domingo, 17 de marzo de 2013






 

 

 

 

      EL CONCURSO DE BELLEZA QUE PROVOCÓ UNA GUERRA MUNDIAL

Octavio Acosta Martínez



 Una presentación dispensable

          La historia es muy conocida, pero como a mí me gusta mucho la voy a contar de nuevo; seguramente habrá alguien entre quienes la conozcan que querrá leerla una vez más. Cuando yo era niño había cuentos que a petición mía mi madre los echaba una y otra vez, y yo los disfrutaba en cada ocasión como si se tratara de la primera. Pensando en que esto no me ocurre a mí solamente, me voy de frente con la historia.

      Efectivamente, hubo un concurso de belleza que desembocó en una guerra mundial de catastróficas consecuencias, de lo cual aún hoy se comenta, se escribe, se filma, se teatraliza, se pinta, algunas veces se traduce en dichos populares, desvinculada ya de la carga afectiva y psicológica que una vez afectó a los habitantes de la tierra y de los cielos.  


Antecedente indispensable

        Muchas cosas que alteran seriamente la estabilidad y la paz de una sociedad comienzan de una forma trivial. En aquella oportunidad sucedió que en la muy antigua Grecia, en la región denominada Tesalia, se celebraban unas bodas. Nada extraordinario en un mundo donde se han celebrado bodas todos los días desde que éstas pasaron a formar parte de la cultura del hombre. Pero sucede que ésta a la que nos referimos pertenecía también a la cultura de los dioses y ellos estaban presentes como invitados. Se trataba de las bodas del rey de Ptía, Peleo, con la nereida Tetis. Tratándose de un rey y una nereida comprendemos ahora que allí estuvieran todas las divinidades del Olimpo, y algunas otras divinidades secundarias que habitaban en otros lugares de menor nivel, pero siempre, por supuesto, por encima de los hombres. Pero corrijamos lo de "todas", porque en realidad faltaba una que no fue invitada. ¿Quién fue esta divinidad no invitada y por qué motivo? Los dioses griegos tenían la particularidad de parecerse mucho a los humanos y compartían con éstos todas sus virtudes, sus defectos y sus debilidades, sólo que con mucho más poder. Entre ellos amaban, paleaban, jugaban, festejaban, chismeaban, se trampeaban, todo. Eran dioses demasiado humanos. La no invitada había sido  declarada diosa no grata por todos los demás inmortales debido  a que donde ella estuviera siempre se producía la discordia. Como pueden ver, una característica muy conocida entre nosotros los mortales y cada quien podrá poner sus propios ejemplos de conocimiento personal. Valga la pena apuntar que la palabra "discordia" tiene justamente su origen derivado de esta divinidad antipática, llamada Éride, quien era precisamente la malvada diosa de la Discordia. Quién sabe si a lo mejor hubiese sido mejor haberla invitado, porque de todas maneras ella hizo sentir su ausencia como si estuviera pavorosamente presente.

        Es de sospechar que Éride no pudo haberse sentido muy halagada con este desaire que le hicieron sus colegas dioses. Tamaña discriminación no podía quedarse de esta manera y ella decidió  entonces hacer gala de aquello que ejercía con inigualable maestría. Tomó una manzana de oro, se acercó a la fiesta y la lanzó sobre la mesa donde reunidos los dioses compartían con ambrosía y deliciosos manjares. Después se marchó muy tranquila, dicen que tarareando una canción. La manzana tenía una inscripción con esta dedicatoria: "Para la más hermosa". ¡Cuatro palabras que estremecieron el mundo! Las diosas todas se vieron las caras al instante con una interrogación marcada en cada una de ellas, mientras los dioses también se miraron, pero con preocupación y temor ante lo que se veía venir. ¿Quién era la más hermosa? Aquellas diosas, tan celosas habitualmente de su hermosura, con antecedentes funestos para los desdichados que tuvieron la ingenuidad de expresar la más tímida duda, ¿cómo iban a ponerse de acuerdo para determinar quién sería la dueña de esa manzana? Una manzana de oro por sí misma no representaba nada para estos seres capaces de hacerse de la nada no sólo una, sino dos, tres, una cesta de manzanas de oro, o un árbol cargado de manzanas de oro. Pero esta manzana representaba el trofeo que pasaría a las manos de aquella que exhibiría su vanidad ante todos diciendo que ella, y sólo ella, tenía los méritos suficientes para poseerla. Así, el orgullo y la vanidad divina exigía su conquista a toda costa.
        La maquinaria electoral se activó inmediatamente y, a pesar de la dificultad que ello implicaba, se logró, no con pocos traumas y.  mediante un proceso de descarte, superar una primera ronda donde al final el grupo se redujo a tres aspirantes entre las diosas principales: Hera, Atenea y Afrodita... ¡Tres finalistas de armas tomar! Ni siquiera por cortesía, se permitió que la desposada estuviera en este selecto grupo.



