lunes, 25 de agosto de 2014

EL CÍRCULO DEL ENGAÑO




¡Qué familia!

Octavio Acosta Martínez






Primera parte
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     Desde que Jacob vio por primera vez a Raquel, lo entendió todo: ésa era la mujer de su vida. Lo demás no serían más que gestiones administrativas, presentes en todas las instancias de la vida del hombre, incluso en aquellas tan profundas y sublimes como es el amor.

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     En aquel tiempo, el apareamiento era diferente. No había que someterse a un proceso de cortejo, ni dar serenatas, ni escribir poemas cursis, algunas veces encargadas a un amigo con más musa, o sacados de un libro de autoayuda amorosa. Tampoco había internet como en los tiempos actuales, cuando se pueden sacar de una página especializada las mejores frases de amor ante las que ninguna sensibilidad femenina podría resistirse.




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 Internet ahora, es la solución a todos los problemas intelectuales y sentimentales. Sólo hay que buscar la página adecuada, copiar la frase o imagen que más se ajuste al momento y a la intensión de la búsqueda, pegar en facebook  y ¡listo! Usted es un filósofo profundo que causará la admiración de sus contactos y enseguida recibirá la retroalimentación respectiva: "Qué gran verdad", "Estoy de acuerdo contigo, amiga(o)", "Me lo copio, ya lo voy a compartir"...




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     En los tiempos de Jacob no había internet, ni cafés para invitar a un café, ni cines para invitar a una película, ni los cubanos habían inventado el bolero para bailar pegaíto. Así, las cosas se arreglaban de otra manera. Lo que sí había eran ovejas, asnos, cabritos, vacas, "camellos y camellas", siervos y siervas; y quien los tuviera, tenía todo para negociar cualquier cosa, incluso una esposa. Si no poseía nada de esto, entonces contaba con algo que ha tenido un valor universal en todos los tiempos: el trabajo.


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     Jacob, fugitivo de la venganza del hermano, al que engañó robándole su primogenitura y la bendición de Dios, no contaba con ninguno de estos bienes comercializables de la época. Contaba, como hemos dicho, con la bendición de Dios, pero parece que ésta no bastaba ante la furia de Esaú por el despojo al cual fue sometido. Como Jacob tampoco contaba con la valentía, un bien que en ocasiones ha sacado de apuros a muchos hombres, optó por hacer lo que también otros muchos hacen: huir. Por supuesto, siguiendo las indicaciones de su madre protectora, quien tuvo su rol protagónico en esta historia.



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     Rebeca, en lugar de hablar con su hijo Esaú para hacerlo desistir de la idea de matar a Jacob, prefirió hablar con éste para sugerirle que se fuera:
     -Ahora pues, hijo mío, obedece a mi voz; levántate y huye a casa de Labán, mi hermano en Harán, y mora con él algunos días hasta que el enojo de tu hermano se mitigue;...
     Jacob se marchó, efectivamente, a casa de su tío, acatando en sentido estricto los términos del lenguaje matemático. "Algunos" significa "más de uno", o su equivalente "al menos dos". "Algunos días" es un conjunto acotado inferiormente, y con límite superior indeterminado. Entender ésto ha sido un dolor de cabeza para más de un estudiante de ingeniería y ha causado algunas raspazones, pero para Jacob  no fue ningún problema entenderlo, y así, permaneció con Labán aproximadamente siete mil trescientos días. 

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     Rebeca había terminado su recomendación así:
     -...hasta que se aplaque la ira de tu hermano contra ti, y olvide lo que le has hecho; yo enviaré entonces y te traeré de allá. ¿Porqué  seré privada de vosotros ambos en un día?

     Bueno, Esaú tuvo veinte años, más de un día, para aplacar su ira, ¿serían suficientes? ¿Logró eliminar su enojo? ¿Regresaría a casa Jacob, considerándose a salvo, al cabo de ese tiempo? En veinte años es mucho lo que puede pasar en la vida de un hombre y, efectivamente, fue mucho lo que pasó en la de Jacob. Ese período es el que nos interesa para nuestra historia del momento. El reencuentro de Jacob y Esaú es una tarea para la casa, un homework; pero es fácil, lo único que tienen que hacer es leerlo en la Biblia. Por nuestra parte, vamos a casa de Labán.



