DEMOCRACIA REVOLUCIONARIA
V/S
DEMOCRACIA BURGUESA
Octavio Acosta Martínez
Guardo varios recuerdos de las recetas que manejábamos durante nuestra militancia en el Partido Comunista durante los primeros años de estudiante universitario, y en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), ya como profesional de la ingenierìa. Si bien hoy las veo obsoletas, simples, desgastadas, en su tiempo ellas constituyeron nuestro norte y obraron como especie de normativa para justificar el accionar revolucionario de entonces. Pero esto que me parece viejo y desgastado no lo es en realidad para los nuevos movimientos políticos de izquierda que hoy descubren la lucha de clases, las maldades del capitalismo y la utopía socialista. Dentro de estos conceptos veo como en la llamada revolución bolivariana que desde la cima del poder se trata de imponer a todo un país, emerge aquella vieja dicotomía que se planteaba entre los conceptos de democracia burguesa y democracia revolucionaria, aunque llamadas con diferentes apelativos. En medio de la confusión y el desamparo que nos consume, estos conceptos pueden sernos útiles para al menos intentar una aproximación a la interpretación del actual fenómeno político, incluyendo el desconcierto de la oposición.
Lo primero que debería ser evidente es que si los dos conceptos tiene una primera denominación común de democracia, ya el adjetivo que hemos colocado a cada uno establece una diferenciación que imaginamos debe ser sustantiva, puesto que ellas identifican a dos paradigmas, dos sistemas políticos diferentes y antagónicos como propuestas para conducir los destinos de una sociedad. Pareciera de allí desprenderse que aun sin todavía definir en qué consiste la una y la otra, resulta claro que la que sirve para una sociedad democrática capitalista, no sirva para una sociedad socialista revolucionaria. Vamos a simplificar, no me interesa entrar en definiciones precisas de una y de otra, porque es otro el aspecto que deseo destacar en este trabajo. En términos generales todos conocemos las características que definen a la llamada democracia burguesa, por algunos, y que en términos más "técnicos" aceptaríamos como democracia representativa. Esta democracia está pautada en un conjunto de leyes, reglamentos, normas y una ética que regulan los pasos de todos los ciudadanos en esta sociedad. Todo, por tanto, apuntala la vida, la preservación de este sistema político. Lo apuntala por un lado y simultáneamente rechaza cualquier otro conjunto que lo desestabilice y lo ponga en peligro. Para cumplir con estas funciones de apuntalamiento y defensa se cuenta con un conjunto de instituciones que desde diferentes frentes cumplen con funciones inherentes al campo donde ellas operan. Así, partimos desde las más persuasivas-formativas, como es la educación, pasando por una estructura legal-jurídica que determina lo que es bueno y lo que es malo, lo legal y lo subversivo, hasta llegar a las fuerzas policiales y el ejército, con funciones represivas. Esta estructura ideológica-legal-jurídica-represiva es el principal y gran obstáculo con el que se encuentran quienes desde otro paradigma político tratan de cambiar la sociedad. Cualquier cosa que se quiera imponer fuera de esta estructura es subversiva y debe, por tanto, ser reprimida. Esto es lógico, comprensible y válido además, para cualquier sistema político y no solamente para la social democracia o democracia representativa.
Por esta razón los movimientos de izquierda revolucionaria de todo el mundo estaban condenados a conquistar el poder por la fuerza, por la lucha insurgente revolucionaria al margen del ordenamiento jurídico capitalista. Los militantes revolucionarios éramos ilegales por necesidad, sabíamos de los riesgos que afrontábamos y lo justificábamos al establecer una relación costo-beneficio política, donde al final los beneficios representados en la construcción de una nueva sociedad -mejor y más justa, por supuesto- reconpensarían con creces el costo de haber llegado a ella. En definitiva, el paso de una a otra sociedad se daría en medio de un inmenso drama, donde un orden establecido se batiría con todos sus recursos, pasando incluso por encima de sus propios postulados éticos y morales, y por encima de su propia legalidad, con tal de garantizar su permanencia.