Las finalistas

        Hera era hija de Cronos y de Rea, por tanto, hermana del gran Zeus (Júpiter, en clave romana), el jefe supremo de todos los dioses y rey de los hombres o, para simplificar, Dios del Universo. Pero también era su esposa, práctica común para le época, tanto entre los dioses como entre los hombres, que no representaba ninguna aberración. Además, ¿de qué otra manera iban a multiplicarse? En el inicio de la vida todos eran familia. En otro sistema de creencias el problema era el mismo. ¿Con quiénes, por ejemplo, se unieron los hijos de Adán y Eva? Los judíos y los cristianos se hacen los locos cuando alguien les pregunta esto, y algunas veces hasta se hacen los ofendidos. Pero los griegos en cambio, eran muy liberales y sinceros en éste y otros aspectos y no se andaban con tanta hipocresía. 
        Hera representaba los valores de la estabilidad conyugal, aspecto en el cual era sumamente celosa ¡Y con qué energía! Celaba a Zeus con toda la fuerza que le confería su condición divina. Lo vigilaba y perseguía a sus amantes con mortal insistencia. Se le conoce entonces como la Diosa del Matrimonio. Su carácter acre e irascible le confería una personalidad que no le permitía doblegarse ni a su propio esposo omnipotente. En cierta forma Zeus le temía y por eso evitaba tener cualquier tipo de confrontación con ella. Cuando se casaron, Gea, la abuela de ambos, madre de Cronos, regaló a Hera un manzano de oro y nombró a las Hespérides como guadianas del mismo. Esto puede brindar una idea de lo poco que significaría para ella la manzana de Éride si no hubiese estado revestida del símbolo que ésta le confirió.
                                        
Hera, pintura de Alonso Cano
        Para terminar esta breve semblanza de la diosa Hera ilustremos  con un ejemplo las consecuencias que podrían traerle a quienquiera que se atreviera a contradecirla en algo. Una vez dejó ciego para siempre al adivino Teresias por haber opinado distinto a ella en la discusión que tuvo con Zeus acerca de quién disfrutaba más del placer carnal durante el acto sexual, si el hombre o la mujer. Zeus opinaba que era la mujer y Hera que el hombre. Discusión tonta por cuanto el método para encontrar la respuesta debía ser la experimentación repetida hasta obtener un resultado. Si no se pudiera encontrar ¿qué se iba a hacer?, continuar experimentando con otras parejas. Hay que ser consistentes en la aplicación del método científico.  Pero debe ser que éste no se había inventado y por eso Zeus y Hera decidieron consultar con el adivino.  ¿Lo ven?, un error infantil no digno de dioses, porque éste no es un problema de adivinanza. El adivino Teresias no adivinó lo que le venía cuando se aventuró a darle la razón a Zeus. Fatal decisión que pagó con su ceguera eterna. Ahora, en el caso del concurso, alguien debía decidir quién era la más hermosa, siendo Hera una de las finalistas. Con el antecedente narrado, y otros que hemos omitido por razones de espacio, la decisión se presentaba como evidente, pero, ¿y qué de las otras candidatas?   

        Atenea era hija de Zeus, su padre y casi madre. Aparentemente Zeus la engendró con Metis, su prima hermana, diosa de la Prudencia y la Sabiduría. "Aparentemente" porque existen otras versiones. Como en el Olimpo no se conocían los registros civiles, ni tan sólo un periódico con páginas sociales que publicara estos acontecimiento, se han producido muchas confusiones con los casamientos, nacimientos, divorcios (también los había), y otros eventos frecuentes en la vida de los dioses. Éstos lo hacían todo con sus palabras y sus acciones. Manejaban todos los poderes, a semejanza de algunos regímenes que conocemos en la actualidad. Menos mal que estos últimos son mortales y sabemos que algún día se acabarán. Con Atenea se acepta generalmente esta versión que estoy presentando. Ahora, ¿porqué "casi madre"? Como estos dioses no se diferenciaban de los hombres en el gusto por el poder, vivían cuidándose en salud ante la posibilidad de que alguien los desbancaran. Zeus mismo le había dado un golpe de estado a su padre Cronos, el cual a su vez se lo había dado al suyo, a Urano. Cuando Metis salió embarazada, Urano y Gea le anunciaron a Zeus que si nacía varón, éste lo destronaría un día. Desafortunadamente no habían llegado al Olimpo, tampoco, las tomografías ni las ecografías y ni aun siendo dioses podían determinar el sexo de un ser en las entrañas de su madre.
        Me caen bien estos dioses griegos, que a pesar de su poder no lo saben todo, lo cual ellos humildemente admiten. Diferentes a otros que aun siendo infinitamente sabios siempre hay alguien que los engaña. Eso le pasó al dios de Isaac cuando Raquel lo engañó fácilmente -a él y a Isaac- haciendo que le pasaran los derechos de progenitura y le dieran la bendición a Jacob y no a Esaú, tal como le correspondía. Zeus, consciente de sus limitaciones, cortó por lo sano y en prevención se tragó a Metis con feto y todo. Esta antropofagia, por cierto, parecía ser cosa de familia, porque su padre Cronos ya se había tragado antes a todos sus hijos, menos a él, a Zeus, que logró salvarse gracias a un engaño de su madre y de su abuela. Algunas versiones cuentan que Zeus se implantó a Metis en una pierna. El asunto es que el hijo, o hija (no se sabía) se desarrolló dentro de él y cuando llegó la hora del alumbramiento lo atacaron unos terribles dolores de cabeza. Zeus pidió a su hijo Hefesto, Dios del Fuego, que le diera un hachazo allí donde le dolía. Hefesto (Vulcano), acostumbrado a trabajar con metales (era el único que sabía), diestro en la construcción de armas, escudos, corazas, le asestó tremendo hachazo y le abrió la cabeza, de donde salió una hermosa mujer, mejor dicho, una diosa, ya adulta, vestida y armada con una jabalina, lanzando gritos de júbilo, celebrando su propio nacimiento. Era Atenea, o Minerva en la mitología romana. Es decir, Atenea nació por una cesárea que le hicieron a Zeus en la cabeza; por eso él es casi la madre también.
         A esta diosa se le dedicarían muchos templos, uno de los cuales es el famoso Pertenón, en Atenas. El nombre mismo de esta ciudad le fue dado en honor a ella. Atenea es ahora, la nueva Diosa de la Sabiduría, herencia de su madre. Pero tiene otros atributos obtenidos por herencia paterna, como sus grandes dotes para pelear, cuando ello fuera necesario. Por algo nació armada. De hecho, ella era la protectora de los guerreros en las batallas. Tendrá un papel destacado en la guerra que anuncia este trabajo.