8
     Jacob llegó al refugio de su exilio temporal con una instrucción muy precisa, ésta vez dada por Isaac. Éste, siempre celoso por las buenas costumbres, por la pureza de la raza, por el mantenimiento de la tradición religiosa, por la fidelidad a Dios y por el respeto a un pacto que nació con su padre Abraham, le dijó así a Jacob, antes de partir:
     -No tomes mujer de las hijas de Canaán. Levántate, ve a Padan-aram, a casa de Betuel, padre de tu madre, y toma allí mujer de las hijas de Labán, hermano de tu madre. 
     ¿"Mujer", en singular? ¿Porqué no pluralizar la recomendación de Isaac? ¿No multiplicaríamos las buenas costumbres y le daríamos fortaleza al pacto?
     Son sólo preguntas, no sabemos lo que va a pasar; el viaje de Isaac está más lleno de incertidumbres que de certezas. La única certeza estaba centrada en la necesidad de poner una distancia conveniente entre la integridad de su persona y las botas de Esaú.

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     Isaac le dijo algunas cosas más. La repetición del deseo del Dios omnipotente de fructificar y multiplicar la descendencia de su familia favorita, hasta llegar a ser multitud de pueblos, y la retransmisión de la bendición de Abraham, y a su descendencia -con Jacob como eslabón de la cadena- "para que heredes la tierra en que moras, que Dios dio a Abraham".
     No hay manera de salvarse, Palestinos, la suerte de ustedes está echada.




Segunda parte
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     Jacob no necesitó de tantas instrucciones, no más llegó a casa de Labán amó profundamente a Raquel, la menor de sus hijas. La otra, la mayor, se llamaba Lea.

Jacob ama a Raquel


     Dado que no poseía ninguna clase de bienes, como hemos dicho, le propuso a Labán trabajar para él durante siete años a cambio de que le concediera a Raquel como esposa. Labán, como buen comerciante, intuyó enseguida que se trataba de una transacción ventajosa y aceptó. Jacob trabajó para él durante siete años al cabo de los cuales exigió a Labán la entrega de su salario acumulado: Raquel.

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     ¿Porqué siete años y no seis ni ocho? El número 7 ha sido de una fascinación eterna para los cazadores de misterios, al igual que el 13 y el 666. Forma parte de los llamados números cabalísticos, y "cabalístico" viene de "cábala", o "khabala", doctrina esotérica asociada al judaísmo que pretende encontrar sentidos ocultos en los cinco primeros libros de la Biblia. Es decir, el pentateuco de los cristianos, o la thora, de los hebreos.

     En la Biblia el número siete es mencionado 737 veces, y el término séptimo, 119 veces. No los he contado, pero hay gente más ociosa que yo que sí lo ha hecho y lo ha publicado. 
    Es necesario distinguir entre contadores de cuentos y contadores de repeticiones de eventos o de cosas. No acostumbre a poner toda mi fe en un cuento contado por un contador de cuentos. A éste le gusta exagerar para impresionar o para reforzar un punto de vista particular. Pero en cambio doy crédito a los contadores de repeticiones. Éstos son sumamente celosos en mostrar su habilidad para obtener resultados que de no ser ciertos, serían fácilmente detectables. La mayor frustración para un contador de repeticiones es que usted le llegara a demostrar que se equivocó en una cifra que lanzó al dominio público. Por supuesto, estoy excluyendo de esta categoría a los políticos gobernantes que presentan cifras bajo la pretensión de mostrar países que realmente no existen. Éstos no son contadores de repeticiones, sino contadores de cuentos.
Las caras opuestas de un dado suman 7
     Por estas razones, si un contador de repeticiones me dice que el número siete aparece 737 veces en la Biblia, yo no tengo motivos serios para dudarlo. Ahora, no creo que Jacob estuviera pensando en ninguno de los sentidos que tiene este número cuando le hizo su oferta a Labán. A la distancia que nos separa el tiempo y el espacio geográfico, sólo se me ocurre lamentarme, por Jacob, de que el menor de los números cabalísticos no hubiese sido el dos (2). Pero a la vez nos alegramos de que no fuera el 13 o el 17.
     Sean cuales fueren las razones para proponer este período de trabajo, éste ya se había cumplido. Eso es lo importante y es aquí donde retomamos la historia.



