “parcialización del árbitro electoral” sí ha jugado un rol importantísimo, aunque no el único, en el resultado de este proceso electoral, y también en el de los anteriores inmediatos. Si no, ¿por qué ha sido tan importante para el oficialismo mantener el control de este ente? No se trata de “fraude” en el conteo de votos, manejo de actas, etc., sino de todo el proceso de campaña que lo precede. Incluso en la fijación de fechas, lapsos, condiciones, hasta llegar al acto de depositar el voto, todo está diseñado a la carta para satisfacer los deseos del candidato oficial. ¿Ha sido, por lo demás, un proceso equilibrado? ¿Han tenido los candidatos las mismas oportunidades? ¿Han tratado siquiera de disuadir (sería mucho pedir sanciones) al candidato oficialista para que no abuse de los medios de comunicación como si fuesen de su propiedad privada? ¿No produce esto ningún efecto en el votante? No haré en estos momentos referencias al caudal de libros, ensayos, estudios, tesis doctorales, publicaciones diversas, muy conocidas por mi amigo Nelson y por el público para el que él escribe, sobre el inmenso poder de la propaganda en la conformación de opiniones y gustos sobre cualquier cosa que se quiera “vender”. Hay otras importantes ventajas que ha adquirido el oficialismo del árbitro. Tema para otra oportunidad.

    El Lenguaje. Habría que establecer una diferenciación entre el lenguaje en sí y aquello que él pretende transmitir. Es posible transmitir una misma idea con lenguajes diferentes. No creo que el lenguaje de Capriles se hubiese “chavetizado” durante esta campaña. De haber sido así, tal vez habría tenido mayor suerte. A la gente, por lo menos la que a él le interesa,  le gusta el lenguaje de Chávez. Ésta ha sido una de sus mejores armas. Y no sería descabellado pasearse por la posibilidad de que un candidato de oposición utilizara el mismo lenguaje, pero con un mensaje diferente. Al pueblo le encanta las peleas de gallos. Capriles apostó por la ponderación y el respeto, y fue muy elogiado por ello, pero no llegó adonde tenía que llegar.
    Hace mucho tiempo he opinado, y no he sido el único, que el venezolano, el del montón, el gran elector, no vota por programas, sino por las emociones que el candidato provoca. Los programas no sirven para las campañas, sino para el “después”. No creo que la ausencia en el abordaje de temas como federalismo, pacto fiscal, autonomías culturales, etc., hubiese cambiado la suerte electoral que tuvimos. Menos mal que no lo hizo porque “el pueblo” no habría entendido nada.  Yo, que provengo de un medio universitario, aparentemente con mucho de eso que llaman estudio, no voto por programas. Casi no me interesan porque no creo en ellos. Los programas ofrecen la gloria que nunca se obtiene. No he visto en mi vida un programa electoral que se cumpliese en el poder. Yo voto por la credibilidad que me produce el candidato, por la confianza que él me transmita, por su personalidad y por la capacidad aparente que muestre para conducir la complejidad de una nación. Es verdad que hace falta un programa base para orientar su posterior política, pero lo fundamental es tener las orejas bien puestas en el país para recoger las repercusiones de su política y dar los giros de timón necesarios para enderezar y mantener el rumbo. ¿Lo ideológico? Después hablaremos de ello. La verdad es que el mundo nos ha dado demasiados elementos en este sentido, suficientes para hacer una reformulación profunda sobre el papel que juegan las ideologías en la construcción de sociedades. Un tema específicamente para los académicos.
    Todo lo anterior, debemos acotar, es para condiciones “normales”, lo cual no es el caso que estamos tratando. Yo voté por Capriles para sacarme a Chávez de encima. Tan simple como eso. No me importó ninguno de los defectos y fallas -que fueron muchos- que capté en el candidato. No me importaba su programa, si es que lo tenía, y no tengo ninguna identificación ideológica con él. Lo importante era sacarme de encima esa pesadilla bolivariana. Después arreglaría cuentas con Capriles, pero en un contexto distinto y con el alivio de constatar que la revolución bolivariana no era un destino fatal.

    Es cierto en Nelson (eso entendí) que Capriles hizo mucho énfasis en la preservación y fortalecimiento de las misiones. Fue el reconocimiento a una propuesta de Chávez, una propuesta puesta en funcionamiento, no importa si bien o mal. Esto, a mi juicio, fue un grave error electoral. No se trata de negar los logros del contrario, sino de no propagandizarlos tanto. Ya teníamos bastante con el gigantesco aparataje propagandístico oficial. Uno podría adivinar la lógica electoral del pueblo para este caso: “ante el original y la copia me quedo con el original”. El original está ahí, la copia es un ofrecimiento. Sin embargo, no vi que los generadores de opinión de la oposición, Observatorio incluido, se lo criticaran. Todo lo contrario, el feedback que constantemente se le daba iba en el sentido de justificar y reforzar esta actitud. Capriles iba por el camino “correcto”.