Escultura de Atenea en el Museo del Louvre
                       
        Para tener una idea del celo de sus dotes personales cuando voluntaria o involuntariamente se sometía a una competencia, valga el siguiente ejemplo:

        Una de sus grandes habilidades eran las artes del tejido y el bordado. Estas artes, las que ejecutaba como lo que era, como una diosa, ella se las enseñó a los mortales, pero sin que ninguno, por supuesto, la superara. ¿Ninguno? Una vez, una mortal de Lidia, llamada Aracne, que había alcanzado una perfección extraordinaria alardeó que le podía ganar a la diosa y la desafió para probarlo. Atenea trató de disuadirla, pero Aracne llevó la cosa a una situación tal que la diosa terminó aceptando el reto. La competencia se dio y el trabajo de Aracne fue tan bueno que para muchos superaba efectivamente a la diosa, aunque en general casi no se podía percibir una inclinación clara hacia ninguna. La diferencia, no obstante estuvo en el tema. En el de Aracne se caricaturizaba a los dioses, lo que provocó la ira de Atenea. Ésta consideró que había tenido una victoria sobre la mortal y la conminó a que lo reconociera. Como Aracne no lo quiso hacer, Atenea le propinó tal golpe en la cabeza con la lanzadera que aquella se volvió loca y trató de ahorcarse. Atenea se compadeció y evitó que lo hiciera, pero la convirtió en araña y la condenó a pasar toda su vida tejiendo. De allí viene este hábito de las arañas, y el nombre Aracne viene el de "arácnido" con el que agrupamos a las arañas, escorpiones y ácaros.
        Bueno, esta Atenea, como hemos visto, es otra de las finalistas. ¿Aceptaría ella fácilmente una decisión que no la favoreciera? Pero falta la otra finalista. ¿Será tan complicada como las dos primeras?


        Afrodita, hemos llegado a ti, diosa que provocas las pasiones más inconfesables. Tiemblo de sólo escribir tu nombre. Dame fuerzas para poder llegar hasta el final de este relato. No trates de sobornarme para que en tu descripción muestre el perfil de la ganadora. Déjame ser objetivo, porque al fin y al cabo no formaré yo parte del Jurado ¡Que los dioses me protejan! ¿En qué quedaría yo convertido una vez dado mi veredicto? Prefiero ser escabino en Venezuela, que ya es lo suficientemente arriesgado, que participar en esta confrontación. Que Zeus y su combo divino arreglen el asunto,aunque... (Éride sabía lo que hacía).
        Sigo con Afrodita, también llamada Venus por los romanos, ¿cuáles son sus títulos? Diosa del Amor, Diosa de la Sensualidad, Diosa del Amor Carnal, Diosa de la Fertilidad ¿Es necesario añadir algo? Afrodita era todo eso y más. Ella encendía las pasiones dondequiera que estuviera, tanto entre los hombres como entre los inmortales. Incluso entre las mujeres, por los celos que provocaba ¿Bendición o maldición? En cualquier caso ella lo disfrutaba. Tanta feminidad derivada del puro macho es algo que sólo los dioses lo podrán entender. Porque Afrodita no tuvo madre, no fue engendrada en una unión de macho y hembra. Ella fue toda producto de los restos de los testículos de Urano, los que Cronos lanzó al mar cuando se los cortó. De estos restos se formó una densa espuma en las aguas, de la que emergió Afrodita en todo su esplendor. A diferencia de Atenea, que nació vestida y armada, Afrodita nació como debe ser, completamente desnuda, y tan bella que de inmediato cautivó a las Nereidas, los Tritones y a todos los demás habitantes del mar. Éstos acudieron presurosamente a contemplarla. Hasta las olas se encantaron y comenzaron a mecerla suavemente sobre una gran concha marina que se formó de la misma espuma. Concha-carroza de reina y concha-cuna al mismo tiempo. Fue empujada con delicadeza por una brisa que que soplaba Céfiro hasta conducirla a la playa, seguramente de Chipre, donde inicialmente habitó. Este acontecimiento es representado por Sandro Botticelli, uno de los grandes pintores del renacimiento florentino, en un cuadro, "El nacimiento de Venus", que hoy se exhibe en la Galería de los Uffizi, en Florencia.