Por otra parte, el movimiento revolucionario no se podía detener en las barreras de una legalidad burguesa si quería verdaderamente producir el salto. En este juego, tanto los unos como los otros estaban entrampados en una doble legalidad y en una doble moral, estirando cada uno su accionar hasta donde sus intereses lo determinaran. Por eso se trataba de obtener los máximos beneficios políticos del sistema burgués, mientras clandestinamente se apostaba a la rebelión.
Cuando un movimiento revolucionario llegaba al gobierno por la vía aceptada de las elecciones, se encontraba luego con la sólida estructura política-ideológica-militar que la limitaba y no le permitía dar el salto cualitativo definitivo. La intencionalidad se quedaba en un experimento temporal condenado a disolverse en un volver a empezar sisífico. Podríamos ejemplificar esta interpretación con las experiencias chilena, nicaragüense, en una primera etapa; francesa, española, y alguna otra que se me escape.
¿Qué sucede con el experimento bolivariano? ¿Será otro condenado a la misma suerte de todos sus antecesores? Su máximo jefe ha dicho "La revolución llegó para quedarse" ¿Se quedará? Hasta ahora da la impresión de tener una gran fortaleza y ha logrado resistir más tiempo que otras llegadas por los mecanismo legales de la sociedad capitalista burguesa. Después de la revolución cubana los movimientos revolucionarios latinoamericanos renovaron su esperanza de triunfar y se lanzaron a la conquista del cambio. Pero el imperialismo también aprendió de la experiencia y pronto nos percatamos de que ahora sería más difícil. Sin embargo, nos soprendemos en la actualidad venezolana de ver a las puertas de un cuartel un gran letrero con la frase "Patria, Socialismo o Muerte", aunque últimamente se cambió -la forma, pero no la esencia- por otra menos escatológida debido a la circunstancia muy especial que todos conocemos. Voy a tratar entonces, de responder la pregunta formulada.
En primer lugar, el movimiento bolivariano no llegó al gobierno por una prédica revolucionaria socialista, sino por una crítica posición anticorrupción, y ésta, aunque difícil, sí entra en el juego de la llamada democracia representativa. Se trataba, pues, de cambiar una base podrida e ineficiente por otra limpia y eficiente. La prédica por la revolución y el socialismo vino después, cuando el régimen se sintió más sólido y mejor apoyado. Y lo dijo además, al estilo Chavo: "sin querer queriendo". Así, el pueblo "pueblo" lo aceptó sin saber siquiera cuál era su verdadero significado. Este pueblo no seguía una idea, sino un líder y una emoción, y lo que aquel dijera, eso era ley.
En segundo lugar, la revolución bolivariana sorprendió al imperialismo yanki en un momento de descuido. Mientras éste se ocupaba de "poner orden" en el Medio Oriente se olvidó de su patio trasero latinoamericano y se le coló un caballo de Troya en Venezuela. ¿Qué hacer ahora? Este caballo parece tener una larga cola, que cuando la mueve revuelve la brisa en Ecuador, Bolivia, Argentina, Nicaragua, y hasta en la misma Cuba. Existe, por supuesto, una incógnita. Una vez desaparecido su conductor ¿habrá sembrado una base lo suficientemente profunda como para de verdad quedarse? Ahí estamos ahora.
