jueves, 20 de agosto de 2015

ENSAYO DIABÓLICO



UN FLORENTINO Y MUCHOS DIABLOS

Octavio Acosta Martínez
octaviocultura@hotmail.com
Twitter@snittker.com














Porfía vieja con actores nuevos

            Sí, la historia ha estado de moda. En realidad siempre la estuvo, sólo que un cierto oportunismo político la desempolvó mostrando para unos y para otros algunos aspectos interesantes que bien valen la pena desvelar.

      En una edición de las tres versiones completas de Florentino y el Diablo (1940-1950-1957), de Alberto Arvelo Torrealba, publicada por Vitrales Editorial, Colección Índigo, Caracas 1985, y curiosamente sin firma de autor, se lee en la Introducción:

“… éste es el poema más divulgado en toda nuestra geografía cultural. Los estudiosos de literatura han detectado más de 40 versiones, aprendidas de memoria y conservadas a través del canto, que revelan, en sus múltiples variantes, la fascinación popular por el tema y sus personajes. De noche, de amigo en amigo, una generación de jóvenes ha aprendido los versos de esta porfía, sin tener acceso a las palabras precisas con las cuales Alberto Arvelo Torrealba inventó su batalla.”(Pág. 9).



Dos autores con un mismo personaje

    Existe una relación estrecha entre el Florentino (Coronado), cantaclaro, de Rómulo Gallegos, y el Florentino, quitapesares, de Arvelo. No sólo por tratarse del mismo personaje, sino también por la relación personal que mantuvieron los dos autores, lo que influyó en el tratamiento que cada uno le imprimió a su obra. Se explica en la misma Introducción del libro citado, que ambas obras fueron escritas al mismo tiempo y que los escritores –“amigos y compañeros”- leían en especie de peñas sus trabajos inéditos. Cuando Arvelo escuchó de boca de Gallegos la lectura del primer capítulo de “Cantaclaro”, cambió su plan de trabajo y decidió escribir su obra en verso (“según tradición oral de su hijo Alberto Arvelo Ramos”).

        Se dice que Arvelo tomó la historia donde la dejó Gallegos y es posible que así sea, porque éste no presentó la porfía, aunque sí hizo el anuncio de la amenaza de un Diablo en acecho. En Gallegos, Florentino abandona la montonera fracasada, dejando él mismo la frustración, el desencanto ante la esperanza en el vacío de posibilidades de un caudillo (“Estaba firmemente convencido de que usted sería el hombre que necesitábamos para que todos los llaneros nos siguiesen”):

            Y abandonó el camino de la revuelta armada.
    Florentino, que no llevaba ninguno determinado, siguió solo y se perdió en las desiertas lejanías de la sabana… “

    Gallegos no era un escritor de novelas rosas ni de finales felices, su obra expresaba lo vivido, las esperanzas frustradas de un modelo de sociedad que siempre confió en caudillos, mesías e iluminados, con resultados que todos conocemos ¿Será que acaso los pueblos no aprenden? . Pregunta nada original que, sin embargo, no dejamos nunca de formular. Siempre se ha dicho que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, y hoy, ya iniciado el Siglo XXI, parece que este tropezón adquiere característica de constante antropológica.

       Al final de Cantaclaro, la frase señaló el verdadero destino que alcanzó al personaje:

         “Y penetró en la leyenda. Tiempo después llegó a El Aposento la noticia:
         -A Florentino se lo llevó el diablo…

----------------------------------------------


            ¿Cuándo se llevó el Diablo a Florentino? Seguro después del encuentro en Santa Inés, porque el Diablo puede ser temporalmente derrotado, pero él no muere. Su inmortalidad y persistencia hacen que siempre busque la oportunidad apropiada para obtener aquello que sea objeto de su deseo, y el Diablo se propuso obtener el alma de Florentino. En “Cantaclaro”, ya éste había sido varias veces advertido:

            -“¡Ten cuidado, Cantaclaro! Era el Diablo y se ha ido porque escuchó el canto del gallo que anuncia la hora en que empezó la Pasión del Señor; pero ya volverá a buscarte en cuanto los sayones apeen a Jesucristo de la cruz.”

            Cantaclaro se reía porque no le tenía miedo al Diablo y a sus artes. Pero después llegó la noticia.

-------------------------------------------------

            Florentino fue muy hábil en Santa Inés, y por eso obtuvo su victoria parcial. Aguantó lo que pudo, dando tiempo a que se acercara la aurora. Sabía que el Diablo es un ser de la oscuridad y estaba obligado a obtener su victoria antes de que despuntaran los primeros rayos del Sol. Florentino adelantó el momento y le lanzó todo un Círculo Bolivariano Celestial encima, ante lo cual no le quedó más remedio al cantador sombrío que buscar una nueva oportunidad… ¡y la encontró! Volveré después sobre este asunto, porque ahora debo ocuparme un poco de otra versión del contrapunteo, donde Florentino no ha salido muy bien parado.


La Cantata Criolla

            Antonio Estévez es a mi juicio, el máximo representante que tuvo el nacionalismo musical venezolano surgido de la escuela de Santa Capilla bajo el formidable impulso del Maestro Vicente Emilio Sojo. No sólo lo digo yo, sino que lo afirman quienes tienen autoridad académica musical para decirlo. Llanero él también (Estévez), fue cautivado por el poema de Arvelo Torrealba y decidió por ello componer una obra musical de grandes proporciones para inmortalizar, ahora en el pentagrama, el famoso encuentro. Esta tarea le llevó aproximadamente 10 años de investigaciones y trabajo tesonero. Me permito recomendar a los lectores una Iconografía sobre Antonio Estévez, que escribió José Balza, publicada en “Documentos de la BIBLIOTECA AYACUCHO”, creo que en 1982.

            Con la Cantata Criolla, Estévez ganó el “Premio Vicente Emilio Sojo”, en 1954, y ella fue estrenada poco después, el 25 de Julio, en el Teatro Municipal de Caracas. Luego, en Diciembre de ese mismo año, como obra inaugural, en el Primer Festival Latinoamericano de Música. Con este último evento fue inaugurada también la Concha Acústica de Bello Monte, construida en terreno donado por Inocente Palacios para este fin. El Festival Latinoamericano de Música ha sido uno de los mayores esfuerzos que se han realizado para impulsar y darle jerarquía universal a la música académica de los compositores latinoamericanos. Este esfuerzo se ha mantenido hasta el día de hoy, aunque no ya con las tendencias nacionalistas que florecieron en el segundo tercio del Siglo XX (para Venezuela; en otros países el movimiento nacionalista había pasado por su mayor desarrollo).

            Tuve la oportunidad de escuchar la Cantata por primera vez en el Aula Magna de la Ciudad Universitaria (1960 o 61), interpretada por la Orquesta Sinfónica Venezuela, la única que había para entonces en la capital, dirigida por el propio Estévez. Los solistas fueron los mismos que la estrenaron: Antonio Lauro, bajo, en el papel del Diablo, y Teo Capriles, tenor, en el de Florentino. Tengo una vivencia muy personal sobre Estévez y su Cantata, que me gustaría compartir:

            Era yo estudiante de pregrado en Ingeniería, en la UCV, y vivía en una de las tres residencias estudiantiles que había en sus terrenos. La mía era la No 2, bautizada por nosotros como “Sierra Maestra”, pero su nombre oficial era "Dr José María Vargas". La No 1, frente a la piscina, era conocida como “Stalingrado”; y en medio de ambas estaba la Residencia Femenina. Como siempre tuve vocación de promotor cultural, quise hacer un orfeón de las tres residencias. De alguna manera que  no recuerdo, logré establecer una cita con Antonio Estévez, pues deseaba que fuese él el director de ese coro. Me encontré con el Maestro en el reloj de la Plaza del Rectorado y me dijo:

            -Acompáñame un momentito a la Dirección de Cultura, que tengo que entregar esto- Y me mostró un paquete que portaba bajo el brazo.