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     Para celebrar el acontecimiento se hizo una gran fiesta en la cual seguramente Jacob debe haberse emborrachado en grado extremo para que pudiera pasar lo que pasó. Claro está, ayudado por las circunstancias de la época. 

     Como bien pueden ustedes sospechar, en aquel tiempo no existía la luz eléctrica. Por la tanto no existía Cadafe, ni Electrocidente que trabajaran mal, ni líneas de transmisión, ni de distribución de energía, ni derecha fascista que saboteara las plantas generadoras. Y El Niño -no el niño Jesús, sino el fenómeno metereológico- no existía (por lo menos la Biblia no lo menciona), y por tanto no había a quien echarle la culpa de nada. Además, que no había nada de que culpar a nadie. Entonces cuando oscurecía es que oscurecía de verdad.

    
 Llegada la noche no había más que meterse en su tienda y dedicarse a la tarea de multiplicarse, como Dios lo había mandado. Pero hasta en esto se producen eventos inesperados; con tan poca claridad y unos cuantos palos encima, es fácil que a alguien le metan gato por liebre. Ya le había sucedido a Lot, cuando sus hijas lo emborracharon y tuvieron relaciones sexuales con él para garantizar la preservación de la especie. Pues, a Jacob prácticamente le pasó lo mismo.

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     Valido de todas estas circunstancias narradas, Labán aprovechó para meterle gato por liebre a Jacob la noche de su matrimonio con Raquel. 

     Sin embargo, el gato que le metieron a Jacob no era tan gato, o por lo menos deberíamos aceptar que se trataba de un gato de raza. Después de pasar la primera noche del disfrute de su salario, Jacob se percató del engaño y ya sobrio, en la mañana, vio que quien estaba acostada a su lado no era Raquel, sino Lea.

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    Pegó un salto sorprendido, se estrujó los ojos y exclamó:
     -¿Qué es esto? ¿Qué pasó aquí?
     Enseguida salió de la tienda -primero se vistió- y se enfrentó con Labán:
     -Tío, ¿qué es esto que me has hecho? Ésa que me has metido en la tienda no es Raquel, sino Lea ¿Será que con la oscuridad de la noche tú tampoco te diste cuenta?
     -No, yo no me he equivocado -respondió Labán-. Yo sé que te introduje a Lea en tu tienda.
     -¿Y porqué? Yo hice negocios contigo por Raquel, y te he trabajado siete años para ganármela. Exijo una devolución y  el cambio por lo acordado.
     Jacob seguramente estaba adelantado a su época y pensaba que la mujer que le habían dado estaba en período de garantía. Pero Labán, que era muy hábil y sabía donde tenía asentados sus pies, respondió:
     -No se hace así en nuestro lugar, que se dé a la hija menor antes que la mayor. Cumple tu semana con Lea y se te dará también la otra...
     Jacob iba a saltar de alegría antes de que Labán terminara su discurso, cuando éste culminó la frase:
     -... por otras siete años de trabajo.
     Nuevamente siete,... ¿cábala?
      -Pero yo...
     -Nada, no hay devolución, a Lea ya te la ganaste y además la usaste, ahora gánate a Raquel.

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     No le quedó a Jacob otra alternativa que aceptar las reglas "del lugar". No discutió más, no preguntó del porqué no le había especificado la totalidad de los términos cuando le propuso la negociación, no le preguntó el porqué aceptó si no se acostumbraba en ese lugar. Jacob no sabía que Labán estaba inventando en ese momento la letra chiquita de los contratos y sólo aceptó la regla que le estaban imponiendo en medio del juego. Tendría que sacrificarse y pasar su semana encima de Lea, que dicho sea de paso no estaba nada mal. Lea era también muy bonita y tenía una dulce sonrisa. Ella era la voz interior de sentimientos que no se exteriorizan y adquieren su verdadera dimensión en el silencio. Muchos hubieran trabajado también siete años por ella. El asunto es que el amor es el amor, y Jacob  estaba enamorado de Raquel.

     Un punto favorable a Jacob era que esta vez Labán iba a pagar por adelantado. A la semana, una vez terminada la primera luna de miel, le entregaría a Raquel y él, Jacob, pasaría sus otros siete años trabajando, pero acompañado por dos mujeres en su tienda. ¿Cómo haría ahora Jacob para distribuir sus noches? Eso es algo que la Biblia no dice y queda, como en suerte de lenguaje cinematográfico, a su libre imaginación.