Pero todavía falta decir algo sobre esta revolución bolivariana, Socialismo del Siglo XXI. Ella llega con las mismas limitaciones que antes hemos reseñado: una estructura ideológica-jurídica-militar que pertenece a lo que pretende sustituir. Así, tiene que luchar con sus mismas reglas. Pero esto es imposible, estas reglas están diseñadas para preservarla y no es posible sustituirlas de repente. Hay que hacer un juego de muñecas (un "muñequeo") y comenzar un proceso paulatino de sustitución. Se conmienza por refundar la República, para lo cual se cambia la Constitución. Pero como es imposible preveer todas las situaciones que se puedan presentar, algunas veces esta nueva Constitución no dará respuestas satisfactorias a lo que se presenta. Luego, no queda más remedio que violarla mientras se realiza una enmienda que legalice las nuevas medidas. Claro, esto no se hace sin ningún trauma, porque la estructura de poderes viejos todavía está allí. Entonces hay que ponerlo al servicio de la revolución. ¿Cómo se hace esto? Fácil, colocando en dicha estructura a personas que apoyen "el proceso". Ya se ha conquistado el antiguo Congreso, hoy Asamblea Nacional, que es quien los nombra. De allí que ya se sabe a quiénes nombrarán. La estructura se mantiene, pero con otros conceptos, lo que a la larga viene a decir que en realidad no es la "misma" estructura, aunque las condiciones no están completamente dadas todavía para admitirlo. La independencia de poderes teóricamente continúa existiendo, pero en la práctica sabemos que se acabó. ¿Acaso una revolución se va a detener en estos detalles pequeño burgueses cuando se trata de defender territorios conquistados que les han sido tan caros? A partir de esta distribución revolucionaria de poderes se dan todos esos dictámenes y decisiones que tienen a la oposición confundida. Todo se hace "legalmente" y aquello que la oposición considera arbitrariedad y atropello, en realidad obedece a una nueva lógica que está en una dimensión distinta a la que estábamos acostumbrados. La continuidad administrativa de un gobierno que terminó su mandato sin necesidad de juramentación, la condición de Presidente Encargado de Maduro, su capacidad para participar como candidato a las próximas elecciones, son completamente arbitrarias y obedecen a una "interpretación" muy sui géneris de la Constitución, pero interpretación al fin para la cual la Sala Constitucional del TSJ está plenamente facultada, constituyendo ello la esencia misma de sus funciones. Sus decisiones son vinculantes e inapelables. Todo es legal aunque nazcan de interpretaciones retorcidas de la carta magna. La manera de conducirse el Consejo Nacional Electoral es perfectamente entendible bajo los referentes del nuevo paradigma político. Las actuaciones de la Fiscalía, de la Defensoría del Pueblo, de todas las instituciones del Estado, todo está en el orden de apuntalar y preservar el nuevo Estado. Es verdad, hay violaciones y desconocimientos de sus propias normativas. Esto obedece a los ajustes que paulatinamente debe hacerse, hasta que se alcance la estabilidad absoluta del régimen. Es el precio que se debía pagar por haber llegado al poder no por la vía del asalto violento, sino por la utilización de las herramientas instituídas por la sociedad burguesa. Desde esta perspectiva y poniéndome en el pellejo del "otro", no me cabe duda de que ellos han obrado correctamente. Yo hubiese hecho lo mismo de estar en la misma situación. No podía dejar perder una conquista tan importante por ajustarme a un sistema de leyes que desprecio y que pretendo cambiar. No podía permitir que por respetar indicativos inherentes a la legalidad burguesa me viera impedido de hacer avanzar un proyecto tan caro como es el proceso revolucionario. Lo mismo hizo la democracia representativa cuando llevó la conducción de la sociedad desde el otro lado de la barrera. Sus instituciones jugaron a cuadro cerrado para mantener el sistema político democrático representativo. Si hiciésemos una historia de las arbitrariedades y violaciones que hizo durante su pasantía tendríamos que llenar muchos volúmenes. De hecho, es mucho lo que en efecto se escribió sobre ello y no es desventurado concluir que tanto abuso de poder fue la causa de su desventura y del arribo del comandante bolivariano. Hemos analizado en repetidas ocasiones esta relación causa-consecuencia.