            “Esto” resultó ser el score y las partituras completas de la Cantata Criolla. Durante el trayecto me habló de la Cantata con especial entusiasmo. Me dijo que era necesario preservar esa obra para la posteridad y por esa razón se la donaría a la Universidad Central (“¿Dónde se le podría dar mejor uso?”) Él pensaba que esta institución era la indicada para que la preservara y la difundiera. En ese momento no pude captar la trascendencia del acto que el Maestro estaba realizando y hasta me pareció una exageración de su parte la tanta importancia que le daba a su obra. Para éstas yo ya había escuchado la interpretación en el Aula Magna y mi incipiente apreciación musical de ese momento no me permitió apreciarla en toda su magnitud. En esta conversación (en realidad él hablaba y yo tímidamente escuchaba y asentía) caminamos, cruzamos la Plaza Cubierta del Rectorado, tomamos el ascensor hasta el piso 10 del Edificio de la Biblioteca y llegamos a la Dirección de Cultura. El Director no estaba y Antonio Estévez tuvo que entregarle su obra a la Secretaria, con la recomendación expresa de que “la cuidara mucho”. De esta manera, por un juego del azar fui testigo de excepción  de un acto cuya trascendencia vine a comprender varios años después. No recuerdo si llegué a plantearle lo del orfeón, pero sí sé que este proyecto nunca se realizó. Mucho tiempo después, siendo ya un profesional de la ingeniería tuve la oportunidad de pertenecer a la Coral CANTV, que posteriormente llevaría el nombre de “Cantoría Antonio Estévez”. Fue la variante de un deseo postergado que tardó bastante en verse realizado. Allí interpretamos -en ensayos preparativos. El director oficial de la cantoría era Juan Carlos Nuñez- varias piezas dirigidas por el Maestro, una de ellas “Mata del ánima sola”, dentro de la tradición nacionalista:

Mata del Ánima Sola
boquerón de Banco Largo
ya podrás decir ahora:
aquí durmió Cantaclaro.”

            Siempre he tenido una duda sobre esta tonada llanera. Ella se publica con música de Antonio Estévez y poesía de Alberto Arvelo Torrealba, pero esta letra la encontramos en el “Cantaclaro” de Gallegos (véase Primera Parte, II, “Al abrigo de las matas”). ¿Será que ambos la tomaron del folklore? Sin embargo, de ser éste el caso, ello debería estar especificado en la partitura. Bueno, dejaré esta duda en el aire para aclararla algún día.


Preferencias por el Diablo

            En la Cantata Criolla se da un doble contrapunteo: el que corresponde al argumento del poema, el cual Estévez respeta en su autenticidad, aunque se toma la libertad de combinar dos de las versiones de Alberto Arvelo, y el contrapunteo que se da entre el tenor y el bajo, para superar las altas exigencias  vocales a las que son sometidos por el autor. Siempre se comentó que Estévez sintió una oculta preferencia por el Diablo, y cuando uno escucha la obra pareciera que esta conseja se confirmara. Él exprime al tenor (Florentino), lo pone a cantar en un registro altísimo y no le suministra suficiente apoyo orquestal para llegar a la cumbre sin dar saltos tan amplios. Cuando el tenor se lanza a su estrofa final


“Sácame de aquí con Dios
Virgen de la Soledá
Virgen del Carmen bendita,
piadosa Virgen del Real,”


él no parece que estuviese interpretando el drama de Alberto Arvelo, sino que realmente está implorando que lo saquen con bien de la Cantata. Mientras tanto, el bajo (Diablo) deja una aureola de buen canto, de poesía, de dominio que cautiva al público. Florentino gana la porfía, pero el Diablo gana en el concierto. He tenido la oportunidad de escuchar varias parejas de cantadores y ningún tenor me ha convencido completamente: Teo Capriles, Jesús Sevillano, Idwer Álvarez, y uno que no voy a nombrar, porque terminó casi suplicando en el Teresa Carreño; aquí no hubo dudas de su derrota. Creo que el mejor Florentino hasta ahora ha sido Teo Capriles. Quizás su entrenamiento en el ciclismo le suministró la expansión pulmonar y el fuelle necesario para resistir con dignidad el reto, no el del Diablo, sino el de Estévez.

            Alberto Arvelo también tuvo su preferencia por el Diablo, lo que le planteó un problema ético que resolvió sometiéndose a los valores convencionales. En carta que él le dirigiera a Antonio Estévez con motivo de haber escuchado personalmente la Cantata por primera vez (“publicada en el diario El Universal, el 13 de diciembre de 1961”), reproducida en el libro de Vitrales Editorial, le dice:

            “Más todavía. En alardeo de esa imparcialidad, bien pudiera confesar ahora, cuando ya sólo soy un tercero en la litis, que si alguna tentación de preferencia tuve en el poema, fue hacia el Diablo. Florentino es más fresco de lirismo, más ágil de epigrama, más sabio de imagen pechera, más brujo de rasgueo en las cuerdas, más rico de atropello en el cantar. Pero el grave Autócrata de la Tiniebla es más hondo, más poeta, más músico, más humano en las resonancias de la tragedia y la amargura. Rebelión y sufrimiento son el signo cardinal satánico.” (Pág. 104).

            Al final de la carta y después de destacar algunos rasgos de la Cantata, que según él tipifican el signo demoníaco, “lo cual da a usted sitio de honor entre los grandes músicos de inspiración diabólica que patrullea Paganini…”, Alberto Arvelo concluye:

            “Por todo eso empiezo a sospechar, dilecto amigo, que entre los dos copleros, fraternos en el arte, antagónicos en el rumbo y en la meta de la esperanza, usted ha tenido también su preferencia por el Diablo.”

            Con respecto a las grabaciones que se han hecho de la Cantata, conozco solamente dos: una de 1977 en disco de vinilo, con la Orquesta Sinfónica Venezuela, dirigida por Estévez; los solistas son Jesús Sevillano (Florentino) y William Alvarado (Diablo). La otra es en CD (1992), con la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, dirigida por Eduardo Mata, y los solistas Idwer Álvarez, y nuevamente el bajo William Alvarado como el Diablo. Seguramente hay otras, pero me imagino que serán ediciones privadas de Empresas, cuya distribución está limitada a sus clientes y a personalidades muy escogidas, dentro de las cuales nunca he estado. De las versiones populares sólo he tenido una: se trata de una versión en vinilo con Los Llaneros del Oeste, y los solistas son José Romero Bello (Florentino) y El Carrao de Palmarito (Diablo); la música es tomada del folklore. Hay una edición de ésta en formato de 45 rpm, que es la que he escuchado durante muchos años en las rockolas, incluyendo la mía (yo también le rindo culto a la nostalgia). Es curioso que aquí se hubiese seleccionado la voz más aguda y metálica de El Carrao para el papel del Diablo. José Romero es (fue) un buen cantante popular, pero canto a canto nuevamente el Diablo gana la pelea. Me parece que hay una cierta predeterminación no azarosa en esta tendencia.





La batalla no termina en Santa Inés

            Florentino ganó el encuentro de Santa Inés. Mejor dicho, se salvó –por ahora-, pero ¿habrá terminado la batalla? Alberto Arvelo confiesa que los dos personajes adquirieron autonomía propia y se posesionaron de su tranquilidad. El contrapunteo era permanente en su mente y la presión que ejercían para que continuaran la porfía era incontenible. Esta refriega duró más de 30 años, y de allí las tres versiones que se conocen de él. La última versión surgió precisamente después de haber escuchado la Cantata, lo que reactivó el ímpetu combativo de los dos personajes:

            “Finalmente esa música, como una clarinada, como un alerta de gallos madrugueros, reactivó el espíritu combativo de mis personajes. Y sucedió lo que tenía que suceder: en la nueva planificación de la obra los copleros rivales, en contumacia casi anárquica, se prevalieron de mi entusiasmo, para desbocarse en el desahogo ilimitado de sus argumentos reprimidos.”