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     Labán, ahora sí, cumplió con el nuevo acuerdo, y a la semana, le entregó a Raquel a un Jacob que se mostraba ojeroso, pero lleno de gozo por su nuevo pago recibido. 

Raquel y Lea. Esculturas de Miguel Ángel para la tumba del Papa Julio II en la Iglesia de San Pedro in Vincoli, Roma

     Seguramente ustedes pensarán que aquí es donde se dice "colorín colorado...", pero están equivocados, porque ahora es cuando la historia recién comienza. Por los momentos, podemos sacar una primera conclusión parcial: un tramposo, que está huyendo temeroso a la represalia del hermano por la trampa que le hiciera, cae ahora en el engaño, trampa también, que le hace su tío. 

     No hay que escandalizarse, todo queda entre familia. Además, no será ésta la única trampa que surgirá de esta relación familiar, hay más. Faltan también otros actores, uno de ellos una verdadera estrella, que todavía no han entrado en escena. Vengan, acompáñenme en lo que sigue.


Tercera parte
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        La primera de las hermanas que parió fue Lea; y la segunda, la tercera y la cuarta. Adivinen por qué... ¡Raquel era estéril!

     ¡Qué problema éste con estos patriarcas que siguen la línea del pacto con Dios! Tienen una pupila increíble para poner el ojo en mujeres estériles. ¿Casualidad? ¿O es un guión trazado ustedes saben por quién, que le da muy buenos resultados? Si no es así, dejarían de suceder muchas cosas que probarían ¿qué?

     Primero fue el primero: Abraham con el amor de su vida: Sara, luego Isaac con el amor de su vida: Rebeca y ahora Jacob con el amor de su vida: Raquel. Esto de ser el amor de su vida de los patriarcas parecía tener su precio. Ellos, los patriarcas, se ven luego, obligados a comenzar a regar el producto de su simiente con madres improvisadas que no cumplen los requisitos personales ni divinos.

     Después viene la intervención del todopoderoso que pone las cosas en su sitio, pero no sin antes crear un drama. Dramas que al provenir de fuente tan... ¡eso mismo!: todopoderosa también, tienen consecuencias que afectarán la suerte de gran parte de la humanidad durante los siglos de los siglos (por lo menos hasta el siglo XXI ha sido así).

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     Fue Dios quien vio que Lea era menospreciada, razón por la que permitió que tuviera hijos. La esterilidad de Raquel fue una especie de castigo por ser la portadora de este menosprecio. Pero, ¿a quién estaba castigando Dios? Debería castigar a Jacob y no a Raquel. Y en última instancia, quizás en primera, a Labán, el autor del engaño, por haber obligado a Jacob a cargar con una esposa no solicitada.

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     El primer hijo que dio Lea a Jacob fue Rubén. Rubén es entonces el primogénito de Jacob. ¡Otra vez con el primogénito! Pero qué voy a hacerle, eso no lo inventé yo.

     El segundo hijo fue Simeón, el tercero fue Leví y el cuarto Judá. Estos nombres son muy conocidos hoy en día, fundamentalmente entre los descendientes de la raza-cultura-religión de estos precursores.

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    Es de entender que Raquel no debería sentirse muy feliz con su castigo, así viniera de donde venía, y que algo iba a inventar. Y efectivamente, algo inventó. Le dio a Jacob a su esclava Bilha para que procreara en ella a su nombre. Bilha pariría en sus rodillas y ése sería su hijo. Puesto que su esclava era de ella, el hijo de la esclava sería también de ella. Tan elemental como una regla de tres. A propósito, ¿no fue lo mismo que hizo Sara con su esclava Agar cuando su esterilidad no le permitía parir de Abraham? En publicación anterior he narrado lo que sucedió con ese "hijo".

     No le costó mucho a  Jacob llegarse a Bilha, y fue así como nació Dan. Después le siguió llegando -las tareas hay que cumplirlas como deben ser-  y entonces nació Neftalí.

     Para este momento el sacrificado Jacob tiene en su tienda y a su disposición tres mujeres, además de seis hijos.