Pienso que esto es lo que debe comprender la oposición para salir del asombro que la tiene semiparalizada y no le permite ubicar la lucha en la dirección correcta. Las luchas legales hay que darlas, pero no son suficientes, porque no se trata de un problema de razón, o por lo menos no de la razón cotidiana a la cual esgrimimos constantemente, sino de razón paradigmática. La oposición tiene, tenemos, que diseñar respuestas adecuadas para combatir un sistema en gestación donde ahora los subversivos somos nosotros. Hay que impedir que ese sistema se instaure y se consolide. Sí, hay que acudir a la Fiscalía, al CNE, y al TSJ, hay que dejar un testimonio que pudiera servir para el futuro, pero con la conciencia clara de que en el presente momento no se va a encontrar allí la respuesta que va a cambiar el estado actual de cosas. Estamos empleando la estrategia equivocada si planteamos la lucha en el terreno tramposo que el sistema emergente nos impone. Allí la tenemos perdida. Hay que aprovechar la legalidad hasta donde las condiciones lo permitan, pero paralelamente hay que crear un movimiento con fuerza que obre con una presión lo suficientemente grande para evitar la instauración de las nuevas transformaciones "revolucionarias" que se adelantan. Es necesario llegar a lo único que nos daría verdadera fuerza, el poder de la gente, de eso que llaman "pueblo", del pueblo en la calle reclamando y del pueblo votante. Claro, es difícil llegarle porque hemos perdido los espacios, pero hay que hacerlo sin remedio, no hay otra alternativa. Se me ocurre que lo primero para llegarle es cambiar el mensaje y hablar en clave de pueblo. Hay que llegarle con la razón de la emoción, nuestras razones académicas no valen, no producen ningún efecto en quienes no tienen ni comprenden esas razones. Hay que crear, si es que eso se puede crear, un liderazgo carismático. Yo no sé como se puede crear un liderazgo carísmatico, pero hay que hacerlo, ése es el reto. Es menester, perentorio poner nuestras neuronas cerebrales en sintonía para desarrollar la creatividad y producir respuestas exitosas. No respuestas "lógicas" llenas de razón, pero sin fuerza alguna para frenar lo que está en marcha y mucho menos para imponer nuevas directrices.
Es necesaria una propuesta. La oposición no la tiene porque no sabe qué proponer. Pero no puede ser una propuesta en términos tradicionales. Tiene que ser una propuesta entendible, concreta, fácilmente asimilable y que sea víable. Las propuestas académicas las dejaremos para el después, se discutirán en sectores preparados para este ejercicio y se aplicarán en su oportunidad. También hay que olvidarse de esa propuesta tonta del "progreso", propuesta por lo demás ambigua que en definitiva no dice nada. En el presente momento tenemos que hacer saltar de emoción a la gente ante una palabra que pronunciemos o ante un slogan que se publicite. Esto hay que hacerlo desde este mismo momento. Tenemos diez días para comenzar a sembrar, para dejar allí algo que no nos conducirá al triunfo inmediato -tal como se presenta el panorama- pero que se capitalizará cuando las condiciones sean oportunas, oportunidad que también deberá ser creada por nosotros.
Lo que no podemos es seguir enmarañados en el formalismo del respeto burgués, que una vez sirvió pero ahora perdió toda su validez ante quienes lo utilizan en ciertas instancias y para las circunstancias donde se impone el control de la disidencia. No podemos apelar a una razón revolucionaria socialista porque ésa es la que se combate, pero tampoco nos podemos devolver a la inoperancia de la vieja institucionalidad burguesa. ¿Cuál será esa nueva propuesta? ¿Con qué bandera lucharemos frente a esta anacrónica propuesta revolucionaria? Ya estamos atrasados en su búsqueda, no la posterguemos más.
Por esta razón los movimientos de izquierda revolucionaria de todo el mundo estaban condenados a conquistar el poder por la fuerza, por la lucha insurgente revolucionaria al margen del ordenamiento jurídico capitalista. Los militantes revolucionarios éramos ilegales por necesidad, sabíamos de los riesgos que afrontábamos y lo justificábamos al establecer una relación costo-beneficio política, donde al final los beneficios representados en la construcción de una nueva sociedad -mejor y más justa, por supuesto- reconpensarían con creces el costo de haber llegado a ella. En definitiva, el paso de una a otra sociedad se daría en medio de un inmenso drama, donde un orden establecido se batiría con todos sus recursos, pasando incluso por encima de sus propios postulados éticos y morales, y por encima de su propia legalidad, con tal de garantizar su permanencia.