El nacimiento de Venus, Sandro Botticelli


   

        Si usted, amigo que me lee, va un día a Florencia, debe saber que está obligado a visitar esta galería, y dentro de ella, a pararse frente a este hermoso cuadro. También debe hacer lo mismo frente a "La Primavera", del mismo Bottcelli. En la reproducción que usted está mirando, quien espera a Afrodita en la playa con una manta floreada para cubrirla, es la Primavera. Cuando vea estos dos cuadros, entonces podrá decir que estuvo en Florencia.
       Afrodita ha sido la inspiración de innumerables artistas de todas las épocas. Quizás la más famosa de sus reproducciones está en tres dimensiones en el Museo del Louvre, en París, en una escultura que también es parada obligada de todo aquel que lo visita.  Es la famosísima, siempre hermosa, cautivante, eterna, escultura que enamora, "Venus del Milo". Irónicamente no sabemos quién es el artista ante el que debamos inclinar la cabeza. Si esta escultura, sin brazos, provoca una exhaltación de los sentidos tan grande, ¿cómo lo haría la propia diosa en "carne y hueso"? También pensamos en la modelo que posó para el escultor (¿sería Helena de Troya?) y concluimos que en la antigua Grecia las mujeres eran auténticas diosas. Las formas y proporciones perfectas de esta Afrodita del Louvre han sido tomadas como patrón de referencia para evaluar a las modernas misses en los concursos de belleza. 

Venus del Milo, Museo del Louvre
         Pero no hay que confundirse ni descuidarse ante tanta belleza. Afrodita tenía también su carácter ante el que la prudencia aconsejaba conducirse con cautela. Una vez la esposa de un cierto rey de Chipre se jactó de que su hija Mirra era más hermosa que ella. Automáticamente la diosa se encendió en ira e hizo que Mirra se enamorara de su propio padre y durmiera con él durante once noches seguidas. Claro, había que preparar al padre y lo que se hizo al efecto fue embriagarlo al punto de que no se diera cuenta de lo que hacía. En realidad de lo que no se dio cuenta fue de con quién hacía lo que hacía, porque lo que hacía lo hizo muy bien; tanto que preñó a la hija, cuyo fruto fue el famoso Adonis. Cuando el padre de Mirra se percató de la situación ya era irremediable y de la rabia y desesperación intentó matarla. Mirra, para salvarse, huyó hacia el monte implorando ayuda a los dioses. Sus imploraciones fueron escuchadas y la misma Afrodita se compadeció de ella conviertiéndola en un árbol de mirra, el que despide un oloroso aroma. No entiendo que esto hubiese sido una verdadera ayuda, pero así parece como la entendían estas diosas. Mirra se quedó como árbol para siempre. Al menos sirvió para completarle el regalo que los Tres Reyes Magos llevaron a Jesús mucho después. Este episodio (el de Mirra) presenta cierta similitud con aquel que aparece luego en la Biblia cuando las hijas de Lot, después de haberse salvado de la destrucción de Sodoma y Gomorra, emborrachan a su padre para acostarse con él y tener así descendencia. Esto fue un descuido de Dios que se olvidó de las pobres muchachas y no les dejó hombres, aunque fueran de barro, para poder procrear, ¿qué otra cosa podían hacer ellas? Pero, parémonos ahí, ése es otro cuento, ya tendrá su oportunidad. Ahorita estamos con Afrodita y la muestra presentada basta para mostrar que ella se trataba también de una finalista de cuidado.


El comodín divino

        La situación está planteada y las tres finalistas listas para escuchar el veredicto definitivo. Pero Zeus, de quien todos los esperaban no quiso asumir el compromiso y se inhibió alegando conflicto de intereses. La excusa en apariencia parecía válida, sin embargo todos conocemos la verdadera razón. Es verdad que Hera es su esposa, Atenea es su hija y Afrodita es su tía.
        A todas las quiero por igual y todas son igualmente hermosas. ¿Cómo podría yo decidirme por alguna?
         Muy hábilmente Zeus se zafó del paquete, porque lo que realmente él temía era la segura reacción de las dos no elegidas. Por supuesto, ningún otro dios se atrevió a lanzarse como jurado. ¿Qué hizo entonces Zeus?
        -Vamos a echarle este muerto a un mortal -pensó- y enseguida exclamó:
       ¡Paris es el hombre! Él es inteligente, tiene muy buen sentido y sabrá a quén elegir. Él es mi designado y su decisión será inapelable.
        Firmado y sellado. Enseguida envió a su hijo-mandadero Hermes a comunicarle a Paris el honroso nombramiento.