     No se vayan que esta historia ahora es cuando se pone buena.

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     ¿Qué sucede con Lea en esta nueva etapa? Deja de procrear, aunque no es por falta de diligencias. Entonces toma una determinación: le da su esclava Zilpa a Jacob y le dice "llégate a ella". Y Jacob tomó a Zilpa y le llegó. El razonamiento es el mismo, ella quiere ahora procrear a través de su esclava, no le puede dejar la mesa servida a Raquel así tan fácil.

     Como producto de esta llegada, Zilpa pare a Gad y luego a Aser.

     Jacob tiene cuatro mujeres y ocho hijos en su tienda. No creo que tuviera mucho tiempo para fastidiarse, y si lo medimos bajo la óptica del puro macho criollo venezolano, me atrevería a pensar que Jacob la estaba pasando muy bien. Porque permítanme decirles algo: esas esclavas serían muy esclavas, pero como mujeres tenían las mismas "virtudes" que sus amas y no tenían, por tanto, nada que envidiarles. 


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     Al parecer Jacob descuidó un poco a Lea. Entre el llegarse a Zilpa, a Bilha y a su siempre amada Raquel, pasó un tiempo sin llegarle a ella. Quizás, más que por falta de energía de Jacob, fue por el hecho de que Lea había dejado de parir y a él le gustaba ver el producto de su simiente. Con la excepción, por supuesto de Raquel a quien le llegaba por verdadero amor.


* * *

     (Por cierto, ¿no les he dicho? La Biblia es el libro que tiene más sexo de todos los que he leído. ¿Usted creía que era Las Mil y una Noches? Pues no, es la Biblia).





* * *


     Un día Rubén encontró unas mandrágoras en el campo y se las llevó a Lea, su madre. Raquél se las pidió y Lea le propuso una transacción comercial: le daría las mandrágoras a cambiode permitir a Jacob pasar una noche con ella.

Mandrágoras
     Las mandrágoras debe haber sido algo muy valioso en la zona para que Raquel aceptara tan enseguida. Cuando Jacob regresó de sus tareas para Labán, ya tenía trabajo que hacer en la casa. Allí estaba Lea esperándolo en la puerta:
     -Llégate a mí, porque a la verdad te he alquilado por las mandrágoras de mi hijo -le dijo.
     Y Jacob, muy disciplinado y respetuoso de los compromisos (aunque con Esaú no fue así), durmió con ella y le llegó. Y Dios escuchó los gemidos de Lea y le permitió que concibiera, y Lea tuvo a Isacar. 

Moisés rodeado de Raquel y Lea, de Miguel Ángel. Iglesia San Pedro in Vincoli, Roma.


     Uno no sabe de que tamaño eran las noches de Paran-aram o la Biblia es muy sintética en sus explicaciones, lo que produce confusión; pero de este negocio de Lea con Raquel, después nacieron Zabulón y Dina... ¡Por fin una hembra! Pero más vale que no, esta hembra fue la causa de una masacre tipo yihadistas sunitas radicales en el Irak de la actualidad... ¡Y todo por el sexo! En ese sentido, nada ha cambiado desde los tiempos bíblicos. Allí está el origen de las matanzas actuales en la misma región. Lástima que no se las pueda contar, porque si sí, me desvío mucho de esta historia. Les queda como tarea para la casa.

     Bueno, no perdamos la cuenta, hagámosle honor a los cuenta repeticiones: en este momento Jacob tiene cuatro mujeres y once hijos, ¿parará aquí la cosa? Pues no, falta, porqué Raquel no ha parido todavía a José. ¿Quién es José? El personaje más importante de esta historia, aparte de Dios.


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     Fue éste, Dios, quien finalmente se acordó de Raquel. Ya la había hecho sufrir bastante convirtiendo a su amado Jacob de patriarca en padrote.  Raquel salió embarazada y tuvo a José. ¡Qué historia después la de José! Lo que ha pasado no es nada comparado con lo que viene... 

     Tengo que hacer una parada...



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     ...Nosotros continuaremos con esta historia donde faltan otras trampas por relatar. El círculo del engaño no se ha cerrado, pero como un descanso la dejaremos para una próxima entrega. Aprovecharemos, mientras tanto la llegada de José para resumir lo que es una historia adelantada y que no será objeto de tratamiento por La Braga Azul.