Por otra parte, el movimiento revolucionario no se podía detener en las barreras de una legalidad burguesa si quería verdaderamente producir el salto. En este juego, tanto los unos como los otros estaban entrampados en una doble legalidad y en una doble moral, estirando cada uno su accionar hasta donde sus intereses lo determinaran. Por eso se trataba de obtener los máximos beneficios políticos del sistema burgués, mientras clandestinamente se apostaba a la rebelión.
Cuando un movimiento revolucionario llegaba al gobierno por la vía aceptada de las elecciones, se encontraba luego con la sólida estructura política-ideológica-militar que la limitaba y no le permitía dar el salto cualitativo definitivo. La intencionalidad se quedaba en un experimento temporal condenado a disolverse en un volver a empezar sisífico. Podríamos ejemplificar esta interpretación con las experiencias chilena, nicaragüense, en una primera etapa; francesa, española, y alguna otra que se me escape.
¿Qué sucede con el experimento bolivariano? ¿Será otro condenado a la misma suerte de todos sus antecesores? Su máximo jefe ha dicho "La revolución llegó para quedarse" ¿Se quedará? Hasta ahora da la impresión de tener una gran fortaleza y ha logrado resistir más tiempo que otras llegadas por los mecanismo legales de la sociedad capitalista burguesa. Después de la revolución cubana los movimientos revolucionarios latinoamericanos renovaron su esperanza de triunfar y se lanzaron a la conquista del cambio. Pero el imperialismo también aprendió de la experiencia y pronto nos percatamos de que ahora sería más difícil. Sin embargo, nos soprendemos en la actualidad venezolana de ver a las puertas de un cuartel un gran letrero con la frase "Patria, Socialismo o Muerte", aunque últimamente se cambió -la forma, pero no la esencia- por otra menos escatológida debido a la circunstancia muy especial que todos conocemos. Voy a tratar entonces, de responder la pregunta formulada.
En primer lugar, el movimiento bolivariano no llegó al gobierno por una prédica revolucionaria socialista, sino por una crítica posición anticorrupción, y ésta, aunque difícil, sí entra en el juego de la llamada democracia representativa. Se trataba, pues, de cambiar una base podrida e ineficiente por otra limpia y eficiente. La prédica por la revolución y el socialismo vino después, cuando el régimen se sintió más sólido y mejor apoyado. Y lo dijo además, al estilo Chavo: "sin querer queriendo". Así, el pueblo "pueblo" lo aceptó sin saber siquiera cuál era su verdadero significado. Este pueblo no seguía una idea, sino un líder y una emoción, y lo que aquel dijera, eso era ley.
En segundo lugar, la revolución bolivariana sorprendió al imperialismo yanki en un momento de descuido. Mientras éste se ocupaba de "poner orden" en el Medio Oriente se olvidó de su patio trasero latinoamericano y se le coló un caballo de Troya en Venezuela. ¿Qué hacer ahora? Este caballo parece tener una larga cola, que cuando la mueve revuelve la brisa en Ecuador, Bolivia, Argentina, Nicaragua, y hasta en la misma Cuba. Existe, por supuesto, una incógnita. Una vez desaparecido su conductor ¿habrá sembrado una base lo suficientemente profunda como para de verdad quedarse? Ahí estamos ahora.