        Paris era aquel célebre hijo de Príamo, rey de Troya, que todos conocemos. Se encontraba retirado de toda vida palaciega y se dedicaba a pastorear ovejas y a cuidar rebaños, como un humilde pastor, en el monte Ida. A decir verdad, Paris estaba allí casi en calidad de exilado. El Oráculo había predicho que él sería la causa de la destrucción del reino, y Príamo en precausión y haciéndose el loco, trató de alejarlo con delicadeza:
        -Tú debes ser bueno para el pastoreo. ¿Porqué no te vas un tiempo a cuidarme las ovejitas?
         Y Paris, como buen hijo obediente se fue a cuidar rebaños al monte. Hasta allá le llegó Hermes con el nombramiento real y con las tres diosas, como muchachitas en excursión, listas para posar cuando el Jurado, es decir, él, les diera la orden. Cuando Hermes comunicó las "buenas" nuevas a Paris, éste palideció y un sepultural frío recorrió todo su cuerpo. Zeus tenía razón sobre el buen juicio y la inteligencia de Paris, y justo por esta razón éste tuvo el mismo temor que el dios. Con la gran diferencia de que él era un simple mortal, ¿cómo manejar la cólera divina de las diosas eliminadas, sean cuales fueran? Muy diplomáticamente argumentó ante Hermes, sugiriendo que nombraran a otro; pero no, la instrucción que él portaba era muy clara: el nombramiento es de "obligatoria aceptación" y él, Hermes el mandadero, no podía regresar sin una ganadora.


Un sufrimiento mortal

        Cualquier hombre se hubiese sentido más que halagado con este nombramiento, y Paris en realidad lo estaba. Tres diosas sumisamente  pendientes de su inapelable decisión, la de él, un simple mortal. Cada una tratando de agradarlo, de caerle bien, de impresionarlo, a él que sólo tenía contacto con ovejas. Y así estaban las tres diosas, como tres ovejitas en manos de su pastor. Con estas características el disfrute de tan privilegiada posición le bastaría para llenar el resto de su existencia. Pero Paris temía que "el resto de su existencia" pudiera ser muy corto después del veredicto. Ante estos sentimientos encontrados se preparó para disfrutar mientras durara, el espectáculo que el dios del Destino, a través de la decisión de Zeus , le había deparado.

        Antes de comenzar Paris solicitó garantías constitucionales para cumplir con su inusitada obligación con toda la seguridad que ella requería. Zeus se las otorgó. Buena noticia y su consiguiente alivio. Pero sólo eso, alivio, que no la tranquilidad absoluta; porque Paris estaba dotado también de una gran intuición y ésta le decía que no se confiara, que hay dioses un poco olvidadizos y Zeus podría ser uno de ellos. ¿Lo sería?



El concurso

        Paris se olvidó temporalmente del motivo de su angustia y se dispuso a ejercer sus funciones de jurado absoluto. Estableció un orden para el desfile e impuso sus reglas. Antes, había consultado a Hermes sobre el procedimiento a seguir, pero éste le respondió:
        -Tú eres El Jurado y por tanto, el único autorizado para poner las condiciones. Lo que digas será plenamente acatado.
         No había pues, manera de compartir responsabilidades.

        En ese tiempo no se acostumbraba usar trajes de baño, bikinis ni nada que se les pareciera, por lo que Paris determinó que las concursantes debían desfilar desnudas. Además, sin maquillaje, sin collares, sin sandalias, sin nada. Sólo así se podría apreciar la belleza natural, auténtica, sin nada artificial que pretendiera realzarla y camuflar de paso algún defecto. Porque en ese tiempo tampoco existía la cirugía estética. Las diosa exibirían lo que la naturaleza les había dado, y punto. Éstas aceptaron como algo muy normal y de inmediato se dispusieron a quitarse todo de encima. Ellas estaban muy seguras de sus atributos y no era cuetión de andarse con mogigaterías ante el jurado.

        Paris determinó también que para evitar posibles actitudes inhibitorias, cada una desfilaría ante él por separado, sin la presencia de las otras concursantes ni de nadie más.  Así se garantizaba que no entrarían factores externos que pudieran mediatizar la actuación de las diosas y del juez. El único frustrado fue Hermes, quien tenía la esperanza de ser el privilegiado representante del público. Lo que no pensó Paris es que evitando esta mediatización  permitió sin querer la entrada de otra, pues en el desfile de los cuerpos divinos -ahora sé de dónde viene la palabra "divino"-  se coló otro desfile paralelo.


Desfile de sobornos

        De acuerdo al orden establecido la primera en desfilar fue Hera. El juez se quedó casi sin respiración. Con razón Zeus, que se las sabía todas en materia de diosas y de mujeres, la había escogido a ella como esposa. Hera se le acercó lentamente, midiento sus pasos y controlando sus movimientos, consciente de la impresión que había causado en el jurado. Le posó de frente, de perfil, de espalda. Se contorneaba lentamente, como una espiga en la brisa. Se le acercó y haciendo gala de toda su coquetería se agachó para hablarle a los oídos. Con voz suave, seductora, apenas perceptible le dijo:
        -Si me eliges te haré el hombre más rico y poderoso del Universo. Y tú sabes que yo tengo cómo hacerlo.
        La verdad es que no se sabe qué respondió Paris, si es que tuvo las fuerzas para hacerlo. Algunas crónicas dicen que sólo pronunciaba palabras inconexas, sin sentido. Lo único seguro es que haciendo un gran esfuerzo logró reponerse para llamar a la próxima finalista.