     José es el hijo número doce de los que lleva Jacob hasta ahora, pero de acuerdo con los relatos de la Biblia es el número once, ya que él es "hijo" y no "hija", y en este libro sagrado -la palabra de Dios-, las mujeres son seres de una categoría inferior.

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     En la Biblia las mujeres están divididas en segunda, tercera, cuarta y quinta categoría. No existe primera. La Biblia no lo dice, pero uno lo infiere. Para eso se estudia lectura inferencial. Como soy yo quien está escribiendo, me hago responsable de esta inferencia.

     Las mujeres de segunda categoría son las esposas legítimas de la familia escogida por Dios, los hebreos, o israelitas, o simplemente judíos. Algunas veces también, las hijas legítimas. Sara, Rebeca, Raquel, Lea, son personas de segunda categoría.

     Son de tercera categoría las siervas y esclavas de las hebreas, si se portan bien. Si se portan mal son de cuarta categoría. Agar, Zilpa, Bilha, son personas de tercera categoría. Ellas sirven para lo que sus amos lo requieran, incluyendo el ser objetos sexuales.

     Son de cuarta categoría todas las cananeas. Judith, Basemat, Mahalat, eran personas de cuarta categoría. ¿Quienes son Judith, Basemat y Mahalat? No se los he dicho. Son las esposas que tomó Esaú para fastidiarles la vida a Isaac y a Rebeca. La última, por cierto, era hija de Ismael, aquel hijo de Abraham, que Sara echó de la casa cuando llegó su hijo de primera categoría. Amigo lector, si necesitas hacer algún día un estudio sobre la lucha de clases, te aconsejo que leas la Biblia. La Biblia es el mejor libro sobre lucha de clases que he leído. 

     Son de quinta categoría unas mujeres muy malas que se ganan la vida repartiendo amor a cambio de una tarifa  previamente establecida. Generalmente son cananeas. Estas mujeres pueden ascender de categoría si le hacen algún servicio importante al pueblo escogido; como aquella de Jericó, traidora a su pueblo, que colaboró con los invasores de Dios, facilitando así que su ciudad fuera completamente destruida y sus habitantes aniquilados, menos ella y su familia. Ésta es otra historia, que al final no es sino la continuación de una única, parte de cual forma ésta que estoy contando.

     El pacto Dios-Abraham transmitido por  generaciones no se da a través de ninguna mujer, aun en el caso de que fuera primogénita.


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     José, como hemos podido ver, no es el primogénito del patriarca-padrote; su primogénito es Rubén, pero suceden cosas. En el propio caso de Isaac, la primogenitura se dio a través del segundo, Jacob. En el caso de Jacob, la primogenitura no se dará ni a través del primero, ni del segundo. Se dará a través del décimo primero, José, o del séptimo (¡el número siete!), si descartamos hijos de esclavas (Dan, Neftalí, Gad y Aser) y mujeres (Dina).

     José es el favorito de Jacob porque es el primogénito de su única y siempre amada Raquel, y no sé por cuál razón José es también el favorito de Dios. Así que el linaje de la sociedad judía y el eje de su historia se transmitirá a través de José, y por eso he afirmado que él es el personaje más importante de esta historia. No les voy a contar de la envidia y rabia que le tenían sus hermanos por este favoritismo, con la excepción de Benjamín, quien no ha nacido hasta donde llevo el cuento. 

     Tampoco voy a contar cómo fue que estos hermanos -sí, esos mismos que nacieron como producto de la guerra sexual loca que mantuvieron Lea y Raquel- se confabularon para matarlo y al final decidieron venderlo a unos comerciantes madianitas-ismaelitas que pasaban cerca de su casa. Comerciantes que lo llevaron a Egipto y lo vendieron en la corte del Faraón. Ni de cómo Dios lo ayudó para que tuviera una esclavitud feliz, con prerrogativas. Ni de cómo pasó un mal período por culpa de una mujer adúltera en grado de frustración que lo quiso seducir a la fuerza y él se negó a llegarle por ética. Ni de cómo después se convirtió en una figura relevante en la corte gracias a sus dotes adivinatorias. Ni de cómo se llevó a sus pérfidos hermanos para allá -estos mismos que están pariendo Lea, Zilpa y Bilha- y crearon una colonia de hebreos que creció y obtuvo bienes hasta provocar la envidia de los egipcios, que los esclavizaron, hasta que apareció la figura de Moisés y los liberó, y los condujo por el desierto durante cuarenta años, hasta que llegaron a la tierra de donde habían salido, pero ahora con las intenciones de hacer efectiva la promesa de Dios de sacar a los que estaban allí y dársela a ellos en propiedad. Ni de como la prostituta de Jericó los ayudó. Ni de cómo todo terminó como deben terminar estas gestas en la Biblia: con una enorme matanza... Hasta que se apropiaron de la tierra y todo lo que había en ella.