Pero todavía falta decir algo sobre esta revolución bolivariana, Socialismo del Siglo XXI. Ella llega con las mismas limitaciones que antes hemos reseñado: una estructura ideológica-jurídica-militar que pertenece a lo que pretende sustituir. Así, tiene que luchar con sus mismas reglas. Pero esto es imposible, estas reglas están diseñadas para preservarla y no es posible sustituirlas de repente. Hay que hacer un juego de muñecas (un "muñequeo") y comenzar un proceso paulatino de sustitución. Se conmienza por refundar la República, para lo cual se cambia la Constitución. Pero como es imposible preveer todas las situaciones que se puedan presentar, algunas veces esta nueva Constitución no dará respuestas satisfactorias a lo que se presenta. Luego, no queda más remedio que violarla mientras se realiza una enmienda que legalice las nuevas medidas. Claro, esto no se hace sin ningún trauma, porque la estructura de poderes viejos todavía está allí. Entonces hay que ponerlo al servicio de la revolución. ¿Cómo se hace esto? Fácil, colocando en dicha estructura a personas que apoyen "el proceso". Ya se ha conquistado el antiguo Congreso, hoy Asamblea Nacional, que es quien los nombra. De allí que ya se sabe a quiénes nombrarán. La estructura se mantiene, pero con otros conceptos, lo que a la larga viene a decir que en realidad no es la "misma" estructura, aunque las condiciones no están completamente dadas todavía para admitirlo. La independencia de poderes teóricamente continúa existiendo, pero en la práctica sabemos que se acabó. ¿Acaso una revolución se va a detener en estos detalles pequeño burgueses cuando se trata de defender territorios conquistados que les han sido tan caros? A partir de esta distribución revolucionaria de poderes se dan todos esos dictámenes y decisiones que tienen a la oposición confundida. Todo se hace "legalmente" y aquello que la oposición considera arbitrariedad y atropello, en realidad obedece a una nueva lógica que está en una dimensión distinta a la que estábamos acostumbrados. La continuidad administrativa de un gobierno que terminó su mandato sin necesidad de juramentación, la condición de Presidente Encargado de Maduro, su capacidad para participar como candidato a las próximas elecciones, son completamente arbitrarias y obedecen a una "interpretación" muy sui géneris de la Constitución, pero interpretación al fin para la cual la Sala Constitucional del TSJ está plenamente facultada, constituyendo ello la esencia misma de sus funciones. Sus decisiones son vinculantes e inapelables. Todo es legal aunque nazcan de interpretaciones retorcidas de la carta magna. La manera de conducirse el Consejo Nacional Electoral es perfectamente entendible bajo los referentes del nuevo paradigma político. Las actuaciones de la Fiscalía, de la Defensoría del Pueblo, de todas las instituciones del Estado, todo está en el orden de apuntalar y preservar el nuevo Estado. Es verdad, hay violaciones y desconocimientos de sus propias normativas. Esto obedece a los ajustes que paulatinamente debe hacerse, hasta que se alcance la estabilidad absoluta del régimen. Es el precio que se debía pagar por haber llegado al poder no por la vía del asalto violento, sino por la utilización de las herramientas instituídas por la sociedad burguesa. Desde esta perspectiva y poniéndome en el pellejo del "otro", no me cabe duda de que ellos han obrado correctamente. Yo hubiese hecho lo mismo de estar en la misma situación. No podía dejar perder una conquista tan importante por ajustarme a un sistema de leyes que desprecio y que pretendo cambiar. No podía permitir que por respetar indicativos inherentes a la legalidad burguesa me viera impedido de hacer avanzar un proyecto tan caro como es el proceso revolucionario. Lo mismo hizo la democracia representativa cuando llevó la conducción de la sociedad desde el otro lado de la barrera. Sus instituciones jugaron a cuadro cerrado para mantener el sistema político democrático representativo. Si hiciésemos una historia de las arbitrariedades y violaciones que hizo durante su pasantía tendríamos que llenar muchos volúmenes. De hecho, es mucho lo que en efecto se escribió sobre ello y no es desventurado concluir que tanto abuso de poder fue la causa de su desventura y del arribo del comandante bolivariano. Hemos analizado en repetidas ocasiones esta relación causa-consecuencia.