        La próxima fue Atenea. Ésta no se le quedaba atrás en nada a Hera. A Paris, que no se había repuesto totalmente de la impresión que esta última le produjo, le pasó como a esos enfermos, que estando en proceso de curación se les renueva la enfermedad cuando la causa vuelve a atacar antes de que se generaran los anticuerpos que la evitan. En poco tiempo Atenea tenía a Paris en el mismo estado semi-catatónico en que lo había puesto su rival. Atenea, se me había olvidado decirlo, era la diosa virgen por excelencia. Muchos dioses , titanes y gigantes la habían pretendido, pero ninguno había logrado  romper sus votos de castidad. Su sensibilidad estaba orientada hacia objetivos diferentes a los placeres carnales. Viéndola desfilar ante Paris nadie podría explicarse lo injusto de tanto desperdicio. Aunque ella estaba muy consciente de su belleza y de los deseos que despertaba. Y cuando necesitaba destacar su feminidad lo hacía como la más experimentada de las diosas. Era lo que precisamente hacía en estos instantes con Paris. Después de desfilar con toda su voluptuosidad, se le acercó también para hablarle a los oídos:
        -Te haré el hombre más fuerte del Universo. Ganarás todas las guerras y serás el dueño y señor de toda Asia.
        Hay que recordar que Atenea, además de ser la diosa de la Sabiduría, era también la diosa de la Guerra, patrona de las guerreros y defensora de las ciudades.
        Por la actitud confundida de Paris, ella debió entender dos cosas: una, que lo menos en que Paris estaría interesado era una guerra; quizás por eso estaba perdido en aquella montaña, alejado del mundo y dedicado al pastoreo. Dos, que seguramente Hera le habría hecho una oferta más atractiva. Por esta razón apeló a un complemento de la suya propia:
        -Y también te haré el más sabio de todos los hombres.
        Oferta nada despreciable. A la mayoría de los hombres ya les hubiese bastado que los volvieran medianamente inteligentes y con un mínimo de conocimientos de la vida y del mundo. A Paris le estaban ofreciendo ser el más sabio de todos. A mí me hubieran sobornado fácil. Con la sabiduría adquirida quizás hasta hubiera encontrado la fórmula para romper el férreo voto de castidad que la diosa se había impuesto. Sin ser el más sabio, Paris, no obstante, como sabemos, era muy inteligente. Lo suficiente para darse cuenta que faltaba todavía Afrodita por desfilar y no se sabía aún con qué se vendría ésta. 

        "¿Con qué se venía Afrodita?" Afrodita se vino con todo y le hizo a Paris algo que mucho después utilizaría El Padrino con éxito: una oferta que no podría rechazar. Primero lo hechizó con su presencia. Cuando se le presentó a Paris, enseguida éste se percató que estaba en presencia de algo completamente diferente a las anteriores. Si aquellas eran cautivantes, ésta poseía algo imposible de describir con palabras. Todo se traducía en pura sensación. Cuando Afrodita se le aproximó, supo de inmediato que nadie podría ganarle. Sin embargo, había que examinarla y Paris la examinó a profundidad. Por su parte, y a pesar de ella tenerle el pulso a los efectos que causaba entre cualquier cosa de sexo masculino, debía estar segura, pues estaba en juego el orgullo de estar oficialmente ubicada en el podio de la belleza. Así, no sólo se dejó examinar minuciosamente por Paris, sino que además lo estimuló a hacerlo. Se le acercó a ritmo lento, midiendo cada paso, como las culebras que se deslizan hacia sus víctimas para bajearlas y adormecerlas antes de devorarlas. No le ofreció poderes y riquezas al juez, sino amor. Primero permitió no sólo que la mirara por donde quisiera, sino que la tocara, que la palpara para que se convenciera de la tersura y suavidad de su piel. Lo invitó a que la abrazara,
        -Sólo así podrás sentir lo que soy.
        Cuando la tenía abrazada Afrodita giraba en sus brazos
        -Para que puedas apreciar bien todas mis proporciones.
        Como las manos le temblaban a Paris, ella se las tomaba y se la conducía por todas las regiones de su cuerpo.
        -Palpa aquí, ahora más abajo. No temas, no te detengas, quiero que estés seguro de mi hermosura.
        Los papeles se habían invertido totalmente, ahora el juez estaba en completo poder de la concursante, y era ésta quien conducía el examen. Después vino el golpe final.
        -¿Quieres tener una mujer así como yo? Tengo para ti la mujer más hermosa de la Tierra. La diferencia conmigo es tan poca que te será imposible notarla.
        Ante tal oferta Paris reaccionó:
        -¿Cómo una mujer podría ser como tú? ¿Y cómo puedo conseguirla?  Dime dónde está.
        -No te preocupes -contestó la diosa mientras lo mantenía abrazado-, yo te llevaré hasta ella.
        -¿Cómo se llama esa mujer? Ya la pasión que siento por ella es enorme y necesito conocerla -dijo, mejor dicho, balbuceó Paris. 
        -Se llama Helena -respondió Afrodita- . Es la esposa del rey de Esparta, Menelao. Además de hermosa posee una inmensa fortuna.
        A Paris le importaba muy poco la riqueza, los mimos de Afrodita lo habían transportado a una dimensión que superaba deseos diferentes a la lujuria y el amor. Pero sí le preocupó que su oferta estuviera casada.
        -Si ella está casada con un hombre tan poderoso y tiene tantas riquezas, ¿cómo va a fijarse en un humilde pastor como soy yo?
        Afrodita:
        -De eso me encargo yo, tú no tienes que preocuparte por nada.
        Paris parecía desesperado ¿cómo no lo iba a estar? Con una diosa desnuda que le había exaltado todos los sentidos, que lo tenía así abrazado, ofreciéndole, si no a ella misma, una copia humana prácticamente idéntica. Pero Afrodita, que tenía todo calculado sabía que faltaba un paso.
        -¿Cuando podré verla? -murmuró Paris con el poco aliento que le quedaba - quiero tenerla en mis brazos para sentirte a ti en su piel. 
        Afrodita:
        -Primero debes elegirme como la más hermosa y entregarme la manzana. Después yo cumpliré con mi palabra, te entregaré a Helena y te brindaré toda mi protección.
         ¡Habemus Regina!, Paris temblando le entregó la manzana de oro.