            Después de esta versión el poeta prometió no ceder nunca más al influjo de los personajes:

            “Están otra vez en trance de viva reyerta, pidiéndome que siga la porfía. Categóricamente enfatizo que no lo lograrán.”

            Pero los personajes no se rinden, principalmente el Diablo:

            “Sé que el jinete de trote sombrío anda diciendo por los hatos de Barinas que pedirá la nulidad del poema porque en su último canto hubo milagro, patentizado en adelanto fraudulento de la aurora.”

            Es verdad, el Diablo tiene razón, el fraude estuvo presente en esta refriega (dejaré este asunto para el final). Unos párrafos más adelante, refiriéndose a esta exigencia, dice Alberto Arvelo:

            “Acaso se propone coaccionarme moralmente para que yo siga la porfía. Mas, “sepa el cantador sombrío” que me inhibo definitivamente de la misma, la cual pueden continuar por su propia cuenta; y que si insiste en la sediciente acción de nulidad, la cual por lo demás está prescrita, remitiré todos los recaudos poéticos y musicales relativos al caso al señor Obispo de mi jurisdicción eclesiástica, para que decida la controversia, ya que los milagros, como figura jurídica, pertenecen al Derecho Canónico.”

            Dos elementos me interesan destacar de este párrafo: uno, “… la cual él y su adversario pueden continuar por su propia cuenta…”; el otro se refiere a lo del envío de los recaudos al señor Obispo. Es obvio que siguieron la porfía por su propia cuenta; no se sabe dónde, pero el encuentro se produjo y ahora, sin la tabla de salvación de las debilidades éticas de Alberto Arvelo, el resultado fue otro. Ya Gallegos lo había anunciado: “A Florentino se lo llevó el diablo…”.

            Antonio Estévez fue también víctima del ímpetu combativo de los dos personajes y ellos marcaron definitivamente su vida e influyeron en la capacidad que tuvo el Maestro para asumir nuevos retos musicales. La Cantata y el contrapunteo lo obsesionaron y casi no le permitían pensar en otra cosa. Cuando hice mi investigación sobre el nacionalismo musical venezolano el Maestro ya había muerto, pero tuve referencias de sus colegas y amigos más inmediatos. Así, en una entrevista que hice al Maestro Gonzalo Castellanos Yumar (15/09/94), éste me confesó:

                 -“… Estévez estaba trancado y decía que la Cantata lo había dañado, que él no había podido hacer nada más después de la Cantata, y eso es verdad.”
           -“… me lo dijo a mí conversando, estaba dañado. Quiso hacer una sinfonía que él llamaba “Expectante”, por cierto. Quiso hacer otras cosas que me dijo había intentado; estaba cerrado porque la Cantata lo había en… era la cosa de ese contrapunteo, estaba enredado.”

            Florentino y el Diablo tienen esa capacidad y no necesitan que nadie los convoque. Ellos tienen autonomía propia y se reúnen donde les da la gana, o donde diga el Diablo, quien ahora marca los pasos del catire quitapesares. Ellos se apropian de quienes los invocan y nadie se apropia de ellos. Santa Inés fue sólo una circunstancia, Santa Inés ya pasó. Quién sabe si en estos momentos continuarán en el Infierno su interminable contrapunteo, donde Florentino ahora no puede esperar amaneceres, él está preso en los predios de una noche eterna. En cierta manera es también inmortal, pero no libre de vagar por la sabana. Quien puede andar por allí es el Diablo, a la caza de imitadores baratos de Florentino que ponen las manos en alto ante el primer escopetazo, de los guapos cuando están acompañados, de los que se rinden  cuando los rodean y les ruegan a sus compañeros triunfantes deponer las armas.

             Con respecto a la apelación canónica, si los familiares de Alberto Arvelo decidieran dar curso a la vieja sugerencia de enviar todos los recaudos al señor Obispo de la jurisdicción correspondiente, ¿a favor de quién creen ustedes que fallaría? Mucho me temo que en esta oportunidad la iglesia, sometida al ataque sistemático del nuevo Florentino y sus descendientes, estará a favor del Diablo.


Semiótica de un desespero

             Ahora el reto se me plantea a mí: tengo que escribir algo serio sobre un “Florentino” de utilería que no contrapunteaba, sino que decía discursos mediocres, extensos y sin densidad, por efecto de “la acción laminadora de la palabra” (ver en este mismo libro "El lenguaje  de la mano con Flaubert"). Después de haber leído Madame Bovary encontré un maravilloso ensayo sobre esta obra, escrito por el profesor de la Universidad Complutense de Madrid, Joaquín M. Aguirre Romero, en el cual me inspiré para mi trabajo. El profesor Aguirre Romero habla sobre el reto que se planteó Flaubert, de querer escribir un texto literario “con seres vulgares que decían discursos vulgares y falsos”. Este mismo autor, citado por Aguirre Romero, explica  la dificultad que implica verter la vaciedad de la palabra que se emplea para ocultar lo auténtico y destacar lo falso:

    “Choco con situaciones comunes y con un diálogo trivial. Escribir bien lo mediocre y hacer que al mismo tiempo conserve su aspecto, su corte, sus propias palabras, es verdaderamente diabólico,...”


         Lamentablemente no tengo la genialidad del autor de Madame Bovary, la segunda mejor obra de ficción -dicen-de toda la literatura, superada tan sólo por El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, para enfrentarme a tanta mediocridad sin perder la compostura. Sólo puedo prometer que lo intentaré.

            ¿Qué se puede interpretar de una supuesta nueva batalla de Santa Inés convocada por el caudillo de una también supuesta revolución para enfrentar a su oposición política? Como este caudillo convocante vivía en una asincronía permanente tuve que realizar un gran esfuerzo para sincronizar mi pensamiento con el simbolismo inconsciente encerrado en su discurso.

                En la ocasión  a que me refiero, este caudillo preparó un oportunista teatro para enfrentarse a una demanda política de su oposición,  la cual no pudo soslayar por vías legales.

          Primero, se autodesignó el papel de Florentino, mientras que a su oposición le asignó el papel de Diablo.  Cosa que, por cierto, constituyó un reconocimiento a esta oposición; porque eso de pasar de ser escuálido a ocupar el papel de Diablo no deja de ser una reclasificación importante. 

        Luego bautizó la convocatoria a un referendo revocatorio, figura perfectamente estatuida en el texto de la Constitución, con el nombre de Nueva Batalla de Santa Inés. De esta manera trató de “folklorizar” un evento político formal, retrotrayéndose a una historia que ya había pasado, en el que Florentino, el verdadero, se salvó milagrosamente, para posteriormente ser capturado por su oponente, como bien dijo Gallegos. ¿Una identificación inconsciente del nuevo Florentino con lo anteriormente sucedido? Desafortunadamente ya no tenemos posibilidades de constatar la hipótesis sugerida en esta pregunta.

             En Santa Inés, Florentino hizo fraude, pues violó la ética del contrapunteo. El contrapunteo es el encuentro de dos cantadores que en igualdad de condiciones se miden en la capacidad de improvisación, en la rapidez con que la hacen, en la voz y en la resistencia. Es un encuentro voz a voz, ingenio a ingenio, velocidad a velocidad, resistencia a resistencia, entre dos cantadores. No intervienen terceros en ayuda de ninguno, sólo los músicos acompañantes intervienen sin tomar partido en la porfía. Florentino reconoció que sólo tendría una ventaja en el despuntar de la aurora, pero cuando se percató de que no llegaría a ella, apeló a la ayuda de las fuerzas celestiales, violando así uno de los principios éticos de la porfía. Es cierto que se estaba batiendo con un ser sobrenatural, pero él aceptó el desafío ¿Sería posible que el muevo caudillo hubiera pensado en utilizar las mismas argucias? Importantes elementos que estuvieron presentes en esa oportunidad parecieran apuntar en esa dirección. Las vírgenes de la invocación mariana fueron sustituidas por otras menos castas y con nombres extraños (CNE, TSJ, AN, Comando Ayacucho, Círculos Bolivarianos).