Pienso que esto es lo que debe comprender la oposición para salir del asombro que la tiene semiparalizada y no le permite ubicar la lucha en la dirección correcta. Las luchas legales hay que darlas, pero no son suficientes, porque no se trata de un problema de razón, o por lo menos no de la razón cotidiana a la cual esgrimimos constantemente, sino de razón paradigmática. La oposición tiene, tenemos, que diseñar respuestas adecuadas para combatir un sistema en gestación donde ahora los subversivos somos nosotros. Hay que impedir que ese sistema se instaure y se consolide. Sí, hay que acudir a la Fiscalía, al CNE, y al TSJ, hay que dejar un testimonio que pudiera servir para el futuro, pero con la conciencia clara de que en el presente momento no se va a encontrar allí la respuesta que va a cambiar el estado actual de cosas. Estamos empleando la estrategia equivocada si planteamos la lucha en el terreno tramposo que el sistema emergente nos impone. Allí la tenemos perdida. Hay que aprovechar la legalidad hasta donde las condiciones lo permitan, pero paralelamente hay que crear un movimiento con fuerza que obre con una presión lo suficientemente grande para evitar la instauración de las nuevas transformaciones "revolucionarias" que se adelantan. Es necesario llegar a lo único que nos daría verdadera fuerza, el poder de la gente, de eso que llaman "pueblo", del pueblo en la calle reclamando y del pueblo votante. Claro, es difícil llegarle porque hemos perdido los espacios, pero hay que hacerlo sin remedio, no hay otra alternativa. Se me ocurre que lo primero para llegarle es cambiar el mensaje y hablar en clave de pueblo. Hay que llegarle con la razón de la emoción, nuestras razones académicas no valen, no producen ningún efecto en quienes no tienen ni comprenden esas razones. Hay que crear, si es que eso se puede crear, un liderazgo carismático. Yo no sé como se puede crear un liderazgo carísmatico, pero hay que hacerlo, ése es el reto. Es menester, perentorio poner nuestras neuronas cerebrales en sintonía para desarrollar la creatividad y producir respuestas exitosas. No respuestas "lógicas" llenas de razón, pero sin fuerza alguna para frenar lo que está en marcha y mucho menos para imponer nuevas directrices.
Es necesaria una propuesta. La oposición no la tiene porque no sabe qué proponer. Pero no puede ser una propuesta en términos tradicionales. Tiene que ser una propuesta entendible, concreta, fácilmente asimilable y que sea víable. Las propuestas académicas las dejaremos para el después, se discutirán en sectores preparados para este ejercicio y se aplicarán en su oportunidad. También hay que olvidarse de esa propuesta tonta del "progreso", propuesta por lo demás ambigua que en definitiva no dice nada. En el presente momento tenemos que hacer saltar de emoción a la gente ante una palabra que pronunciemos o ante un slogan que se publicite. Esto hay que hacerlo desde este mismo momento. Tenemos diez días para comenzar a sembrar, para dejar allí algo que no nos conducirá al triunfo inmediato -tal como se presenta el panorama- pero que se capitalizará cuando las condiciones sean oportunas, oportunidad que también deberá ser creada por nosotros.
Lo que no podemos es seguir enmarañados en el formalismo del respeto burgués, que una vez sirvió pero ahora perdió toda su validez ante quienes lo utilizan en ciertas instancias y para las circunstancias donde se impone el control de la disidencia. No podemos apelar a una razón revolucionaria socialista porque ésa es la que se combate, pero tampoco nos podemos devolver a la inoperancia de la vieja institucionalidad burguesa. ¿Cuál será esa nueva propuesta? ¿Con qué bandera lucharemos frente a esta anacrónica propuesta revolucionaria? Ya estamos atrasados en su búsqueda, no la posterguemos más.
Ya veremos en qué para ésto, muy clara tu interpretación, ojalá la pudiera leer la oposición.
ResponderEliminarExcelente amigo Octavio. Muy "gráfico" el análisis hecho. Me perece acertada esa idea de construir un liderazgo carismático y un slogan, pienso que desde allí fue creada la frase "autobús del progreso"; y respecto a lo de progreso, pienso que aunque la consideres (tonta) de esa manera, fue de alguna manera la vía (o concepto, o camino alternativo) en que muchos han (hemos) creído (medio digiriendo la idea) desde el último acto electoral. Ahora, al final de tu exposición creo conveniente hacer otra (o hacerte) otra pregunta: en caso de que se cree esa nueva idea que haga caer del poder ejecutivo la actual propuesta desgastada (estamos claros que desde hace años), como podríamos reconstruir esa estructura ideológica-legal-jurídica-participativa, y hacer comprender a la gente (pueblo) con que se come (y cómo) esa tercera vía..(por llamarla de alguna manera, y no por lo original que suene, porque no lo es)? Cómo hacemos ese "muñequeo" desde el marco educativo (para el de a pie) para que esas características de persuasivo-formativo se redirijan hacia esta terecera vía?. Con el gusto de leer siempre tus pensamientos. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, interesante leer reflexiones de quien la hace para compartir con los que reflexionamos y no escribimos.