El Juicio de Paris, de Rubens. Museo del Prado

        El juicio de Paris, como se ha llamado este episodio de la mitología griega, ha sido recogido por innumerables artistas plásticos. Uno de los cuadros más famosos que lo representa pertenece al pintor barroco de la escuela flamenca, Peter Paul Rubens, el cual se exhibe en el Museo del Prado. Otra obra que usted debe ver, amigo lector, así como todo lo que pueda encontrar regado por el mundo de este extraordinario pintor. El Juicio muestra el momento cuando Hermes entrega la manzana de oro a Paris para que éste determine  a quién debe otorgársele. Aparecen, de izquierda a derecha, Atenea, Afrodita y Hera. Afrodita está acompañada de Cupido y sobre ella un angelito del amor hace campaña electoral a favor de la diosa (señala quién debería llevar la corona de reina).

        A propósito (ya se me había olvidado), Zeus sí era un dios olvidadizo.


La guerra
        Es de lo que más se ha escrito y la historia es harto conocida. Afrodita cumplió su palabra e hizo que Helena se enamorara de Paris. Lo del rapto de Helena es puro cuento, no hubo tal rapto. Helena se fue con Paris por su propia voluntad. Quizás podría decirse por la voluntad de la diosa- reina quien manipuló sus sentimientos. En todas las épocas, en todas las mitologías, en todas las religiones, los humanos no han sido más que unos títeres manejados por los dioses. ¿Cómo un insignificante humano sería capaz de zafarse de un poder tan inmenso? El destino del hombre también parece estar determinado de antemano por estos poderes. Los griegos, con su espíritu democrático, de verdad creyeron y aplicaron la división y autonomía de poderes y así encontramos un dios para cada aspecto de la vida humana del que el hombre se hizo preguntas. Había un dios del Destino, cuyos dictámenes eran como una oficina de impuestos, nadie podía evadir. El destino de Troya estaba sellado y ya el Oráculo lo había vaticinado: Troya sería destruída por los griegos. De ahí, sólo faltaba el pretexto para hacerlo. Dicen que la guerra la provocó el rapto, que no fue rapto, de Helena.  Ésta fue sencillamente el pago por el soborno que Afrodita hiciera a Paris. No importó que estuviera felizmente casada con el rey Menelao, esposo escogido por ella misma después de quitarse de encima a decenas de reyes y otras personalidades que la pretendían. Sin que ella supiera nada, en el monte Ida una diosa la estaba negociando a cambio de un título de belleza. La ética divina algunas veces es bastante diferente a aquella que pudiera considerarse generalmente aceptable, lo que a la vez no pasa de ser un teoricismo sin sentido si examinamos lo que ha sido el comportamiento de la raza humana a través de su historia.