            Pero el teatro no estuvo bien montado. Por lo menos no fue fiel a la historia, tal vez por el interés particular de transformarla a su favor, o quizás por una serie de confusiones acumuladas en la interpretación que de ella hizo. ¿Por qué fue él, por ejemplo, quien lanzó el reto? En la leyenda quien reta es el Diablo:

                                  - “Amigo, por si se atreve,
                                 aguárdeme en Santa Inés,
                                 que yo lo voy a buscar
                                 para cantar con usté.”

    Y es Florentino quien acepta el reto:

                                 -“Sabana, sabana, tierra
                                  que suda y se hace querer,
                                  parada con tanto rumbo,
                                  con agua y muerta de sed,
                                  una con mi alma en lo sola,
                                  una con Dios en la fe,
                                  sobre tu pecho desnudo
                                  yo me paro a responder:
                                  Sepa el cantador sombrío
                                  que yo cumplo con mi ley,
                                  y como canté con todos
                                  tengo que cantar con él.”

(Ésta es por cierto, la versión de 1940, tomada por la Cantata Criolla para El Reto).

            Como se ve, el nuevo Florentino invirtió los papeles, y ahora la única esperanza que le quedaba era esperar el milagro que salvó temporalmente a su antecesor. Pero escogió mal, además, el lugar de la cita. La batalla de Santa Inés ya había pasado, como dije antes, y pasó también lo que sabemos que pasó y de lo cual se enteró Gallegos. Por otra parte, sabemos que el Diablo aprendió (puesto que capturó a Florentino) la lección que el propio Alberto Arvelo le señalara:

           

             “Para mí fue el propio Diablo, por confiado en su prepotencia retórica, pero acaso menos zahorí que su adversario, el que invirtió el lógico desenlace de la tremenda supremacía controvertida. Porque él no ha debido aceptar nunca la asonancia aguda en la primera vocal  que le planteó su contrincante para el último episodio de la instancia. Y si la aceptó, ufano de su baquía poética, pregonando que los graves y los agudos le dan lo mismo, ha debido cambiar tal rima después de la segunda réplica. Olvidó, y eso le costó un triunfo que él mismo ya había pregonado, que esa asonancia es asaz propicia para exultar pompa y arrobamiento religiosos, y sobre todo para la evocación mariana en cadenas, ráfaga final de desespero, con que Florentino logró enmudecerlo.”


            



Diablos danzantes y unidad nacional

                No puedo opinar sobre la carta que los hijos de Arvelo Torrealba habrán enviado  al nuevo Florentino,  porque no la he leído; habría que ubicar la pregunta en el contexto de la carta. Sólo entiendo que hay una reacción natural de quienes ven apropiarse de la memoria de sus muertos para favorecer fines muy particulares. Los muertos no se pueden revelar, pero sus familiares sí.

            En forma general puedo decir que la unidad nacional se da con una alta posibilidad frente a cualquier manifestación donde exista un acuerdo colectivo en cuanto al juicio de valor que de ésta se emita. Puede haber unidad nacional frente a una obra que no represente la unidad nacional. Durante el imperio romano el pueblo se divertía ante el espectáculo de gladiadores que se mataban. Esto es valorado en el presente como una barbaridad, pero en ese entonces la lucha de gladiadores que se adiestraban formalmente para  ella, formaba parte de una cultura, y así era aceptada. Eran parte de la cultura azteca los sacrificios humanos, harakiri en la antigua cultura nipona, y la autoinmolación para causar daño al enemigo en la actual cultura árabe. No estoy diciendo que comparto estas manifestaciones, sólo trato de entender el sentido de lo que estamos llamando unidad nacional.

             El combate de Florentino y el Diablo, que a diferencia de las realidades anteriores es sólo una ficción, lo asumimos como una expresión de venezolanidad en cuanto elemento constituyente de nuestra cultura. Lo que no se había planteado nunca el pueblo venezolano era que él alguna vez pudiera verse dividido entre los partidarios de uno u otro contrincante. Tampoco tomamos partido ante el combate a verazo limpio que se escenifica en La Batalla del Tamunangue. Nos gusta el combate en su teatralidad, en su estética, y no en cuanto a la adscripción en la vida real a alguna de las partes en pugna.

             La unidad nacional excluye la división y por eso se puede dar frente a algo que divide o que sencillamente golpea la propia concepción unitaria. Fue la unidad nacional la que condujo al derrocamiento de un dictador que se llamó Pérez Jiménez. Ahora hemos presenciado el fenómeno de una profunda unidad nacional alrededor del Diablo, como un símbolo de protesta.  Mantenemos nuestro amor por el poema y por la leyenda, pero cuando tomamos partido en favor de uno de los contendientes fue por el papel que unilateralmente y en cadena nacional nos fue asignado. Este papel, sin embargo, lo aceptamos porque coincidencialmente al pueblo venezolano siempre le han gustado los diablos. En la semana de Junio están en la calle los Diablos Danzantes de Yare, en San Francisco de Yare, y en por lo menos diez localidades más. Diablos celebrando una fiesta religiosa  en confraternidad con la iglesia.

            “Si no hay creyentes para cargar al Santísimo, que vengan los diablos entonces”

dijo el párroco como protesta ante la ausencia de feligreses, según se explica en el Diccionario de Cultura Popular de la Fundación Bigott. Esto sucedió hace poco más de 400 años y desde entonces bailan el día de Corpus Christi frente a la iglesia de San Francisco.

            También tenemos diablos en Ocumare de la Costa, Cata, Cuyagua, Chuao; en Guacara, Tocuyito, Canoabo, Patanemo; en El Sombrero, San Rafael de Orituco; en San Carlos y Tinaquillo; en la zona costera del Estado Vargas (Diablos de Naiguatá). Ocasionalmente han aparecido en Nirgua y en San Hipólito de Barinas.

            Como la cultura popular es una cultura viva, que evoluciona, se prevé que pronto habrá una proliferación de diablos por toda Venezuela y a los Diablos Danzantes se les unirá probablemente una generación de Diablos Votantes, los cuales danzarán en el  momento de celebrar un nuevo y prometedor amanecer en el devenir de la vida de la sociedad venezolana.


_________________________________


Bibliografía consultada

ACOSTA MARTÍNEZ, Octavio. (2002). Presencia de manifestaciones populares en  la música académica venezolana. Universidad de Carabobo. Valencia. Venezuela.

AGUIRRE ROMERO, Joaquín M. (1996). Palabras y vacío: Lenguaje y tópico en la obra de Gustave Flaubert. http://www.ucm.es/info/especulo/numero4/g_htm

BALZA, José.(1982). Iconografía de  Antonio Estévez. Biblioteca Ayacucho. Caracas.
        Venezuela.

GALLEGOS, Rómulo. (2000). Cantaclaro. Editorial Panapo. Caracas. Venezuela.

LÓPEZ CHIRICO, Hugo. (1987). La “Cantata Criolla” de Antonio Estévez.   
       Consejo  Nacional  de la  Cultura-Instituto  Latinoamericano  de Investigaciones   y  
Estudios Musicales “Vicente Emilio Sojo”. Caracas. Venezuela.

Sin firma de autor. (1985). Florentino     y  el   Diablo – Alberto  Arvelo  Torrealba.
      Vitrales Editores. Caracas. Venezuela.