    El progreso. La otra propuesta, repetitiva hasta el cansancio, fue la del progreso. Pero ¿qué es el “progreso”? ¿Con qué se come eso? En mis estudios de ciencias sociales he presenciado el ataque inmisericorde que se la hace a este concepto, por parte de una vanguardia intelectual que ha pretendido derribar las bases epistemológicas de un edificio llamado modernidad en pos de otro que ella ha bautizado con el nombre de postmodernidad. Mi amigo Nelson conoce mucho de esta materia. Capriles hacía mención continua del progreso, pero nunca, que yo sepa, explicó en qué términos se debía entender tal denominación. Me preguntaba, por ejemplo, si en Korea del Norte había progreso. Allí se fabrican armas nucleares, perteneciendo así a una élite de países que tecnológicamente están preparadas para ello. ¿Se podría considerar esto como un signo de progreso? ¿Habrá progreso en Irán? De allí traemos hasta vehículos, y también tienen un programa nuclear. ¿Habrá progreso en la India? En la India se fabrica masivamente todo tipo de producto, incluyendo las pelotas de béisbol con la que se juegan en las Grandes Ligas. También es el mayor productor de películas del mundo, muy por encima de los Estados Unidos. Yo soy, por cierto muy aficionado a este cine de Bollywood, el cual me parece superior a la banalidad del gringo. Pero hay hambre pareja en la India. En lo social deja mucho que desear. Habría mucho que decir sobre el estatus de la mujer allí, de los prejuicios de casta, de los enfrentamientos religiosos. Y si es verdad lo que uno obtiene por informaciones noticiosas, por los videos que vemos y por lo que nos cuentan los pocos amigos hindúes que tenemos en la Universidad, hay una deficiencia enorme de sanitarios para cubrir toda la población y la gente hace sus necesidades en sanitarios públicos descubiertos, a la luz de todo el mundo, y también en la propia calle, por lo que éstas generalmente huelen a mierda. En este país, que se perfila como una de las grandes potencias industriales ¿hay progreso? Nunca entendí esta propuesta de Capriles y una vez lo comenté en el Observatorio, pero no obtuve una respuesta.

    La unidad. Por último, ya que esto va muy largo, “la “Unidad” no “habló” desde su propio marco conceptual” por la sencilla razón de que no lo tiene. La “Unidad” es una amalgama de tendencias y posturas ideológicas, las más dispares, cuyo único punto real de convergencia es la repulsión que le provoca el candidato bolivariano. Hasta ahí llegamos. Hablando en nombre propio manifiesto que no tengo absolutamente nada que ver con una gran cantidad de personajes, partidos y grupos que pululan en la oposición. Y a varios de ellos no me gustaría volverlos a ver en el poder.
    Ahora mismo hemos seguido para un nuevo proceso electoral: la elección de los gobernadores. Aquí se pone en forma considerable estas diferencias que señalo. En Carabobo, por ejemplo, una cierta hegemonía política se está aprovechando y apropiando del sentimiento y compromiso unitario que nos unió anteriormente para perpetuarse en la región. Con un “consenso” prefabricado, sin consultas, sin primarias, se pretende extender el brazo de la unidad para apuntalar las aspiraciones hegemónicas de una familia. Yo no tengo nada que ver con “pollos” y otros animales, no hay nada que me identifique con ellos y, por el contrario, es mucho lo que nos separa. He declarado anteriormente, y lo ratifico ahora, que mi compromiso unitario expiró frente a la arbitraria política de considerarnos como tontos útiles. Hasta aquí llegué.

    Nelson y demás amigos del Observatorio Venezolano, siempre les manifesté mi reconocimiento por el trabajo que ustedes realizan y prueba de ello es que he tomado mi tiempo para leerlos y para escribirles. Si me atrevo a hacer críticas espero que ellas sean tomadas dentro de un marco de diversidad de criterios y con la sincera intención de llegar a algunas “verdades” de compromiso. Pero nunca esperen mi adhesión incondicional a ninguna línea o mandato político.


    Un gran abrazo.

   


lunes, 12 de marzo de 2012

BUS - UN POEMA

     Hoy comenzó una nueva semana de trabajo, y con ella el ir y venir incesante de esos aparatos que andan por todos los canales, se atraviesan en todas partes, y están manejados por unos seres que quién sabe de qué planeta habrán escapado para venir a refugiarse en el tráfico terrestre. Eso, que de alguna, y bastante, manera nos altera la vida, nos produce los pensamientos más diversos y los sentimientos más encontrados. De esta mezcla de cosas retorcidas me salió este poema, bueno para un lunes como hoy.


                               
                           BUS
                               
                                              En cada parada
                                              se desvanece
                                              el olor
                                              de cigarra
                                              y los sentidos
                                              se empantanan
                                                     de carbón

                                              ese gusano
                                              que escupe
                                                       ruido gris
                                              en un lleva
                                                                   y
                                                   trae
                                              de estatuas
                                              transparentes

domingo, 19 de febrero de 2012

UN POEMA

                                   Lo peor de la vejez
                                   no es la osteoporosis
                                   ni el colesterol
                                   ni las vértebras soldadas
                                   es una memoria
                                   cargada de muertos