Caballo de Troya. Ilustración tomada de internet

         Fue el concurso de belleza la causa del sitio de Troya y de su consecuente destrucción. Pero si somos acusiosos y vamos un poco más allá, la verdadera causante fue Éride cuando con toda intención lanzó la manzana y su respectiva dedicatoria sobre la mesa. Ella sabía lo que estaba haciendo y sabía las consecuencias que su acción tendría. Nadie escapa a su destino, es el principio de una creencia, creencia que aún hoy se mantiene vigente. Lo que quizás esté en discusión es si la guerra de Troya fue una guerra mundial. Es algo a considerar y cada quien puede tener su propia apreciación. En cuanto a lo que este cuentero concierne, esta guerra tuvo los suficientes méritos para ser considerada con tal denominación. Con una duración de diez años ella involucró la mayor parte de la civilización conocida para entonces. No sólo los reinos de Esparta y sus numerosos aliados, sino también los que por otra parte, y no menos numerosos, apoyaron a Troya. Pero lo que quizás le confiera su carácter más universal fue la intervención de los dioses. Estos se dividieron en sus respectivos apoyos a los dos reinos. La guerra fue atizada en gran medida por el despecho de Atenea y Hera, al quedar descalificadas en el concurso. Bastó que el autor del "rapto" fuera el juez que las descalificó y que su destino geográfico fuera Troya para saber hacia donde enfocar sus baterías. Su participación en la guerra fue de gran protagonismo. Atenea fue quien inspiró a Ulises (Odiseo) en la idea del caballo, lo que determinó el desenlace final. Tuvieron además, otros apoyos divinos, como fue el caso de Poseidón, dios del mar (Neptuno), quien jugó un papel importante en el conflicto. Por otra parte, Afrodita y su hermano Apolo, apoyaron a Troya. Zeus, con la familia dividida, no sabía qué hacer. Algunas veces adoptaba una posición neutral y otras veces intervenía con cierta timidez ante alguna petición a la cual no se podía rehusar. Sin embargo, la intervención de un dios, por más tímida que fuese, tenía la fuerza suficiente para inclinar la balanza en cualquier sentido, o también para llevar al equilibrio en caso de un estado inicial diferente. Esta cantidad de ejércitos (se manejan cifras de más de mil navíos en la flota griega y sus aliados, y de más de setenta y cinco mil combatientes), de reinos, de héroes humanos y semidioses involucrados, de los dioses del Olimpo y de otros secundarios, todos con roles desplegados en la guerra,son lo suficiente para darle a ésta el carácter de mundial  y el "mérito," además, de haber sido la verdadera primera guerra mundial. Claro está, hablamos de un hecho de la mitología, pero todo relato mitológico o religioso tiene generalmente un correlato en ciertos hechos reales que han pasado al imaginario de una colectividad a través del tamiz de una imaginación alimentada por la ignorancia acerca del origen de fenómenos que más tarde serían mejor estudiados por la ciencia. Pero imaginación o constatación científica ellos han dejado huellas muy reales expresados en fundamentalismos e integrismos que han afectado a las sociedades de todas las épocas. En un sentido positivo encontramos otras huellas en las expresiones de artistas, escritores y arquitectos que han dejado su impronta por todo el planeta. La Grecia actual muestra con orgullo al mundo lo que queda de los templos que se construyeron en honor a sus dioses y héroes de poderes sobrenaturales y de debilidades humanas. Los museos más importantes del mundo exhiben los cuadros y esculturas de los grandes artistas de todos los tiempos que se inspiraron en estas culturas míticas. Si la guerra de Troya no se dio, o acaso si se dio por motivos diferentes a aquellos por la que se le conoce, lo cierto es que de ella se ha escrito más que de cualquier otra guerra de la cual se tenga la absoluta certeza de su ocurrencia. Su mitología ha sido la real generadora de corrientes literarias y filosóficas. Sus nombres han impregnado nuestras lenguas y han servido para definir centenares de conceptos que hoy encontramos  en nuestra vida cotidiana y académica. Real o no, la guerra entre aqueos y troyanos es la primera gran guerra de la cual se ha escrito y su repercusión, ahora sin duda, real, ha tenido trascendencia mundial. Y ella tuvo su origen en el primer concurso de Miss Universo (y éstas sí eran representantes universales) que se conozca.

















3 comentarios:

  1. Excelente pieza narrativa. Felicitaciones.

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  2. Como siempre, disfruté mucho el relato.

    Me encantó la familiaridad con que inició el cuento, un cuento que de verdad es fascinante. Esto de la mitología es un mundo mágico, sorprendente, donde lo insólito, como las relaciones incestuosas pasan a formar parte de un orden existencial. Interesantes los paralelismos que plantea en relación a algunos episodios bíblicos y llama mucho mi atención ese desentendimiento por parte de la Iglesia cuando señala, por ejemplo, que en el inicio de los tiempos debió existir un "todos contra todos" en aras de poblar la tierra.
    Como moraleja puedo concluir que desde una conducta movida por el resentimiento, se promovió el conflicto al enfrentar a tres elementos muy codiciados por el hombre, la riqueza, la competencia a través de la guerra y la pasión carnal.
    ¿Quién puede ganar desde ese cóctel tan mortífero?
    Ya veo por qué Santo Tomás de Aquino asumió tan importante trabajo cuando presentó una versión adaptada de los hechos acerca del legado de Aristóteles para que la Iglesia no lo rechazara, porque no ayudaban a éste último los antecedentes de sus dioses paganos.
    Un gusto la lectura y qué bueno esa remoración infantil del inicio.

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    1. Tienes buen ojo para encontrar relaciones en la lectura, como el coctel al que te refieres. Gracias por los comentarios, de ellos uno también aprende.

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