STRAUSS K., Rafael.  (1999). Diccionario  de  Cultura  Popular.  Fundación   Bigott. 
      Venezuela.







lunes, 27 de julio de 2015

UN MENSAJE A GARCÍA



ESTRATEGIA PARA FORMAR IMBÉCILES




Algunas pequeñas indicaciones

     "Un mensaje a García" es un texto muy conocido y, paradojícamente, es de lo menos conocido que he podido encontrar dentro de las cosas a las que se alude con mucha frecuencia. Siendo así, y dado que considero importante conocerlo, me he permitido elaborar este pequeño trabajo dividiéndolo en tres partes: en primer lugar, he copiado aquí el resumen que aparece en esa enciclopedia libre y colaborativa que me ha sido de tanta utilidad, llamada Wikipedia. Allí, en forma resumida y precisa explica en qué consiste este mensaje. En segundo lugar, está mi elaboración propiamente dicha. En ésta hago un análisis crítico-valorativo-ideológico del susodicho mensaje. Finalmente, en la tercera parte, simplemente inserto el mensaje y su introducción, tal como lo escribió Hubbard.


       Me permito, para mejor provecho, recomendar la lectura en el siguiente orden:
        
  1. Lectura del resumen de Wikipedia. Así tendrán una primera aproximación acerca de qué supuestamente trata el mensaje.  
  2. Lectura del mensaje tal como lo escribió Hubbard, presentado como un Anexo en la tercera parte.
  3. Lectura de mi propia opinión sobre el mismo,  en el que pretendo derribar el mito que se ha creado al respecto.                  

       Lo recomiendo de esta manera, porque seguramente mucha gente no habrá tenido la curiosidad de leer el texto original, y quienes sí lo han hecho seguramente lo habrán olvidado o pasado por alto detalles que considero son fundamentales.


Resumen de Wikipedia
Un mensaje a García (A Message to Garcia en el inglés original) también conocido como La carta a García o simplemente Carta a García, es un ensayo escrito por Elbert Hubbard en 1899, en el que en primer término relata brevemente la anécdota del soldado estadounidense Rowan, que es llamado para entregar de parte del presidente de Estados Unidos, un mensaje al jefe de los rebeldes, oculto en la sierra cubana, en el curso de la Guerra hispano-estadounidense a fines del siglo XIX.   Hubbard resalta el hecho de que Rowan recibe el mensaje y se limita a entregarlo a pesar de que nadie le proporcionó información ni medios para encontrar a García, para lo cual Rowan recorre a pie la isla de Cuba de costa a costa. Ante esto, Hubbard propone por medio de otros varios ejemplos, que la aplicación para cumplir inmediatamente con la tarea encomendada, sin reticencias y sin vacilaciones, es el principal valor para conseguir el éxito, sobre todo en el trabajo, aún más que el talento o la erudición. Concluye sosteniendo que el mundo necesita «muchos Rowan» y que existen pendientes por entregar muchos «mensajes a García», en aplicación de la máxima «hacer bien lo que se tiene que hacer».   De acuerdo con el experto en lingüista Charles Earle Funk, «carta García» ha sido usada en la cultura popular como una expresión que incita a realizar tareas difíciles. En general, es un escrito que destaca la importancia capital del compromiso y de la voluntad de ejecutar las tareas que uno asume en el trabajo y en la vida. Sin embargo también existen personas que piensan que sobrevalora el poder de la autoridad y asume la sabiduría de aquellos que están arriba en la pirámide social.1  



Análisis crítico-valorativo-ideológico

         Hace mucho tiempo, en mis ingenuos años de juventud, creí que el Mensaje a García era una de las cosas que mejor se habían escrito para incitarnos a ser cada vez mejores, impulsarnos a desarrollar un gran espíritu de sacrificio y disponernos siempre a cumplir con lo que debíamos cumplir, sin buscar explicaciones y justificaciones que retardaban las soluciones a las que  aspirábamos. Un tiempo más tarde, y después de  embarcarnos en un Programa de Desarrollo de Habilidades del Pensamiento en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Carabobo, se me ocurrió leer con bastante detenimiento este mensaje con la idea de ver la forma en que lo podría utilizar como un material importante para el mismo. ¡Tremenda sorpresa! Ante aquella aberración no podía creer que yo alguna vez hiciera apelación de ella para incitar al seguimiento de ciertas conductas entre quienes me rodeaban. Me di cuenta que el bendito Mensaje a García no era sino un vil panfleto diseñado para formar imbéciles que no pensaran y que sólo se limitaran a cumplir órdenes sin hacer preguntas y mucho menos prever las consecuencias de sus acciones. Desde entonces me dediqué a combatirlo siempre que tuve la ocasión y a utilizarlo ahora como contraejemplo de nuestra nueva estrategia de enseñanza.

            Hubbard (el autor del panfleto)  destaca como una virtud el que Rowan (el mensajero) no preguntara “¿En dónde lo encuentro (a García)?” ¡Mayor tontería! Eso es lo primero que yo hubiese preguntado, o quizás lo segundo, porque lo primero debería ser “¿Quién es García?” Me imagino que existirán muchos García y lo primero que debería, por lógica, hacer sería acotar el espacio de búsqueda. Ahora, si McKinley (el que envía el mensaje) no sabe dónde está, es otra cosa; pero sí debe saber quién es, porque él es el que envía el mensaje y saber (el mensajero) a cuál García buscar sería de una gran ayuda. De pronto se me vino a la memoria aquel viejo cuento del hombre que llegó a la Isla de Margarita de antes de la Zona Franca, buscando a Salazar. Después de varios intentos y preguntas un margariteño le dice: “En esta isla casi todo el mundo es Salazar. ¿A cuál Salazar busca usted?” El hombre le responde “A uno que es contrabandista”; a lo que el margariteño, riendo, replica “Pero hijo er diablo, si aquí todo el mundo es contrabandista” Me hubiese gustado ver a Rowan buscando a Salazar por la Isla de Margarita sin más información que la que dicho hombre llevaba sobre García.

            En nuestro Programa de Desarrollo de Habilidades del Pensamiento, le damos una gran importancia a las preguntas y hemos elaborado técnicas para hacerlas eficientes. A través de las preguntas vamos reduciendo la discrepancia que nos separa de la respuesta de un problema. Utilizamos la pregunta y enseñamos al estudiante a utilizarla. Muchos investigadores de las ciencias fácticas y de las ciencias sociales consideran más importante hacer buenas preguntas que el dar respuestas.


           Esto, por supuesto, es una forma de “filosofar” para decir que sólo a partir de preguntas apropiadas y bien formuladas podremos hacer avanzar el conocimiento. Los niños aprenden porque preguntan mucho y a los padres se les enseña a no menospreciar las preguntas de sus hijos. Luego, el hombre pierde su inocencia y su creatividad, y en su adultez le da pena preguntar para no pasar por ignorante. Como respuesta a esta actitud equivocada, alguien inventó aquello de "Quien pregunta algo que no sabe, pasará por tonto e ignorante durante un momento, pero quien no pregunta será un tonto e ignorante toda la vida."

           También me viene a la memoria la primera lección del libro de Margarita Amestoy de Sánchez “Procesos Directivos, Ejecutivos y de Adquisición de Conocimiento” ¿Han leído la historia de la dama de negro? No importa si no lo han hecho.