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     Ahora, ¿porqué no la cuento? Porque ella fue magistralmente tratada (hasta Egipto, excluyendo el éxodo) en una producción literaria sin igual, de las más importantes de los grandes escritores de todos los tiempos: la tetralogía "José y sus hermanos", del bien ganado Premio Nobel de literatura, Thomas Mann. 

     "José y sus hermanos" se descompone en los volúmenes

                                1.  Las historias de Jaacob
                                2. El joven José
                                3. José en Egipto
                                4. José proveedor


     En mi modesta opinión de lector intuitivo no especializado, José y sus hermanos constituye la obra cumbre de Thomas Mann y no La montaña mágica, como afirman los sí especializados. Hice todo lo posible por leer La montaña mágica y no la pude concluir. No logré meterme en ella, y si uno no logra meterse en una obra, lo mejor es dejarla. Ésta es una ventaja, considero, que tenemos los lectores intuitivos: leemos por placer y no por obligación. Sin descartar, claro, que los especializados leen por las dos cosas, pero con un gran peso en la obligación que le impone la especialización. La posibilidad de retomar en un futuro La montaña mágica está latente,  y quizás, entonces, logre capturarla bajo una nueva óptica. Pero independientemente de cuál sea la verdad sobre la clasificación de la obra de Mann, creo que soy asertivo si digo que José y sus hermanos es una de esas obras que uno debe leer antes de morirse. 

     Sí, ya sé. En esta última afirmación está implícito un cierto concepto de obligación, lo que resulta contradictorio con respecto a lo que dije primero. ¿Cómo romper esta contradicción?  "Intuitivamente" percibo que ambas cosas son ciertas, pero no sé cómo resolver el dilema.

     Bueno, al fin y al cabo nadie está en la obligación de resolver todos los dilemas. No pretendo escurrirme entre los cachos, ni tampoco tomarlo por ellos; simplemente asumo que  el dilema está ahí. Me dejo llevar y disfruto su componente estético. Es prevalecer el es estético por encima del debe ser ético.

     Ustedes, por su parte, y con respecto a esta historia de José, tienen cuatro opciones:

                              1. Leer la tetralogía y no leer la Biblia
                              2. Leer la Biblia y no leer la tetralogía
                              3. Leer la Biblia y la tetralogía
                              4. No leer ninguna de las dos

     De éstas, la mejor es la opción 3. No disfrutarían en su totalidad la obra si no tienen un conocimiento previo de la historia. La finalidad de la tetralogía no es narrarla, sino recrearla bajo un concepto estético-literario elevado. La peor, ojalá no la tomen, es la opción 4. 

    La decisión la tienen en sus manos. Nos encontraremos en mi próxima publicación.

                                          
                
    
  
    

2 comentarios:

  1. Estimado Profesor.
    Ya tengo parte de la opción 3 lista: leer la biblia. Aunque, pensándolo bien, no estaría mal volver a leerla porque la leí "detalladamente" hace más de 25 años. Ciertamente, seguro que hoy en día la voy a leer con otra visión. Lo primero que debo hacer es comprar una Biblia nueva. La que tengo, la misma que leía hace más de 25 años, tiene la letra muy pequeña. Hace unas semanas quise leerla y no puede, a pesar de mis lentes (mi presbicia es fuerte). Nunca he leído Mann. La pondré en mi lista de lecturas para el futuro.
    Saludos
    Benito

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  2. Que rara era la gente en esos tiempos...como seria el mundo actual si las personas vivieran de acuerdo a la biblia, a aquella epoca?? Son historias fascinantes pero dificiles de creer....

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