ResponderEliminarGracias por los comentarios hechos hasta ahora. Espero que lleguen más, porque ellos me servirán para aclararme yo mismo. Temporalmente a Sergio:
ResponderEliminarNo creo que la gente que votó por Capriles lo hizo inducida por esa idea del progreso. La gente votó contra Chávez y lo hubiese hecho bajo cualquier consigna exhibida y por cualquier candidato lanzado por la oposición. Esto lo he comentado en artículos anteriores de este mismo blog. De todas maneras se me ocurre que deberé escribir algo relativo específicamente a esta consigna. Allí aclararé mejor las cosas.
La estructura ideológica-legal-jurídica, y todas las cosas que se le quieran agregar, se construye desde el poder. Ahorita, desde la oposición, sería extemporáneo embarcarse en esa tarea. Lo que se impone en este momento es llegar al gobierno y poner luego la estructura existente en función del nuevo ordenamiento. Eso fue lo que hizo y sigue haciendo la revolución bolivariana. El "muñequeo" viene después, hasta que todo esté reformulado y se termine de montar la nueva estructura sustitutiva. Por eso, mucho menos pienso que lo podamos hacer ahorita desde el marco educativo, a menos que nos refiramos a la educación de calle, porque ése es el escenario donde debemos centrar nuestra actuación.
Lo de la "tercera vía" es una pregunta interesante y compleja. Ella tiene que ver con la propuesta que debemos hacer y no hemos hecho. Es el centro de la invitación que estoy formulando y para lo cual yo mismo me autopropongo para contribuir a buscar. No tiene que ser en sentido estricto una "tercera" alternativa de ordenamiento social distinto a la de la democracia representativa y al socialismo revolucionario. No sé. A lo mejor sería un híbrido tomando elementos de ambos. No tengo la respuesta. Si la tuviera, sencillamente me hubiera lanzado y le pediría a todos su apoyo. Vamos a buscarla entre todos. Gracias de nuevo por tu participación.
Excelente análisis, Octavio, que comparto plenamente. En cuanto a lo que propones (y a la vez preguntas) creo que la respuesta se halla en poner en evidencia que el tal "socialismo revolucionario" no es, ni remotamente, lo que dice ser. La premisa fundamental de tu análisis, sacrificarnos ahora para obtener después una sociedad más justa y más feliz, es lo que se ha trastocado radicalmente. Lo que han hecho con el poder pareciera más bien obedecer a una consigna mafiosa: "seamos valientes, luchemos, pero también mintamos, asesinemos, robemos vorazmente, pasemos por encima de los demás para ser los privilegiados, los únicos, los due;os de todo". No hay una concepción social verídica ni verosímil (aunque esto último se intenta) en las acciones del régimen. Es todo lo contrario, un proceso egoísta de acumulación de poder y de CAPITAL. Eso es lo que hay que poner en evidencia, Saludos, Ramón.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, Ramón.
ResponderEliminarMi comentario es extenso, es por ello que lo envío a su dirección personal. El tema a mi parecer no es fácil de abordar y es por ello que reconozco el esfuerzo personal que empleó al plasmar de manera tan razonada los hechos políticos que nos ocupan. Me declaro incompetente para entender desde la racionalidad esta ética burguesa-bolivariana y esto me crea cierta discapacidad para encontrar alternativas factibles en la construcción de ese liderazgo carismático que propone.
ResponderEliminarMuchos saludos