Lo importante ahora es que la estrategia para solucionar el problema es precisamente a través de preguntas con respuestas dicotómicas. Y varios textos antes, para hacer una descripción se recomienda preguntas como “¿Qué es?”, “¿Para qué se usa?”, “¿Qué tiene?”, etc. Hubbard, en cambio propone la prueba de buscar en una enciclopedia acerca de la vida de Corregio y hacer luego un breve memorándum. Lo malo es que el mandatario pregunte quién fue Correggio, si vive o está muerto, etc.; él debe saber quién fue o es Correggio. Claro, Hubbard es vivo, porque escogió un apellido perteneciente al único personaje que uno encuentra en las enciclopedias corrientes, ¿pero eso lo sabe el mandatario antes de buscar? Imaginemos que nos pone el mismo ejercicio, pero ahora con Bach ¿A cuál Bach se referirá? En mi enciclopedia tengo a Johann Sebastian, a David Josej, a Fritz, a Hans, a Carl Philipp Emmanuel, a Wilhelm, a Johann Nikolaus, a Johann Ludwig, Johann Christoph (hay dos Johann Christoph), y para abreviar, unos quince músicos más de apellido Bach. Pero tampoco me ha dicho Hubbard que se trate de un músico, pudiera tratarse de  Richard Bach, el autor de “Juan Salvador Gaviota”. Este último no aparece en mis enciclopedias sobre música;  quizás sea posible encontrarlo en una enciclopedia sobre literatura, o también en una enciclopedia general muy completa y actualizada. El asunto es que tampoco se debe preguntar en cuál enciclopedia buscar. Ante esta situación, y si yo no tengo la virtud de adivinar el pensamiento, optaría por hacer un memorándum por cada Bach que encuentre y se los entregaría a Hubbard para que él escoja el que le interese. El ideal de este autor es una especie de Rambo de la información y del trabajo que a punta de un voluntarismo irracional llegue a resultados satisfactorios.

            Hubbard menosprecia también la necesidad que tiene el individuo de saber dónde encaja su trabajo. No debe saber qué uso tendrá la información que esté buscando, quién la va a usar, a quién va a beneficiar y a quién va a perjudicar. Él sólo debe limitarse a buscarla y entregarla. La experiencia de los científicos que llegaron a la bomba atómica fue por lo demás dramática cuando descubrieron el uso que de ella se hizo. A mí particularmente me gusta saber siempre dónde encaja mi trabajo. No soy el ideal de Hubbard.


Hannah Arendt
               Quien me imagino que sí sería un buen ejemplo para su ideal es el tristemente célebre Adolf Eichmann, Teniente Coronel de las SS de Hitler, culpable de haber embarcado a millares de judíos en los trenes que los conducían a los sitios diseñados para el exterminio. Eichmann no era más que un simple burócrata, un hombre mediocre, ordinario, que sólo se limitó a ser eficiente en las tareas que se le encomendaron y a cumplir fielmente las órdenes que recibía. Y ésta fue su principal defensa en el juicio que se le siguió. Eichmann se limitó a llevar el mensaje a García. Les recomendaría, de paso, leer la historia que escribió sobre este hecho la filósofa alemana Hannah Arendt (1906-1975) en su libro "Eichmann en Jerusalén. Un estudio acerca de la banalidad del mal." También pueden ver la película que se filmó basada en esta historia.
                                                                                        
Portada del libro
          Tampoco importa para Hubbard el conocimiento: “No es erudición lo que necesita la juventud, ni enseñanza de tal o cual cosa, sino la inculcación del amor al deber, de la fidelidad a la confianza que en ella se deposita, del obrar con prontitud, del concentrar todas sus energías, hacer bien lo que se tiene que hacer: “Llevar un Mensaje a García”. Saber “lo que se tiene que hacer” no es una prerrogativa del individuo que ejecuta, sino de otro que manda. ¿Aceptarían ustedes que en la Universidad nos limitáramos a hacer con prontitud lo que los Decanos o el Rector nos ordenaran, sin derecho a preguntar porqué debemos hacer eso? Lo que Hubbard pretende es un autómata ejecutor de órdenes, un imbécil que no sepa porqué hace lo que hace, lo importante es que lo haga bien.

         Ni toma en consideración los estilos del pensamiento, cosa que comprendo perfectamente dada la época en que fue redactado el panfleto; pero hoy nosotros sí conocemos de qué se trata esto, lo que nos conduce a la necesidad de asignar funciones de acuerdo a dichos estilos. No deberíamos confiar comisiones sin tener en cuenta que existen diferentes estilos del pensamiento y que los individuos rinden según que sus funciones entren o no en sintonía con sus  estilos dominantes. De acuerdo a este nuevo conocimiento el mensaje de Hubbard es obsoleto. El menor de sus pecados. O en todo caso, para ser condescendientes, el pecado no sería de él. La gente escribe cuando le toca vivir. Este pecado en particular corresponde a quienes en los tiempos actuales recomiendan seguir el ejemplo de Rowan, para exaltar "la fuerza del compromiso y la responsabilidad".

            Hay otra cosa un poco más peligrosa en este Mensaje a García por cuanto, a mi entender, tiene una fuerte connotación de tipo ideológico-político. El Mensaje es eminentemente patronal. Los pobres patronos se sacrifican y realizan un gran esfuerzo por lograr que el trabajador ejecute bien su trabajo, por educarlos para que estén en aptitud de realizarlo en forma idónea. Sin embargo, los trabajadores a menudo no aprecian este esfuerzo y prácticamente obligan al pobre patrono a despedirlos. “Por propio interés, cada patrón procura conservar lo mejor que encuentra; es decir, a aquellos que pueden llevar Un Mensaje a García.”  Más adelante en su discurso, Hubbard dice: “Pero en medio de nuestro filantrópico enternecimiento, no debemos olvidar derramar una lágrima por aquellos que se afanan en llevar a cabo una gran empresa; por aquellos cuyas horas de trabajo son ilimitadas, pues para ellos no existe el silbato, por aquellos que a toda prisa encanecen, a causa de la lucha constante que se ven obligados a sostener contra la mugrienta indiferencia, la andrajosa estupidez y la negra ingratitud de los empleados que, si no fuera por el espíritu emprendedor de estos hombres, se verían sin hogar y acosados por el hambre”. Todo un poema empresarial con vista a la formación de un esclavo feliz, de incondicional sumisión a los mandatos del buen patrón sin cuyo espíritu emprendedor él se vería sin hogar y acosado por el hambre. Está claro que para Hubbard hay que romper la dicotomía patrón sacrificado/empleado inepto e inconsciente por la dicotomía patrón sacrificado/empleado obediente y complaciente. No hay que extrañarse, entonces, del porqué tan tremendo éxito de este panfleto entre los patrones de tantas empresas (George H. Daniela, del Ferrocarril Central de Nueva York, a nombre de Empire State Express, el Príncipe Hilakoff, Director de de los Ferrocarriles de Rusia, empresas de Alemania, Francia, España, Indostán, China y otros que siguieron luego). Más de cuarenta millones de ejemplares para el momento en que Hubbard  administraba su publicación, más de doscientos millones para el momento actual.

            Lo que se espera en definitiva de este Mensaje queda muy bien expresado en el penúltimo párrafo de la presentación de Hubbard:

“Durante la guerra entre Rusia y Japón, cada soldado llevaba consigo un ejemplar del “Mensaje a García”. Los japoneses encontraron estos folletos en manos de los prisioneros y, pensando que tendrán algún mérito, los tradujeron al japonés. Y por orden de Mikado se dio un ejemplar a cada empleado del gobierno japonés, civil o militar.”

Éste es el ideal de Hubbard, un individuo con mentalidad de soldado que no necesite pensar, sólo ejecutar las órdenes que se le den, un alto sentido del deber, “deber” establecido por una escala de valores donde él no tiene nada que decir, sino sólo aceptar. Un individuo acrítico, todo lo contrario de lo que pretendemos obtener en nuestras Universidades. No puedo evitar el recuerdo  del desprecio que sentía Einstein por todo lo que representaba la casta militar, a la cual se refirió como que la naturaleza se equivocó al ponerles un cerebro, “sólo les bastaba con una columna vertebral.”

            Por estas razones, me alarmo cuando leo de vez en cuando artículos donde se alaba el contenido de este mensaje y se insta a seguirlo. El Mensaje a García no es “un mensaje de fortaleza”, como afirman algunos, es un mensaje de sumisión. No se lo podemos recomendar a nuestros jóvenes; en todo caso, les podemos decir: “Lleven este mensaje a García, pero no para acatarlo, sino para que les sirva siempre de contraejemplo de aquello que deseamos realmente de ustedes". Debemos analizar bien este mensaje, decodificarlo y descubrir la maldad en él oculta, y la no tan oculta también. Nosotros somos militantes de la Operación Salmón, nadamos contra la corriente para difundir una estrategia educativa que lleve a la máxima explotación de las facultades mentales. No queremos un alumno obediente y sin preguntas; todo individuo tiene el derecho de saber para qué hace lo que hace, y si nadie se lo dice tiene que preguntarlo, y exigir una respuesta. No puedo pretender pedirle a un alumno que me redacte un breve resumen sobre la vida de Corregio sin esperar la pregunta “¿quién es Corregio?” Yo también lo preguntaría si no lo sé, y también me gustaría saber para qué lo voy a hacer. Es posible que Corregio no esté dentro de mi espectro de intereses, así como no están muchos otros personajes, por más importantes que sean, y necesitaría de una buena justificación para invertir mi tiempo en una tal averiguación.

            He podido observar que muchos de quienes generalmente en nuestro medio han hecho apelación al Mensaje a García, son personas animadas con la mejor intención. Lo que pretenden combatir es la flojera e incentivar el amor por el trabajo; ése es el caso también de muchos de mis más apreciados amigos, algunos de ellos con años predicando por diferentes medios por un desarrollo del pensamiento y suministrando importantes estrategias y valores para lograrlo; pero debemos tener mucho cuidado con los mensajes que emitamos, porque algunas veces se nos cuelan “virus cognitivos” que nos pueden dañar el esfuerzo realizado. Creo que esto ha sucedido varias veces con el bendito Mensaje a García, herramienta contraproducente por lo reaccionaria en lo ideológico y peligrosa en lo cognitivo, además de obsoleto. Quizás esté yo desestimando aspectos que se me ocultan, por lo que les extiendo una invitación a los lectores a leer cuidadosamente dicho mensaje, el cual transcribo a continuación, en el Anexo, para que lo tengan a la mano (espero que hayan seguido mis indicaciones iniciales). Me gustaría luego, como siempre, recibir las opiniones que esta lectura pudiera originar.
           
           

_____________________________________________________



Anexo



UN MENSAJE A GARCÍA
 Elbert Hubbard




          Esta pequeñez literaria "Un mensaje a García" fue escrita una noche, después de la hora de la cena. Era el 22 de febrero de 1899, aniversario del natalicio de Washington, y ya íbamos a entrar en prensa con el número de marzo de nuestra revista PHILISTINE. Brotaba candente de mi corazón. Escrito cual fue, después de un día pesado dedicado a tratar de enseñar a ciertos indolentes moradores de la ciudad a abandonar aquel estado letárgico en que se encontraban y a infiltrarles radioactividad.

          La idea original surgió durante una pequeña discusión, cuando tomábamos el café, en la cual mi hijo Bert lanzó la idea de haber sido Rowan el verdadero héroe de la guerra de Cuba. Rowan salió solo y realizó su propósito: llevó el mensaje a García. Como un destello de luz vino entonces a mi mente la idea: "Es verdad -me dije- el muchacho tiene razón. Héroe es aquel que cumple su cometido, el que lleva el mensaje a García."

           Levanteme entonces de la mesa y escribí "Un mensaje a García". Tan poca fue la estimación que dimos a este artículo que se publicó sin encabezamiento en la revista. Hízose el reparto de la misma y poco después comenzaron a llegarnos pedidos de una docena, cincuenta, cien ejemplares adicionales del número de marzo de PHILISTINE; y cuando la Agencia Distribuidora American News Company pidió mil ejemplares, pregunté a uno de mis empleados cuál era el artículo que había levantado tanta polvareda. "Eso de García", me contestó.

          Al sía siguiente se recibió un telegrama de George S. Daniels, del Ferrocarril Central de Nueva York, que decía: "cotice precio para cien mil ejemplares del artículo Rowan, en forma de folleto. Anuncio tren express del Estado Imperial al respaldo. Diga cuándo puede hacerse la entrega". Contesté cotizando precio y diciendo que podía entregarlos en dos años. Nuestras facilidades de impresión eran pocas, y cien mil ejemplares parecían una empresa magna. El resultado fue que le concedí permiso al señor Daniels para que reprodujera el artículo como quisiera. Lo hizo en forma de folleto, en edición de medio millón de ejemplares. Distribuyó una edición y, además, el artículo fue reproducido en más de doscientas revistas y periódicos. Ha sido traducido a todos los idiomas. Cuando el señor Daniels se ocupaba de la distribución de "Un mensaje a García", el príncipe Hilakoll, director de Ferrocarriles de Rusia, se encontraba en este país. Era huésped de honor de la Compañía del Ferrocarril Central de Nueva York y viajaba por todo el país acompañado por el señor Daniels. El príncipe vio el librito; le interesó más por el hecho de que el señor Daniels lo estaba distribuyendo en tan grandes cantidades, probablemente, que por cualquier otro motivo. De todos modos, cuando el príncipe ruso regresó a su país, hizo que se  tradujera al ruso y se entregara un ejemplar a todo empleado de Ferrocarriles de Rusia.

          Tras éste vivieron otros países, y de Rusia pasó a Alemania, Francia, España, Turquía, la India y China. Durante la guerra entre Rusia y Japón, a todo el soldado ruso que fue a la guerra se le entregó un ejemplar de "Un mensaje a García". Encontrando los japoneses estos libritos en poder de los prisioneros rusos, llegaron a la conclusión de que debía ser algo muy bueno, y, por consiguiente, lo tradujeron al japonés. Y por orden de Mikado, se entregó un ejemplar a todo empleado civil o Militar del Gobierno japonés.

          Más de cuarenta millones de ejemplares de "Un mensaje a García han sido impresos. Se dice que es la circulación mayor de toda la historia del mundo que haya tenido un trabajo literario durante la vida de su autor, gracias a una serie de incidentes afortunados.


          En todo este asunto de Cuba hay un hombre que se destaca en el horizonte de mi memoria como el planeta Marte en su perihelio. Cuando se declaró la guerra entre España y  Estados Unidos (1898), era muy necesario comunicarse prontamente con el jefe de los insurrectos. Encontrábase García en la manigua de Cuba, sin que nadie supiera su paradero exacto. Era imposible toda comunicación con él por telégrafo o por correo. El presidente de los Estados Unidos tenía que contar con su cooperación, sin pérdida de tiempo, ¿qué hacer?
Alguien dijo al presidente: "hay un hombre apellidado Rowan que puede encontrar a García, si es que es humanamente posible encontrarlo". Se mandó a llamar a Rowan y se le entregó una carta para que, a su vez, la hiciera llegar a García.

          Cómo fue que este hombre, Rowan, tomó la carta, la cerró, la metió en una cartera de hule, se la amarró al pecho, hizo un viaje de cuatro días y desembarcó una noche en las costas de Cuba, en un bote sin cubierta. Cómo fue que se internó en las montañas y en tres semanas salió al otro extremo de la isla, habiendo atravesado a pie un país hostil y desconocido y entregó la carta a García, son cosas que no tengo especial deseo de relatar en detalle. Pero sí quiero que conste que MacKinley, presidente de los Estados Unidos, puso una carta en manos de Rowan para que éste la entregara a García. Rowan tomó la carta y no preguntó: ¿Dónde está García? ¡Loado sea Dios! He aquí un hombre cuya figura debe ser vaciada en imperecedero bronce y puesta su estatua en todos los colegios del país. No es erudición lo que necesita la juventud, ni la enseñanza de tal o cual cosa, sino la inculcación del amor al deber, de la fidelidad a la confianza que en ella se deposita, del obrar con prontitud, del concentrar todas sus energías, hacer bien lo que se tiene que hacer: "Llevar un mensaje a García".

          El general García ya no existe, pero hay otros Garcías. No hay hombre que no haya tratado de administrar una empresa que requiera mucho personal, que, a veces no se haya quedado atónito al notar la imbecilidad del promedio de los hombres; la inhabilidad o falta de voluntad para concentrar su inteligencia en una cosa dada y hacerla. La asistencia irregular, la desatención ridícula, la indiferencia vulgar y el trabajo mal hecho parecen ser la regla general. No hay hombre alguno que salga airoso de su empresa a menos que, quieras o no quieras, o por fuerza, obligue o soborne a otros para que le ayuden, a menos que Dios Todopoderoso, en su infinita bondad, haga un milagro y le envíe el Ángel de Luz que le sirva de auxiliar.

          Tú, lector, puedes hacer esta prueba. Te encuentras en estos momentos sentado en tu oficina. A tu alrededor tienes seis empleados. Llama a uno de ellos y pídele lo siguiente: Tenga la bondad de buscar en la enciclopedia y hágame un memorándum corto de la vida de Corregio. ¿Crees tú que el empleado contesta: "Sí, señor", y se marcha a hacer lo que le pediste? Nada de eso. Te mira de soslayo y te hará una o más de las siguientes preguntas: ¿Quién era Corregio? ¿En cuál Enciclopedia? ¿Dónde está la Enciclopedia? ¿Acaso fui yo empleado para hacer esto? ¿No querrá decir usted Bismark? ¿por qué no lo hace Carlos? ¿Murió? ¿Hay prisa para eso? ¿No sería mejor que le trajera el libro y usted mismo lo buscara? Y me atrevería a apostar diez contra uno a que después que hayas contestado el interrogatorio y explicado la manera de buscar la información y porqué la necesitas, tu empleado se retira y obliga a otro compañero a que lo ayude a encontrar a Corregio; regresando poco después diciéndote que no existe tal nombre. Desde luego, puede darse el caso de que yo pierda la apuesta; pero, según la ley de las probabilidades, no debo perder.


          Ahora bien: tú sabes lo que tienes entre tus manos; tú no debes molestarte en explicar a tu auxiliar que Corregio está escrito con C y no con K, sino que, sonriente y de buen humor, le dirás. Está bien, déjelo. Y dicho esto te levantarás y lo buscarás tú mismo. Y esa incapacidad para obrar independientemente, esa estupidez moral, esa deformación de la voluntad, esa adecuada disposición para hacerse cargo de una cosa y realizarla, ésas son las cosas que han pospuesto para muy lejos en el futuro al socialismo puro. Si los hombres no actúan por su propia iniciativa para sí mismos, ¿qué harán cuando el producto de sus esfuerzos sea a beneficio de todos? La fuerza bruta parece necesaria y el temor a la rebaja de salarios el sábado, a la hora del cobro, o el despido, hace que muchos trabajadores y empleados conserven su trabajo o su colocación.


          Anunciad solicitando un taquimecanógrafo, y de diez solicitudes, nueve son de individuos que no tienen ortografía, y lo que es más, de individuos que no creen necesario tenerla. ¿podrían esas personas  llevar el mensaje a García? Mire usted -me decía el gerente de una gran fábrica-: Mire usted a ese tenedor de libros. Bien, ¿qué le pasa? Es un magnífico contable, y si se le manda a hacer una diligencia, tal vez la haga; pero puede darse el caso de que, antes de llegar a su destino, entre en varios bares, y cuando llegue a la calle indicada ya no se acuerde de lo que se le dijo. ¿Puede confiarse a ese hombre que lleve un mensaje a García?


          Recientemente hemos estado oyendo conversaciones y expresiones de muchas simpatías hacia los extranjeros nacionalizados que son objeto de explotación de fábricas y talleres, así como hacia el hombre sin hogar, que anda errante en busca de trabajo honrado, y junto a esas expresiones con frecuencia se emplean palabras duras hacia los hombres que están en el Poder. Nada se dice del patrono que se envejece antes de tiempo tratando en vano de inducir a los eternos descontentos y perezosos a que hagan su trabajo a conciencia; ni se dice nada del largo tiempo ni de la paciencia que ese patrono ha tenido buscando personal que no hace otra cosa más que matar el tiempo tan pronto como el patrono vuelve la espalda. En todo establecimiento o fábrica se tiene constantemente en práctica el procedimiento de selección por eliminación. El patrono se ve constantemente obligado a rebajar personal que ha demostrado su incompetencia en el fomento de sus intereses, y a tomar otros empleados. No importa que los tiempos sean buenos; este procedimiento de selección sigue en todo tiempo, y la única diferencia está en que cuando las cosas van mal, el trabajo escasea y la selección se hace con mayor rigor; pero afuera y siempre tienen que ir incompetentes e inservibles. Por interés propio, el patrono tiene que quedarse con los mejores, con los que pueden llevar un mensaje a García.


          Conozco un individuo de aptitudes verdaderamente brillantes, pero sin la habilidad necesaria para manejar su propio negocio, y que, sin embargo, es completamente inútil para cualquier otro, debido a la insana sospecha que abriga constantemente de que su patrono le oprima o que trate de oprimirle. Sin poder mandar, no tolera que se le mande. Si se le diera un mensaje para que lo llevara a García, probablemente su contestación sería "Llévelo usted mismo". Hoy este hombre anda errante por las calles en busca de trabajo, teniendo que sufrir las inclemencias del tiempo. Nadie que le conozca se atreve a darle trabajo, puesto que es la esencia misma del descontento. No entra en razones, y lo único que en él podría producir algún efecto sería un buen puntapié salido de una bota del número 44, de suela gruesa. Sé, en verdad, que un individuo tan deforme como ése, moralmente, no es menos digno de compasión que el físicamente inválido; pero en medio de nuestro filantrópico enternecimiento, no olvidemos derramar una lágrima por aquellos que se afanan en llevar a cabo una gran empresa, por aquellos que sus horas de trabajo son ilimitadas, pues para ellos no existe el silbato, por aquellos que a toda prisa encanecen, a causa de la lucha constante que se ven obligados a sostener contra la mugrienta indiferencia, la andrajosa estupidez y la negra ingratitud de los empleados que, si no fuera por el espíritu emprendedor de estos hombres, se verían sin hogar y acosados por el hambre. 

          Diríase que me he expresado con mucha dureza. Tal vez sí; pero cuando el mundo entero se ha entregado al descanso, yo quiero expresar unas palabras de simpatía hacia el hombre que sale adelante en su empresa, hacia el hombre que, aun a pesar de grandes inconvenientes, ha sabido dirigir los esfuerzos de otros hombres, y que, después del triunfo, resulta que nada ha ganado, nada más que su subsistencia. También yo he cargado con mi lata de comida al taller y he trabajado a jornal diario; y también he sido patrono y sé qué puede decirse de ambos lados. No hay excelencia en la pobreza, pero sé que los harapos no sirven de recomendación; no todos los patronos son incapaces y tiranos; no todos los pobres son virtuosos. Mis simpatías todas están con el hombre que hace su trabajo a conciencia cuando el patrono está presente, como cuando está ausente, y con el que, al entregarle una carta para García, tranquilamente toma la misiva, sin hacer preguntas idiotas  y sin intención alguna de tirarla a la primera alcantarilla que encuentra a su paso; o de hacer alguna cosa que no sea entregarla a su destinatario. Ese hombre no queda sin trabajo nunca, ni tiene que declararse en huelga para que se le aumente el sueldo. La civilización busca ansiosa insistentemente a esa clase de hombres. Cualquier cosa que ese hombre pida, la consigue. Se le necesita en toda la ciudad, en todo pueblo, en toda villa, en toda oficina, tienda, taller o fábrica. El mundo entero lo solicita a gritos: se le necesita para que pueda llevar un mensaje a García.